Narra Luisa
Recuerdo que era un dia de verano cuando había decidido por fin pararme de la cama para tomar un desayuno. Entraba a clases la semana entrante y de cierta forma me sentía algo miserable, el haber desperdiciado todas mis vacaciones en solo ver televisión y leer novelas viejas que mi mamá guardaba en una caja, no era la mejor definición de “ Vacaciones divertidas “.
Al bajar las escaleras de la casa pudo llegar a mí un olor a café y huevos que provoco que sonriera ya que sabía que el motivo de que oliera así era porque mi Abuela estaba en casa.
Me dirigí apresuradamente a la cocina y pude notar a una mujer de edad avanzada y de cabello blanquecino sirviendo en una taza café, me noto llegar ya que se apresuró a decirme — Buenos Días cariño, ¿Cómo amaneciste?—Pregunto mientras extendía la taza a mi dirección a lo que yo la recibí gustosa. — Buenos Días Nona, ¿Cómo amaneciste?, los mismos achaques de siempre o me vas a seguir contando sobre tú sueño con Pedro Infante en la época de oro. —Conteste burlona ha o lo que conseguí una mirada seria de mi Abuela y un pequeño golpe en el brazo. —Sigue te burlando de tú Abuela, por lo menos yo no soy la que se pone a gritar frente al Televisor cada vez que sale el niño Aponte ese… —Entonces fue mi turno de mirar mal.
Iba a comenzar a atacar con mis razones del porqué de mi amor platónico por el chico, pero la entrada de una mujer de mediana edad con papeles en las manos me hizo callar. — ¿Ustedes dos no pueden dejar de pelear ni un segundo?, voy tarde al trabajo y no encuentro mi móvil por ningún lado. —Mamá está en la mesa de la sala, ¿Por qué llevas esos papeles?— Conteste curiosa mientras seguía a mi mamá hacía la sala, tomo el aparato de encima de la mesa de centro y exclamo un pequeño >> ¡Aleluya!<< para sí misma —Bueno, estos papeles se los tengo que llevar a Alejandro para lo de tus estudios que serán pronto. Lo sabes.
Entonces rodeé los ojos al cielo, odiaba estar enferma de Hipertiroidismo. Casi no podía hacer nada ya que mi mamá se había encargado de eso, no salía a deportes en el Colegio y realmente no sabía lo que era practicar un deporte o saltar la cuerda, ya que me agitaba mucho y no podía respirar bien, me sofocaba, además de que no podía tener emociones fuertes ni comer dulces como los niños de mi edad, mi mamá me cuidaba mucho la alimentación así que los “Días de Muerto” estaban prohibidos para mí. Por lo mismo no tenía muchos amigos, la única amiga que e tenido se llama Charlotte y ha sido mi amiga desde que tengo uso de razón, y eso ha sido porque su madre es amiga de mi mamá de la Preparatoria. Si no el nivel de amistades que tengo se reducirian a un cero, coma, cero.
Eso sin contar a Hache que ha sido como un hermano para mí, ya que él es un amigo que también conocí en la infancia. Su abuela es una vecina mía que es amiga de mi Nona, eso nos hace como una clase de Familia extraña lo sé. Pero así es aquí en donde vivo, un pequeño poblado poco conocido a las afueras de la Ciudad de México llamado “Las Colinas” aquí todos se conocen y realmente es bonito si le vez el lado bueno.
Después de que mi madre se fuera a trabajar y mi Abuela se dispusiera a lavar los servicios, yo me fui a mi habitación a tomar una ducha ya que saldría a caminar un rato, es algo que ciertamente me agrada. Quería despejarme del hecho de que saber que me harían análisis de algo que no tenía sentido seguirle el paso, ya que realmente tenía tiempo sin pasarme nada.
Camine, camine, camine y camine. Sinceramente no sabía que pretendía con caminar y cansarme a lo tonto, no sabía a donde ir lo único que ocupaba mi mente era los análisis que me harían, no quería saber la respuesta. De repente me frene al ver unos columpios, había llegado al parque al que solía ir con Charlotte y Hache cuando éramos niños.
Decidí solo sentarme a contemplar la nada cuando una ardilla aterrizo frente a mí, pude ver como buscaba algo en el piso, supuse que trataba de encontrar algo de comida o algo, así que le extendí el resto de un dulce de galleta que llevaba en la bolsa de mi chaqueta. Recordé que Hache me lo había regalado unos días antes porque él amaba regalarme detalles como ese a lo que yo aceptaba más por compromiso que porque me encantaran esos dulces, pero como sabía que eran sus favoritos y porque él era como mi hermano mayor siempre los aceptaba.
Observe como la pequeña ardilla movía sus manitas al compás de que devoraba el dulce, solté una risa ya que encontraba bastante tierno ese gesto cuando de repente sentí una mirada penetrante atrás de mí, gire mi cuerpo para poder ver quien me veía pero no pude visualizar a nadie. Seguí buscando con la mirada hacía todas las direcciones pero no encontraba a la persona que pudiese ser quien me vigilara. Sin embargo seguía sintiendo esa extraña sensación de ser observada, así que trate de dejarlo pasar y seguir viendo a la ardilla devorar el dulce, pero cuando regrese a ver a la ardilla ya no se encontraba.
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Editado: 25.08.2019