El sol de la mañana bañaba el bosque con una luz dorada, pero para Emily, el mundo se había teñido de sombras. La revelación de la detective Moretti, la mujer que había sido su única esperanza de ayuda, trabajando para Nora Queen, fue un golpe devastador. Ya no podía confiar en nadie. El rostro de Clara, pálido y sin vida, y el recuerdo de Mateo, traicionado y moribundo, impulsaban a Emily hacia adelante. Tenía que detener a Nora Queen, y no importaba que tuviera que hacerlo sola.
Lucas yacía en la pequeña cueva, dormido, pero su respiración era superficial y errática. El "Consumidor" lo había dejado débil, y Emily sabía que no podía arrastrarlo al infierno que la esperaba en Hope. La ciudad, que una vez fue el único hogar que conoció, ahora pulsaba con una energía oscura, el epicentro del ritual de Nora Queen. El Medallón del Ojo en su cuello vibraba con una mezcla de alarma y una extraña atracción, guiándola hacia el peligro.
Se levantó, el cuerpo adolorido, pero el espíritu fortalecido por una determinación fría. Le colocó una hoja grande sobre Lucas, para protegerlo del frío de la cueva.
—Volveré por ti, Lucas —susurró, aunque sabía que no podía prometerlo.
Salió de la cueva y se adentró en el bosque, moviéndose con la velocidad de un animal acorralado. El "Ojo" le mostraba las rutas más seguras, los puntos ciegos de los cazadores de Nora Queen. Los ecos de las voces de los hombres se escuchaban a lo lejos, el sonido de sus pasos, pero Emily era más rápida, más silenciosa.
A medida que se acercaba a los límites de Hope, el paisaje cambió. El bosque se adelgazaba, revelando las primeras casas de la periferia. El aire se sentía pesado, cargado con la misma energía opresiva que había sentido en la cueva, pero magnificada. Era como si la ciudad misma estuviera respirando con dificultad.
Emily se ocultó detrás de un seto, observando la calle principal de Hope. No era la ciudad tranquila y familiar que recordaba. Había una tensión palpable en el ambiente. La gente caminaba por las aceras con rostros pálidos, sus miradas perdidas. Algunos se movían con una lentitud extraña, casi autómata. Había menos coches de lo normal, y un silencio inquietante, roto solo por un murmullo constante que parecía venir del centro de la ciudad.
El Medallón del Ojo zumbó con fuerza, y Emily sintió una oleada de información. Los habitantes de Hope estaban siendo afectados por la inestabilidad del "gen". La "red" de energía que Nora Queen estaba manipulando se extendía por toda la ciudad, drenando la vitalidad de sus habitantes, haciéndolos maleables, controlables. Eran como los "cascarones", pero a una escala masiva. Nora Queen no solo buscaba el poder; buscaba el control absoluto.
La calle principal estaba casi desierta. Emily sabía que no podía simplemente caminar hacia el centro de la ciudad. Sería demasiado obvio. El "Ojo" le mostró una ruta a través de callejones estrechos y patios traseros, un laberinto de atajos que la llevarían al corazón del ritual sin ser detectada.
Se movió con cautela, sus pequeños pies descalzos, acostumbrados al barro y la tierra del bosque, ahora sentían el áspero cemento de las aceras. Evitaba los pocos transeúntes, sus rostros vacíos, sus ojos sin vida. Eran como fantasmas, moviéndose en un sueño.
El murmullo del centro de la ciudad se hizo más fuerte, un cántico rítmico, grave y disonante, que le helaba la sangre. Era un sonido hipnótico, casi primitivo, que parecía penetrar en lo más profundo de su ser.
Finalmente, Emily llegó a la plaza principal de Hope. Lo que vio la dejó sin aliento, no por asombro, sino por el horror. La plaza estaba abarrotada de gente. Miles de personas de Hope, de todas las edades, estaban de pie, inmóviles, con los ojos cerrados, sus cuerpos balanceándose lentamente al ritmo del cántico. Parecían sonámbulos, títeres de una voluntad ajena.
En el centro de la plaza, en un estrado improvisado, se alzaba la figura de Nora Queen. Vestía una túnica de seda negra que brillaba con extraños reflejos metálicos, y sus brazos estaban alzados hacia el cielo. Su rostro, antes tan elegante, ahora estaba contraído en una expresión de éxtasis oscuro. El cabello rubio, generalmente impecable, ahora estaba desordenado, como si la energía que canalizaba la estuviera consumiendo.
Detrás de ella, en círculos concéntricos, estaban las niñas. Las "desaparecidas" de Hope. Las "cascarones". Había docenas de ellas, atadas a pilares de piedra, sus cuerpos retorciéndose, sus ojos abiertos, pero vacíos. La luz ámbar que había visto en la cueva emanaba de sus cuerpos, formando una red luminosa que se conectaba a Nora Queen. La niña de la chaqueta de piel estaba allí, su aura más débil que las demás, pero aún presente.
Y alrededor de las niñas, formando un círculo protector, estaban los encapuchados, los mismos que había visto en la cueva. Sus túnicas oscuras, sus rostros ocultos en la sombra de sus capuchas. Estaban de pie, inmóviles, como estatuas de la muerte.
El cántico se intensificó, y Emily sintió cómo la energía de la plaza se acumulaba, densa y opresiva. Era una succión, un drenaje masivo de la fuerza vital de la ciudad. El "ritual" era una transferencia de energía, pero no solo del "gen". Nora Queen estaba drenando la energía vital de toda Hope, usando a las niñas "cascarones" como conductos para canalizarla hacia ella misma, para amplificar su propio poder.
El Medallón del Ojo en el cuello de Emily se calentó al rojo vivo. Una nueva visión, más aterradora que las anteriores, se apoderó de ella. No era un recuerdo; era una advertencia.
Vio a Eleanor Douglas, su tatarabuela, enfrentando a Harry Queen en una visión del pasado, en lo que parecía ser la misma plaza de Hope.
—¡Estás condenando a la ciudad, Harry! —gritó Eleanor, su voz llena de desesperación—. El Ojo es para el equilibrio, no para el drenaje. ¡Esto no es poder, es destrucción!
Harry Queen se rió, su rostro un reflejo del de Nora.
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Editado: 08.07.2025