--¡Alana! ¡Alana! Date prisa y baja de ahí chiquilla no creas que me engañas con tu silencio. Tu madre y el conde te están buscando, tienen la mansión patas arriba en tu captura. ¡Alana! No hagas que esta anciana suba a buscarte.
Si, hola me precento en estos momentos. Soy Alana Venavides, hija de Angela, una mujer muy normal esposa de un herrero, mi padre y al cual nunca conocí porque murió un poco después de mi nacimiento. Pasé mi niñez viviendo sin formalismos, corriendo por el bosque y comiendo de las frutas silvestres que encontraba. Mi madre, al encontrarse sola y eñnececitando conseguir dinero para el sustento familiar me enseñó a hacer todo tipo de manualidades, desde tejer, hilar, bordar hasta cortar la leña que nececitariamos para preparar nuestros alimentos. Pasados unos años había conocido al conde Dominic, viudo y padre de dos chicuelas y había quedado prendado de mi madre. Que en su época había sido hija de una condesa desterrada por sus padres por huir a escondidas con mi abuelo, un simple mozo de cuadrillas. Siii ya se bien complicada mi historia. Pero bueno, les decía que mi abuela, la condesa, le había enseñado a mi mamá todas las buenas costumbres de la alta sociedad, mismas que había intentado enseñarme a mi sin haber logrado ningún fruto. Así que Dominic prendado por la belleza de mi madre, y como no una elegante mujer de rostro delgado, nariz aguileña y negra melena como el ébano, lo había ipnotizado con sus ojazos negros y se había casado con ella. La verdad el conde es muy gentil, cariñoso. Un pogo regordete para mi gusto pero bonachón en gran medida y no cabía dudas de que amaba a mi madre y me tenía mucho aprecio.
Y ahi estaba la señora Ivón el ama de llaves de la mansión dandome gritos al pié del arbol dónde había construido mi remanso de paz. Una casita tranquila entre sus ramas que me refugiaban y le daban cobijo a las largas oras de lectura o a mis sueños mas extraños.
Poco a poco asomé la cabeza y sin muchas ganas contesté:
--Ahora bajo nana. Soloe distraje un poco. Adelantate ya te alcanso.
-- A nooooo eso si que no señorita. Me dieron ordenes explícitas de que debía volver a la mansión con usted y eso pienso hacer.
Sin muchos deceos me pare y saudí la falda de mi vestido. Traté de reacomodar un poco mi cabello, lancé la escalerilla y con un poco de dificultad bajé hasta donde estaba Ivón en mi espera.
--no entiendo, tanto lío por ese dichoso edicto.
--Hay señorita Alana, no es cualquier edicto. Ese puede ser su futuro. (habló mientras caminábamos de regreso a la mansión)
-- Pero es q yo no me ilusiono con un príncipe y menos con uno que jamás e visto. Lo único que se sabe de el es que es tan feo que jamás ha salido en público y siempre que lo hace usa su ridículo antifaz. Mi ideal es un hombre bueno, que me ame por lo que soy, así despeinada, sin muchos modales, que vivamos en una pequeña casita y me de como regalo un jardín que pueda cultivat con mis propias manos.
-- Y ahi está la soñadora. Que bueno que te conformas con tan poco. Yo por mi parte si espero atrapar al principe con mis dotes (dijo reacomodando sus senos)
Y aquí estaba una de mis hermanastras, Viviane una chica rubia de ojos verdes y silueta escultural. De muy buenas "dotes" jejejejeej. Una chica risueña y bonachona aunque con estándares diferentes a los míos. ¿Que pensaban que era odiosa como las hermanastras de cenicienta? Pues no, las mías al contrario eren mis amigas y confidentes ambas un poco locas pero en el fondo muy buenas y cariñosas. Eran mellizas y su mamá había muerto en el parto. Ambas parecían dos gotas de agua, solo las delataba su altura Veronica era un poco mas bajita y menos voluminosa que Viviane.
--Pero bueno vamos tienes que arreglarte porque casi partimos al palacio de veraneo del principe. Ante tu singular emoción (dijo de forma sarcastica) me tomé el atrevimiento de preparar tu equipaje. - - terminó de decir mientras me besaba en la frente y corria escaleras arriba jalandome de mi mano.