¿Quién podría pensar que Emily, al ser huérfana, traería tantos problemas? Ella, una niña menuda, el último vestigio de la familia Douglas, era ahora el centro de una tormenta de sombras. No tenía idea de lo que sus padres habrían hecho en el pasado, solo supuso que se trataron de cosas turbias, tratos ocultos que ahora venían a cobrarse, pero no supo de qué. Esa ignorancia la hacía una víctima, y al mismo tiempo, una amenaza latente para aquellos que la habían secuestrado.
Las pequeñas manos de la niña se encontraban atadas a una silla de madera vieja, la soga áspera, que olía a moho, irritando su piel ya sensible. Todo estaba completamente oscuro, un vacío denso que la envolvía, pero Emily logró notar que una pequeña lámpara de queroseno, colgando precariamente de una viga corroída, alumbraba apenas parte del cuarto, proyectando sombras danzantes sobre las paredes de tierra apisonada. Trató de mover su silla de un lado al otro, haciendo un esfuerzo con cada músculo de su cuerpo, pero no tuvo éxito; solo logró producir un chirrido agudo que resonó de forma inquietante en el silencio sepulcral del lugar. La desesperación comenzó a instalarse en su pequeño corazón, un frío que no venía del ambiente.
Sus ojos verdosos, ahora más grandes y brillantes por el miedo, comenzaron a buscar patrones, a tratar de ver algo significativo, alguna pista, algún escape. Pero lo único que logró notar fue que el lugar era diminuto, claustrofóbico, las paredes rezumando humedad, y con un olor nauseabundo a moho, orina rancia y algo más, algo putrefacto, un hedor a abandono y decadencia que le revolvió el estómago. Se sentía atrapada, como un animal en una trampa.
Hizo una mueca de asco, el aire viciado llenando sus pequeños pulmones. Abrió su boca para soltar un grito en busca de ayuda, una llamada desesperada que parecía inútil en ese encierro.
—No, no grites… —susurró una voz, frágil y cercana, apenas un soplo, pero llena de una experiencia que la hizo helarse hasta los huesos. Poco después, la figura de una niña, no mucho mayor que ella, se le hizo presente a Emily, su rostro cubierto por una capucha de piel, apenas visible en la penumbra—. No digas nada. Es inútil. Solo conseguirás que te hagan más daño.
Douglas tragó saliva sonoramente, el nudo de terror en su garganta aún presente. Se quedó viendo a la misteriosa niña con chaqueta de piel, sus ojos fijos en ella, intentando descifrar su expresión. Mientras trataba de recuperar el aliento, cuando supo que ya podía formular una pregunta, que el miedo no la ahogaría por completo, miró a la niña a los ojos y soltó un suspiro tembloroso de sus labios.
—¿Qué es este lugar? ¿Qué hacemos aquí? ¿Quién eres tú? —preguntó Emily, su voz apenas un hilo, temblorosa de miedo y confusión.
La niña con chaqueta de piel soltó de sus labios una carcajada sonora y hueca, un sonido que le puso los pelos de punta a Emily, resonando en el pequeño cuarto. Negó con la cabeza tan solo una vez, sus ojos, incluso en la oscuridad, parecían reflejar una sabiduría sombría, una historia de dolor y supervivencia.
—Tú no debes hacer preguntas aquí, nadie sabe nada que deba decirse. No confíes en nadie. Pero solo sé que en la noche debes encontrar el modo de salvarte, de huir, de volverte invisible, o te harán trizas. Te van a quebrar, te van a enseñar a obedecer.
Unas pequeñas lágrimas, frías y pesadas, comenzaron a brotar de los ojos de Emily, el terror helándole las venas. Ella deseaba contestarle a la niña, preguntarle más, rogarle por respuestas, pero el nudo en su garganta se lo impidió, la desesperación la asfixiaba. Lo único que ella pensaba era que se iba a morir, que su vida terminaría de forma cruel en ese horrible lugar, lejos de su tía, lejos de todo.
Luego de un par de horas atada, horas que se sintieron eternas, cada minuto una agonía, una persona se hizo presente. Su silueta era imponente, alta y delgada, pero no se dejaba ver el rostro, ya que utilizaba una extraña máscara de porcelana blanca y fría sobre la cara, inexpresiva y aterradora, como la de un muñeco roto. Los pies del hombre sonaron sobre el suelo de tierra al acercarse. Desató las manos de Emily, con una brusquedad que la hizo sobresaltarse, y con un movimiento metódico, le regresó su diario y un par de lápices, los únicos objetos que la conectaban con su vida pasada, su última esperanza de cordura. Pero luego, con la misma frialdad y sin decir una palabra, tomó a la niña que se le había presentado a la joven Douglas y se la llevó, arrastrándola hacia una oscuridad aún más profunda.
—¡Sálvate! —Salió de los labios de la niña, un grito desesperado que se convirtió en un eco lejano, el último sonido antes de que el silencio la engullera.
Douglas soltó un suspiro de su interior, un aliento que sabía a alivio y culpa por no haber podido hacer nada. Agarró con fuerza lo único que le quedaba de su familia, su último ancla en la tormenta: su diario íntimo, el regalo que le había dado su hermano Katashi antes de morir. Abrió la primera página, sus dedos temblaban visiblemente, y comenzó a escribir, las palabras fluyendo como un torrente para exorcizar el miedo y la confusión que la carcomían.
Primer día dentro de este manicomio
Hola, querido diario, espero que no me hayas extrañado. Ahora estoy sola, completamente sola, estoy en un lugar peculiar, un agujero en la tierra, y fuera del radar de los seres humanos, una prisión invisible de la que nadie sabe. No entiendo lo que hago acá, ¿estoy esperando a alguien? ¿Estoy esperando algo? ¿Seré un sacrificio? No tengo idea de nada, solo del miedo que me conduce a pensar que estoy secuestrada por lo que mi hermano sabía y no dijo, por los secretos de mis padres que jamás me contaron. ¿Podré alguna vez saber la verdad de por qué estoy aquí?
¿Puedo hacer algo para liberarme de esta gente? La chica que estuvo a mi lado, la que tenía una chaqueta de piel y ojos que habían visto demasiado, me contó que debía hacer todo lo posible para salir con vida por las noches, que las noches eran peligrosas, que aquí las cosas cambian cuando el sol se oculta. Ahora ella no está. ¿Qué habrá sucedido con la pequeña? ¿La mataron? ¿Se la llevaron a otro lugar para "quebrarla"? Su grito de "¡Sálvate!" aún resuena en mis oídos, una advertencia, una promesa incumplida.
#4515 en Detective
#1327 en Novela policíaca
#14444 en Thriller
#8069 en Misterio
Editado: 08.07.2025