Esclavos De La Unión: El Continente Renacido

EPÍLOGO

Delante de mí se extienden kilómetros i kilómetros de montículos de arena, dunas creo que se llaman. Nunca había visto nada parecido, la intensidad del Sol, el reflejo de la luz en la arena, la calor (que pese a que llevo ropa para protegerme de esta, la noto). A mí alrededor veo algún que otro árbol sin hojas y de color gris. También de tanto en tanto veo unos vegetales verdes que tienen pinchos en su haber, supongo que son lo que se llama cactus. No consigo ver ningún signo de vida por los alrededores.

Mari Pili está a mi lado, con sus patas un poco hundidas en la arena, de la misma manera que mis pies. Lo bueno es que tengo unas botas que impiden que entre la arena dentro, las pocas veces que he ido a la playa lo que más me molestaba era la arena.

Noto como me golpea a la cara un aire seco y árido. La boca y la nariz las llevo cubiertas por una especie de mascara para poder respirar mejor y que no me entre nada extraño, en los ojos llevo una especie de gafas de sol de piloto, aunque pese a llevarlas noto la intensidad. Al salir de la cápsula no las llevaba puestas me he deslumbrado ante la potente luz. Según tengo entendido gran parte de una capa, que se llamaba de Ozono, ha desaparecido del planeta y por eso la intensidad del Sol es más potente. Eso sí llevo una gorra con visera para cubrir las partes de la cara que están al descubierto. Todo el resto del cuerpo lo tengo protegido, incluso las manos en las cuales llevo un par de guantes de piel negros, pero que da la sensación de que no los lleves, de que sea parte de mi cuerpo.

Me encuentro a unos cuantos kilómetros de la costa en la cual he entrado en la tierra de este continente. No sé cuánto tiempo estuve dentro de esa capsula, pero al menos más de dos días, incluso cuatro. En ese tiempo me dediqué a leer los manuales que había. He aprendido algo de supervivencia y del continente en el cual me encuentro. Según los manuales a este continente nunca llego la radiación a causa de unas bombas más potentes que una bomba nuclear (con efectos más radiactivos mucho peores). Aun así el continente no se salvó del aumento de la temperatura y de la sobreexplotación de los recursos. El nivel del mar aumento, haciendo que el agua se adentrara unos kilómetros más de lo que antes era lo habitual, dándole al continente una forma distinta a como lo veían los habitantes del Antiguo Mundo.

Cuando la capsula empezó a pitar en señal de que nos acostábamos al continente mi corazón saltó de alegría. Estaba entumecida de estar en un lugar tan pequeño y mis necesidades fisiológicas no eran muy cómodas de satisfacer, al igual que las de Mari Pili. Teníamos un cubículo mucho más pequeño, con un agujero en el suelo donde se almacenaban los desperdicios de nuestros cuerpos. Por otro lado, no he dormido tan incómoda nunca. Y bueno ¿eso de ducharse qué es? Un sueño olvidado hace tiempo. La verdad es que tengo unas ganas imperiosas de ducharme. Cuando bajé tambaleándome de la cápsula y puse un pie en el agua tuve la idea de limpiarme, pero esa idea paso pronto, no quería mi cuerpo cubierto de sal. Así que ahora anhelo algún sitio con agua donde poder rentarme. ¿No piensa en la higiene cuando envían soldados a hacer una misión?

He enviado la capsula mar adentro para que se escondiera en algún lugar y he grabado el punto en el que he bajado en un mapa de un aparato que llevo en el brazo izquierdo que me sirve como mapa, blog de notas, cámara de fotos, para grabar imágenes y alguna que otra virguería.

En mis caderas llevo las dos pistolas y un poco más arriba la ballesta de una mano. En la mochila de mi espalda llevo los manuales. También tengo el aparato para traducir en la oreja y en la máscara que llevo acoplado el traductor para cuando hable. Las cajas de la comida y la bebida las lleva almacenadas Mari Pili en una especie de compartimentos que tiene la araña en su cuerpo.

Veo delante de mí, como nunca antes había visto, la extensión. Siempre había visto árboles, casas, cosas... pero nunca tanta extensión vacía. Esto me provoca un poco de pavor, me siento desorientada y perdida, me da miedo perderme en esa vastedad y no saber volver. Empiezo a entender lo que sentían los marineros o los náufragos cuando se perdían en media del océano, kilómetros y kilómetros de agua sin saber si llegarían a algún sitio más. Sin saber si encontrarían algo de beber o comer o si por el contrario morirían de inanición y deshidratados con una muerte lenta y dolorosa. El vello de mi cuerpo se eriza solo de pensar en eso, pero ya no hay marcha atrás he de avanzar por la extensión y ver si llego a algún buen puerto, como los náufragos esperanzados de que en el último momento otro barco los recogerá o verán tierra.

- Venga Mari Pili.- Digo decidida.- Movámonos.



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En el texto hay: distopia, tecnologia, chicas protagonistas

Editado: 24.02.2019

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