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Capítulo 41

MI SUK

El siguiente amanecer fue distinto.

Por alguna razón, el aire de este día se sentía mucho menos denso. Tampoco era tan consciente del vacío que habitaba en mi pecho y que me impedía respirar con normalidad. Me sentía anestesiada y libre como una mariposa.

—¿Estás segura de que no te olvidas de nada?

Mason señaló mi única mochila de equipaje.

Con las cosas que había comprado durante el crucero, evidentemente necesitaría de una maleta extra, pero me había ahorrado el problema al haber donado gran parte de mis pertenencias a un par de chicas que encontré cerca del puerto en donde habíamos arribado. Mason ni siquiera se dio cuenta de ese pequeño suceso.

—Siempre cargo poco equipaje.

Apenas llegamos a Fort Lauderdale, habíamos tomado el transporte en tren a Miami y el trayecto ya nos había hecho hambre, por lo que decidimos entrar a una moderna cafetería que encontramos a nuestro paso antes de tomar el taxi que nos llevaría a la casa de sus padres. Por ahora, el plan era desplazarnos hasta su residencia en el barrio de Edgewater y luego pasearíamos por toda la ciudad, como este cálido día prometía.

Por otro lado, ya había comprado en línea un boleto para el próximo vuelo a Seúl (ya estaba decidida a perderme el que saldría aquella misma tarde), mismo que abordaría al día siguiente por la mañana; así que, de manera oficial, se trataban de nuestras últimas horas en compañía del otro. Minuto a minuto, el tiempo se agotaba.

—Yo tampoco soy de cargar demasiado equipaje, pero sin duda eres la primera chica que veo que no lleva mil cosas consigo después de terminar un largo viaje; aunque, a decir verdad, también eres la persona más fascinante que he conocido, así que ya no debería sorprenderme cada cosa de ti que te hace distinta a todas las demás.

Mason llevaba más equipaje que yo (solo una mochila extra) y, por supuesto, también la guitarra en la que yo le había escrito algo en coreano.

Sonreí por lo bajo al recordarlo.

—¿Sabes? No me importa ser invisible para todos los demás, me basta con ser fascinante solo para ti —susurré mientras leía el menú—. No digas nada, sabes que es verdad.

Mason se rio.

—No, Leah. No eres invisible.

* * *

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