Siendo las 6:50 de la mañana, mi madre me despertaba de un maravilloso sueño con aquella niña que robó mi corazón. ¡Vaya forma de despertar!, con claros gritos que mostraban su enfado.
-¡Ya es tarde!, ¿No piensas desayunar?, ¿Hasta qué hora piensas dormir?
De un salto salí de mi cama (Que, por cierto, estaba muy cómoda y abrigadora). Mi mamá, bien molesta por la hora que era, me hizo desayunar fugazmente a tal punto que no me acuerdo lo que desayuné. Tomé sin sentir ni saborear aquel desayuno que de seguro mi mamá había preparado con mucho cariño (o rencor), pero en ese desayuno había un sentimiento expresado, si señor.
Inmediatamente acabado mi desayuno me puse el uniforme rápidamente y tuve ese presentimiento raro de que olvidaba algo. No le di importancia y salí corriendo a la escuela.
Llegué a las 7:08 de la mañana.
¿Cómo llegué tan rápido?
Pues es simple de explicar, vivía a unos diez pasos de la escuela.
Para mi desafortunada suerte era lunes, día de formación en el pabellón principal. Varios de mis compañeros ya se encontraban formados y tenía que ir hasta el último para poder formarme. Fue entonces que mis compañeros empezaron a reír y decían:
-¡Jajajajajaja! Pero que bobo, venir así, pfff
-¡Jajaja! Miren esas medias.
-¡Jajaja! Que bobo, se olvidó de sus zapatos.
Avergonzado bajé la mirada y vi mis calcetines en vez de zapatos, esos calcetines que jamás olvidaré, uno de color plomo y el otro de color negro, empolvadas por completo. Evidentemente, el apuro de ir a la escuela y la ilusión por la ladrona de corazones me cegaron hasta los sentidos y por ello había olvidado cambiarme los calcetines y ponerme los zapatos.
No comprendo por qué me eché a reír.
¿Era un tarado? Posiblemente, sí.
¿Necesitaba mis zapatos? Era más que obvio.
Solo me quedaba reír como el niño tonto que era, no me quedaba de otra.
Ya en casa y con los ojos llorosos de tanto reír, lo único que hice fue lavarme el rostro, cambiarme los calcetines impares y ponerme los zapatos que tontamente había olvidado.
Evidentemente mi mamá me enojó, pero una vez pasada la bronca, se echó a reír de mí y mi bobería. Ya de buen humor me mandó al colegio de volada nuevamente, por que era más que tarde.
Ya en el colegio todos me miraban con burla, me intimidaba un poco la idea de que se burlen siempre de mí. Ya saben, si sufres de bullyng en el colegio quedas traumado de por vida y no quería ello.
Aún recuerdo aquella clase como si hubiese sido ayer, incómoda como nunca antes.
Estaba súper sumiso por las miradas y los murmullos detrás de mí, pero no dejaría que un error tan cómico como el suceso de la mañana malograra mi día y mucho menos me quite la felicidad que sentía por haber conocido a aquella niña.
Sonaba el timbre del receso y todos salían enseguida al quiosco escolar, solo había uno y por ende se llenaba rapidísimo.
Mi amigo y yo acostumbrábamos a comprarnos siempre un refresco y un pastelito de chocolate que sin duda nunca debía faltar, decidí contarle acerca de la linda niña. Obvio no exageré... mucho.
-Conocí a una niña súper bella, de lindos ojos, cabello rizado y piel clara.
-¿En serio? ¿Cómo se llama?
Dijo mi amigo
-Tiene el nombre más hermoso de todo el planeta Tierra, su nombre me hace suspirar cada vez que lo digo, Helena !Ahh!
-Su nombre no es tan bonito.
-¿¡Bromeas!? Es bello, único y no hay como ese nombre, solo ese nombre es digno de estar con ella de por vida.
No dejaría decir a nadie que algo de ella no era perfecto o que tenía algún defecto, ya que para mí ella era la perfección hecha carne.
Ya se podrán imaginar cómo estuve el resto de la semana, hecho un tonto al full. Concentradísimo, pero solo en ella, la pensaba y de inmediato sonreía, pues la volvía a ver en mis pensamientos.
Quería verla y decirle un montón de cosas y como ella no estaba presente ese día, decidí escribir.
Será que eres una ladrona, porque ya no siento mi corazón desde que te vi
Te quedaste con mi corazón y eso que ni siquiera te lo ofrecí
Si tus ojos hablaran, dichoso los escucharía hasta mi muerte
Pues me tienes tan enamorado que ya no puedo esperar a verte.
Y como con el anterior escrito, me creía un poeta. Cuatro líneas que realmente las escribía desde lo más profundo de mí. Aquella niña realmente había robado mi corazón de una forma despiadada, ahora le pertenecía a ella y mío ya no era.