Nuevamente estaba allí, sola. Tal como la vez anterior.
Estaba sentada en una vieja silla de cierto salón abandonado.
Estaba buscando paz, tranquilidad para poder ordenar sus pensamientos. Los mismos que parecían no querer callar nunca, en vez de eso parecían gritar con más fuerza, aturdiéndola.
Quería que el mundo callara, así fuera un insignificante minuto que, para ella sería la gloria ya que le daría un poco de esa paz que ella tanto buscaba.
Sin embargo sus pensamientos no la dejaban de atormentar, se culpaba y lamentaba por todas las cosas que había hecho mal.
Por dejar pasar oportunidades que no volverían, por extrañar a personas que no debía (de esas que no merecen ni estar en tu pensamiento), por alejar a aquellas personas a las cuales sí parecía importarle.
Estaba cansada de tomar malas decisiones a lo largo de su vida, pero parecía que no supiera hacer otra cosa ya que cuando se fijaba en esto y trataba de cambiarlo, caía nuevamente.
Allí, en esa oscuridad llena de escombros y cosas viejas se prometió no volver a sentir lástima por sí misma. Se mentalizó que todo lo que le sucedía, en cierta manera, se lo merecía ya sea por malas decisiones o por ser mezquina con los demás.
Suspiró y ese gesto tan bajo pareció ayudarle a recuperar el aliento faltante para seguir adelante. Después de todo, la vida aún no terminaba, le faltaba mucho camino por recorrer a su parecer.
Se llenó de fuerza y se levantó, la vieja silla chirrió en un sonido escalofriante que le causó un estremecimiento.
Ella, suspiró nuevamente y se dijo que nunca más volvería a este tenebroso lugar, se prometió ir en busca de nuevos recuerdos, pero esta vez serían buenos.
Dejaría enterrada esa parte tan vacía y triste que escondía de la gente, pero no por un tiempo, no. Lo haría y esta vez sería para siempre.