#5: Soledad mortífera

Todo estaba en un silencio propio de un sepulcro.

Ella se encontraba de pie en medio de ese lugar, esta vez estaba rodeada de algunos árboles y escombros. El ambiente era cálido y los rayos de luz se colaban a través de las hojas de estos grandes árboles.

Puede parecer un panorama algo grotesco y tosco, pero para ella era como una obra de arte, le gustaba admirar el paisaje, admiraba la naturaleza y le encantaba poder ver algo hermoso en las cosas que a ojos de los demás eran simples o grotescas.

Como le era costumbre suspiró y miró hacia el cielo; le encantaba ese color azul, era su favorito con esas tonalidades tan exactas.

Volviendo la vista al frente se acercó a uno de los grandes árboles y se recostó. Mientras hizo esto su mente comenzó a divagar.

Pensó en como las personas se herian mutuamente y en como lastimosamente parecía algo tan normal que asustaba.

También pensó que igualmente, así las personas no tuvieran la intención de herir, lo hacían. De eso estaba segura, lo había experimentado.

La había herido una persona muy importante para ella y claro que le dolió. Sin embargo trató de no darle mucha importancia. 

En vez de eso pensó en su manera de actuar, creía que, si se examinaba a sí misma y mejoraba, su alrededor cambiaría para bien o eso creía.

Se prometió tener mucho cuidado con sus palabras, en especial cuando estuviera enojada o dolida ya que en estas circunstancias era muy fácil decir cosas de las que se podría arrepentir luego.

Volvió la vista al cielo con el ceño fruncido y suspiró en un signo de frustración.

Eso que se había prometido era algo realmente complicado, pero trataría de cumplirlo a toda costa, iba a mejorar, eso lo tenía muy claro.

Miró al frente y sonrió al vacío, estaba satisfecha con su promesa, sintió por fin un poco de paz, de esa que anhelaba tener todo el tiempo.