Escritos de la primera semana de mayo del 2024

Clase de meditación Por Susana Torres Cabeza

El calor en aquel planeta era insoportable. Los trajes que nos habían dado, de una tela impermeable, nos hacían sudar. Nos empujaron para que avanzáramos deprisa. Se acercaba la hora de cenar y los dichosos bichos tenían hambre.

Por suerte eran vegetarianos. Comían una especie de plantas de aspecto podrido que para ellos eran deliciosas. Para nosotros su sabor era vomitivo. Recordé la lasaña de mi madre y el pollo frito de aquel restaurante que estaba al lado de casa… casa… mi casa, mi ciudad, mi planeta ya no existían. Una punzada de tristeza me hizo parar.

Me costaba respirar con aquella capucha transparente. Me acordé de las clases de meditación y yoga que los bichos se empeñaban en darnos. Inhalar fuerte, exhalar lento, inhalar fuerte…

De repente la luna se puso y a lo lejos vimos el sol. Solo que no era el sol. Era lo que quedaba de nuestro planeta Tierra.

 

Inhalar, exhalar, inhalar…

 

Rompí a llorar. Sabía que no estaba permitido, pero la emoción de ver mi antigua vida en llamas me rompió por dentro.

 

Volvieron a empujar a los demás para qué entrarán rápido. No querían más espectáculos.

 

A mí me dejaron a parte. No tendría plantas esa noche, sólo sesión doble de meditación.

Odiaba la meditación y el yoga. Odiaba aquel planeta y su comida podrida. Odiaba sus patas sobre mi piel. Odiaba los besos de aquellas lenguas triples.

 

Inhalar, exhalar, inhalar…




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