MI SUK
Años atrás
—¿Por qué no puedo ir contigo?
El rostro de mi madre permanecía inexpresivo mientras el taxi avanzaba por las calles de Seúl. Nos dirigíamos hacia el sitio en el que me quedaría durante un tiempo mientras ella se recuperaba de sus intervenciones médicas en el hospital. Solo serían pocos meses, y no la dejaría de ver porque yo le haría visitas frecuentes, pero algo por dentro me decía que aquello no era verdad.
Mamá me estaba mintiendo.
—No quiero ir, no quiero. ¡Por favor, no me lleves!
La alegría que la caracterizaba había desaparecido. Y no solo eso. Toda ella se había deteriorado, ensombrecido: su cabello, su piel, su sonrisa. Apenas era la sombra de la mujer llena de vida que alguna vez había sido.
—Ya lo hablamos, Mi Suk... —volvió a decir con la voz temblorosa, a pesar de que trataba de sonar tan firme como una piedra—. Tienes que quedarte con tu padre hasta que yo supere esto que me está pasando. Por favor, cariño, ahora no puedo hacerme cargo de ti como quisiera. No compliques más las cosas.
Miré hacia el exterior con angustia.
Solo tenía trece años, pero ya era muy consciente de muchas cosas, como... el desinterés que mi padre había mostrado conmigo desde el primer momento en el que supo de mi existencia. Y, aunque prácticamente se hacía cargo de mi manutención, era un completo extraño para mí. No lo había visto más allá de un par de veces. Tampoco conocía a su familia.
Ni ellos a mí.
¿Cómo viviría con esas personas?
Con unos desconocidos...
—No me hagas esto, mamá —lloriqueé.
Pero ya habíamos llegado.
Ella bajó del coche y abrió mi puerta en cuanto el auto apagó el motor. El conductor también bajó y puso mis dos maletas enfrente de la entrada de la lujosa residencia de la familia Park. La gran y privilegiada familia Park.
—Él ya sabe que estás aquí, me prometió que... cuidará de ti, Mi Suk —se despidió mi madre con la voz ahogada mientras me miraba a los ojos y me tomaba con fuerza de los hombros—. Podrás visitarme a diario en el hospital, así que no te preocupes. Volveremos a estar juntas muy pronto, y entonces te olvidarás de todo esto.
Pero yo no la escuchaba.
Permanecía ausente, reacia a la realidad a la que estaba por enfrentarme. Quería con todas mis células que solo se tratara de una espantosa pesadilla. No podía alejarme de la única persona que conocía en el mundo. No tenía a nadie más. Solo a ella.
—¿Lo prometes?
No supe cómo pude contener el llanto en aquel instante, pues sentí mi vida desmoronarse sin opción de retorno. Los ojos verdes de mi madre se crisparon llenos de lágrimas.
Luego, me miró por última vez.
—Te amo, Mi Suk.
* * *
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