Escenas

Escena 6

Es curioso cómo se anuncian las noticias importantes, las que son realmente importantes, quiero decir. La manera en que parecen un rumor extraño, que después se riega y expande como pólvora. 
"La inseguridad cada vez se hace peor." 
"Los voluntarios para los centros de crianza son muy pocos." 
"Los impuestos van a subir." 
"La edad desde la que se tienen que pagar también se va a recorrer".

Eran comentarios que escuchabas camino a casa, o entre las personas mayores cuando ibas a comprar a la tienda o por la calle.

De alguna forma, aún así. Parecía un acuerdo el no darle importancia.

Hubo muchas promesas que pudimos haber mantenido, ¿verdad? Pero éramos inexpertos. Decir que me gustabas era enfrentar mucho más a sólo pretender que no pasaba nada, y de vez en cuando besarnos a escondidas. Éramos mejores amigos. Y eso era más que suficiente.

- Entonces... - Doblaba los ojos cada que esa molesta voz aparecía en el salón de taller. Junto a esa estúpida sonrisa arrogante que en el dueño de dicha voz aparecía. Adam se inclinaba sobre la máquina de escribir, viéndonos de una forma que me daba náuseas. - ¿Ya tienen novio o siguen metiéndose los dedos entre ustedes?

Siempre eran los mismos comentarios, y arrugaba la nariz cada vez que lo golpeaba por ello. Era la única parte divertida del asunto; una vez, incluso, se había caído de su silla al ver que lo que le estaba tirando era el empaque de un tampón. - ¡Vete al carajo! – Jonah se burló, pero su risa era tan suave que el imbécil pretendió que se estaba riendo con él. Acomodándose de nuevo, esta vez a su lado. Era un estúpido alfa, de los pocos que había en ese taller. Y su repugnante olor a cilantro se extendía en estela a su alrededor. - ¿En serio tú no tienes novio? ¿Por qué te conformas con él?

Mi amigo sonreía, tardé mucho en saber que era su manera de reaccionar cuando no sabía qué decir. Volviendo su atención a la práctica que teníamos que redactar a máquina. Adam le restó importancia, su mirada burlona sobre la mía al regresar a su lugar.

En el fondo, supe que esas preguntas en realidad eran retóricas, o que, de alguna forma, eran para tantear el terreno. ¿Cuál de los dos se enojaba? ¿Cuál de los dos diría "no, estoy esperando al alfa indicado"? ¿Cuál sería la reacción de Jonathan si seguía empujando un poco más? 
En cambio, me costó más tiempo considerar que quizá ya sabía la respuesta. Por nuestro olor, o nuestra forma de actuar. Sólo estaba tanteando.

Era por eso, que no me sorprendió cuando, ese 14 de febrero, frente a la máquina de escribir de Jonathan había una caja de chocolates, un globo rojo, y un idiota rodeado de más idiotas.

Lo que sí me sorprendió fue la reacción de Jonah. Quien aceptó todo con una sonrisa apretada. Incluso el torpe beso de nuestro compañero frente a los silbidos de todos en el salón. Esa sonrisa apretada no se fue, no hasta que la clase terminó y salimos al patio.

- ¿Qué fue eso? – Yo pregunté.

Él jugueteó con el envoltorio dorado de la caja. Estábamos comiéndonos los chocolates, ocultos debajo de uno de los árboles de atrás. Habían pasado casi dos meses de ese año nuevo, con un extraño silencio que sólo era respondido con un "no te odio" y un "¿Así está bien?" de vez en cuando. Su mirada era seria. – ¿Qué es qué?

- ¿Qué te dijo? – Quise saber. Recordaba que, durante toda la parafernalia, Adam le había entregado un sobre. Que Jonathan leyó una vez, y guardó junto con sus cosas. Seguía jugando con el envoltorio, encogiéndose de hombros. – Cosas.

- ¿Cosas? – Mastiqué efusivo el chocolate que tenía en la boca. El papel dorado se enredaba en los dedos de él, antes de ser apretado por su mano.

-Esteban... - Él empezó a decir. – Hay alguien que... ¿te guste?

Yo tragué saliva. La pregunta estaba dicha, y no sé qué expresión puse. Era como si me hubiera quitado toda justificación para estar molesto. Me gustaba Jonathan, me gustaba la manera en que sus ojos miel me miraban. No había alfas en la escuela que tuvieran unos ojos así y que me inspiraran lo mismo. Me gustaba estar con Jonathan, porque era cómodo, y sentía que por alguna razón todo fluía más rápido, más fácil, más natural. No había un solo alfa con el que no me sintiera irritado o incómodo al compartir espacio. Me gustaba besar a Jonathan, y la idea de sentir asqueroso sabor a cilantro en sus labios me ponía de mal humor.

No sabía si esas eran razones válidas para responder. Pasaron minutos enteros. Y mi silencio le hizo perder la paciencia. Como el timbre sonó simplemente tomó sus cosas. – Sí, a mí tampoco.

- ¿A qué quieres llegar con eso?

- ¡A nada! – Él gritó, ganándose murmullos de las pocas personas que estaban por ahí. Los volteó a ver, luego a mí, y bajó la mirada. – Hablamos después.

Al salir ese día de la escuela Jonah se fue primero, en el bote de basura estaba el globo rojo. Pero aún con eso, dijeron por ahí que él y Adam habían salido juntos.




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