Esa chica problemática

8. Las cosas que nunca te diré

Frans movió su ficha ocho casillas hacia adelante y compró una propiedad amarilla. Era la más suertuda de los cinco, y en varias ocasiones Gregor hizo comentarios sobre que los dados estaban trucados, acusando a Kate, que era la dueña del Monopolio.

—Si los hubiera trucado creo que estaría ganando yo— se defendió mientras se cruzaba de brazos.

—Es que tienes tan mala suerte, que tus trucos los aprovecha la chica de Erick— le dijo Gregor a modo de burla.

Frans se sonrojó bajando la cabeza. Erick marcó una sonrisa ladeada y tímida en su rostro; y Braam, intentando ocultar las ganas que tenía de replicarle a Gregor de forma brusca, tomó los dados y los lanzó.

Esta vez tuvo que pagarle a Erick.

Kate estaba sentada a su derecha, sobre una silla que habían pedido a una de las enfermeras; al principio esta lo dudó, pero luego convino en que era muy bueno para Frans.  

—Me pareces mucho más animada hoy, Frans —le dijo Kate después de lanzar los dados. Por solo dos casillas se libró de pagarle una fortuna, en su lugar solo pagó cincuenta dólares a la banca.

—Sí— le respondió con una sonrisa que parecía temerosa de mostrarse— Me siento mucho mejor.

—Kate, acabas de perder los cincuenta doláres de la película que alquilaste este mes— Braam lanzó una broma intentando aligerar el ambiente. Luego del comentario de Gregor, los cinco parecían estar siendo arrastrados al silencio por una presión superior a la del fondo del mar.

—Mi querida tienda de VH no tiene nada que ver con esto. Atrevido— le dio un suave manotazo en la espalda y se cruzó de brazos—. Y para tu información, he alquilado tres películas este último mes.

—Vaya. Todo un récord de ventas— a Frans le fue imposible no secundar la broma.

—Sí, Frans, estás mucho más animada hoy— le dijo Kate con reproche.

La atmósfera aligeró con las burlas y las protestas; y no hizo falta más de cinco turnos para que Frans se alzara con la victoria como estaba pronosticado. Gregor había sido el primero en caer en bancarrota, luego Kate —Braam mencionó era solo el destino que la esperaba si seguía trabajando en el VHS—. La pelea reñida fue entre Braam y Erick, intentando sobrevivir a los miles de hoteles que Frans gestionaba.

Kate miró alrededor y notó la tensión en todo el cuerpo de Braam. Este fue derrotado únicamente al caer en una casilla de Frans; y Erick se rindió sin nada que poder hacer.

—Voy a comprar algo de beber— anunció Kate poniéndose de pie— ¿Alguien quiere?

—Yo sí —respondió Frans dando un brinquito en el lugar.

—Yo también quiero algo— Gregor sacó un billete de su cartera mientras se acercaba a Kate— Una Coca-cola estará bien.

—¿Se supone que traiga yo todas las bebidas?— preguntó Kate cuando todos adoptaron sus posiciones iniciales.

—Tu te ofreciste— esta vez Erick se rió.

—Braam te acompaña— Frans lo rodeó con el brazo mientras lo empujaba ligeramente—. Él es muy caballeroso.

—¿Lo soy?— se notaba en sus ojos las pocas ganas que tenía — No lo soy. Yo no quiero nada de beber.

Kate lo tomó de la nuca y lo obligó a salir hacia el pasillo con ella.

—¡La máquina expendedora de este piso no funciona! ¡Tienen que bajar!— escucharon la advertencia de Frans y resoplaron.

Estuvieron en silencio todo el tiempo que duró la caminata escaleras abajo; el ascensor funcionaba, y Braam estuvo seguro de que o a Kate le gustaba caminar, o tenía algo que decirle. Kate se mantuvo sin decir una palabra.

La máquina era visible, empotrada contra la pared adversa al corredor de la entrada por las escaleras. Braam tomó una gaseosa de limón y Kate una de naranja, después de comprar la Coca-cola.

—¿Quieres algo en particular?— preguntó él rompiendo el momento que ya se le tornaba incómodo.

—La verdad es que sí— le respondió— Cuando me llamaste no creí conveniente hablar del tema.

—¿Sobre qué?

—Lo que me contaste en Lightning Road, y las cosas que están ocurriendo allí— le dijo con obviedad— ¿Olvidaste lo que te sucedió con los peces?

Si era sincero, no había pensado en ello.

—No— mintió— De una forma u otra, no podemos hacer nada con eso. Seguro tiene una explicación. ¿Nadie más lo ha notado? No podemos ser solo nosotros.

—Hablas como los estudiantes de la universidad de ciencias— protestó Kate— Pensé que entrarías a una escuela deportiva.

Braam ignoró su comentario y Kate suspiró sin saber muy bien qué decir.

—No lo sé— admitió— No sé si los demás pueden verlo; pero no es normal y tú lo viste.

Braam aprovechó el tiempo que tardó en beberse su gaseosa para pensar. Era cierto que pasaba algo extraño, incluso, podía decirse que aterrador; pero poco podía hacer él y ya tenía muchas cosas en la cabeza. Pensó en lo mucho que debía significar para su hermana —como antes se enorgullecía de nombrar, cuando eran mucho más cercanos—, y llegó a la conclusión de que, en todos los años que llevaban de conocerse, nunca había hecho nada por ella. Se lo debía. Aunque Kate no le hubiera dado mucha importancia en la conversación, él estaba seguro de que ella había pensado mucho sobre lo que él le había relatado de su sueño.

—Esta bien— convino— Es cierto que es algo... paranormal. Te ayudaré en lo que necesites.

Kate le dio un abrazo y contuvo un grito de alegría para no molestar a los pacientes que daban un paseo por el lugar. Recordó las pocas veces que había acompañado a Frans en el jardín; no le cabía duda alguna de que Frans estaba más rota de lo que parecía después de conversar con ella.

—Sobre lo tuyo...— bajó el tono de su voz— No encuentro forma alguna de relacionarte con Frans. Tengo varias teorías, pero no puedo respaldar ninguna. Me costará algo más de tiempo.

Él abrió la boca para replicar; sabía que tocaría el tema, y no estaba del todo preparado para afrontar el por qué se sentía así con Frans. No quería escuchar que era parte de imaginación, que estaba prendado de una figura que solo existía en su cabeza; pero tampoco quería confirmar que había algo más entre ellos, algo que lo estaba llevando a enamorarse, y por el bien de los dos y de Erick, era mejor que no lo supiera.




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