La puerta se cierra detrás de mí y me quedo de pie en medio de la entrada. A mi izquierda, bajando dos escalones planos, hay un salón con chimenea. Al lado de esta hay un inmenso perro que, al vernos entrar, empieza a bostezar y se acerca lentamente hacia nosotras meneando la cola. Una bonita mesa de roble está situada en el medio de este salón comedor, decorado con unas cuantas margaritas dentro de un jarrón con agua. También hay un par de sillones y un sofá bastante desaliñado y lleno de remaches y cosidos. A mi derecha, bajando otro par de escalones, hay una austera cocina con un fogón, una nevera y una barra americana. Por otro lado, delante de mí, al fondo, un pequeño arco con un pasillo que se bifurca tanto a derecha como a izquierda. Hay bastantes ventanas por toda la estancia, todas con bonitas cortinas blancas con dibujos florales.
- ¡Guau! ¡Guau! -Empieza a ladrar el perro después de olerme.
-¿Qué te pasa, Buck?- Dice Alicia-Es Abi, aunque huela un poco raro y vaya sucia. Que, por cierto Abi, hueles fatal, necesitas una ducha. Voy a prepararlo todo. Y tú, Buck, no molestes a Abi, que no se encuentra bien.
Alicia va dando tumbos por la casa muy ajetreada, desapareciendo cuando gira un pasillo que se adentra en la casa.
- ¡Grrrrr! - Prosigue el perro gruñéndome.
Ignoro al animal y empiezo a pasear por la casa, me estoy mareando, así que decido ir a sentarme en el sofá. Casi me caigo al tropezar con un escalón y Buck, al ver mi repentino movimiento, se acerca a mí ladrándome con más ahínco. Me está produciendo más dolor de cabeza, estoy por darle a una patada y enviarle a tomar viento fresco. Pero decido que no es buena idea, así que me siento en el sofá. Nada más sentarme, un gato de color grisáceo y negro se acerca a mí, me huele un poco y se acomoda entre mis rodillas. Esto me gusta más, y empiezo a acariciar su pelaje con suavidad. Sus ronroneos me relajan, mientras que el pesado del perro me sigue vigilando con una mirada intensa, sin apartar sus ojos de mí y gruñendo suavemente. Parece que ha decido que, mientras me quede aquí quietecita, todo irá bien.
-¡Ya está todo listo! - Entra Alicia gritando y sobresaltando al perro. El gato, por su parte, levanta las orejas, mira a la chica que acaba de gritar, bosteza y se vuelve a dormir. – Vaya, Abi, pensaba que no te gustaban los gatos, siempre has odiado a Bob. Bueno, Bob, desde que lo castramos, está muy amable, siempre nos sigue y cuando sube a tus piernas siempre lo echas. Parece que incluso has olvidado eso. A ver si al fin os hacéis amigos, igual sirve de algo que hayas perdido la memoria.
- ¿Te alegras de que haya perdido la memoria? - Respondo con dureza.
- No, no es eso. - Dice Alicia sonrojándose. –Perdóname, Abi, no quería decir eso... Quería decir...
- No te preocupes. - Respondo simplemente, mientras acaricio a Bob. No sé qué dice Alicia de que me no gustan los gatos, son muy suaves, relajantes y limpios, no como ese apestoso perro gruñón.
- En cambio, ahora ignoras a Buck, cuando antes siempre estabas jugando con él. - Dice Alicia, aguantándose la barbilla con un dedo y mirando al techo. - Curioso.
- ¿Dices que antes me gustaba estar con ese chucho? - Buck ladra como si me hubiese entendido. -¿Qué quieres? Los gatos son más inteligentes, elegantes y limpios. Hablando de limpieza, ¿dices que me has preparado un baño? La verdad es que puede que eso me siente bien. Si eres tan amable ¿me puedes indicar el camino?
- Vaya, Abi, me pierdo con tus cambios de humor. - Me dice Alicia.
- Disculpa, supongo que todavía estoy conmocionada, no me hagas caso. ¿Me llevas al baño?
Alicia me coge de la mano y me ayuda a levantarme. A Bob no le hace mucha gracia eso, pero rápidamente se va a buscar un sitio tranquilo en el cual descansar. Me lleva por debajo del arco y gira hacia la izquierda. Sigo por un pasillo recto que vuelve a girar, esta vez a la derecha. Al fondo veo una puerta, que escupe vapor por debajo. Alicia, que aún me lleva de la mano, me conduce hasta ella, la abre y me hace pasar a un sencillo baño. Tiene una bañera, un lavabo, un váter y un bidet. La habitación es de color rosa. Me miro en el espejo, pero no identifico el rostro que veo, no me dice nada.
- ¿Necesitas ayuda o prefieres quedarte sola para relajarte? – Me pregunta Alicia.
-Déjame sola, gracias. - Respondo amablemente con una sonrisa de oreja a oreja.
-De acuerdo- Dice Alicia. - Voy a ver si preparo algo para cenar, que ya se está haciendo tarde y la verdad es que no hemos comido nada en todo el día, o al menos yo. Bueno, una tostada y un zumo esta mañana, pero...
-Tranquila, no te preocupes, tampoco tengo tanta hambre. - La corto, su charlatanería me está dando más dolor de cabeza. - Haz cualquier tontería.
-De acuerdo, ya no te molesto más. – Dice sonriendo, saliendo por la puerta, y añadiendo antes de cerrar. - Me alegro de que estés de vuelta.
Muevo la cabeza sin saber qué decir, no sé si me alegro o no de estar aquí. Para mí todo es nuevo y extraño. Después de que Alicia me deje, me quito las hojas que cubren mis pechos y mi vagina, tirándolas por el suelo. Miro a mi alrededor y veo que mi compañera ha pensado en todo. Hay un pijama muy mono encima de la taza del wáter. Aparto la ropa, colocándola en un rincón, y hago mis necesidades. Luego de limpiarme me dirijo a la bañera. Esta está llena de espuma y encima de ella hay un patito de goma amarillo que me hace sonreír. Empiezo a atisbar un poco la personalidad de mi compañera, cosa curiosa, porque no sé nada de la mía propia.