- Capitana Consejera Zirca soy y a todos ganaré con mi poder. - Voy cantando mientras piloto la Válantain. - Mis enemigos me temerán y verán el poder de la Unión...
La verdad es que ya entiendo la obsesión que tenía XX1 con esta nave. Es esplendida. Si la misión es un éxito le pediré humildemente a Abtaca que me la regale. Sería un bonito vehículo en mi colección. La nave parece que surque el viento. La Válantain se mueve suavemente sobre el aire con un control y una estabilidad sorprendentes. Casi que me aventuraría a decir que es la mejor nave de la que dispone la Unión y tenía que ser de la traidora esa. Pero puede que cuando tengamos la cabeza de XX1 colgada de una pica Abtaca recapacite y me considere como el mejor miembro de la Unión que tiene. Es verdad que yo no llevo esa vistosilla armadura ni tengo esos poderes sobrehumanos de los que disponen los escuadrones letales, pero ni falta que me hace. Mi cerebro es infinitamente superior al de esos mandriles que solo saben solucionar las cosas a palos. No saben hacer nada más, pero tampoco se espera otra cosa de ellos. Ser simples simios aporreando a otros simios y XX1 no deja de ser una simia más. Puede que fuera la primera, puede que sea la más fuerte, pero no aun así ella puede con la Unión ni con las grandes cabezas pensantes de la Unión. De hecho, si ella tiene esas habilidades no es por sí misma, han sido otros cerebros los que la han dotado de las habilidades que tiene. Y ha sido la gran benevolencia de el Gran Abtaca la que le ha dado sus privilegios. ¿Y ahora nos traiciona? ¿Traiciona a quien tanto le ha dado? Mente simiesca inferior que es XX1, debería de postrarse a los pies del Gran Abtaca y suspirando por trabajar para su grandeza. Debería besar por donde pisa Abtaca y obedecer ciegamente sus órdenes. En fin, pero para ella y mejor para mí.
Sigo canturreando para mí misma cuando uno de los oficiales inferiores entra en la cabina del piloto.
- Consejera Zirca. - Dice haciéndome una reverencia.
- Capitana Consejera Zirca, anélido. - Le digo con despreció.
- Lo... lo siento. - Dice balbuceando y tocando con su nariz el suelo. - Capitana Consejera Zirca, estamos a punto de llegar a Resp. ¿Sus órdenes?
- Que los militares se preparen para asaltar la ciudad en cinco minutos. - Respondo.