MI SUK
(octubre)
Leí la última línea de aquella lista.
10. Regresar al lugar donde fuimos felices.
Había sido idea de mi madre y yo no lo había entendido:
—Pero hay muchos lugares que me han hecho feliz —debatí aquella mañana.
Mi madre me acarició la coronilla con suavidad.
—Bueno, pero en ese entonces, cuando llegue la fecha de hacerlo, tal vez solo exista uno —replicó antes de mirarme y sonreír con un deje de nostalgia—. Dejemos que el destino decida, ¿de acuerdo?
Faltaban cinco días para que fuera once de octubre.
Un año atrás, estaba a punto de partir para Lisboa y tomar aquel crucero transatlántico que me llevaría a conocer a Mason. Hacía un año, estaba pensando en todos los motivos que tenía para acabar con mi vida; estaba segura de que ya no podría renacer ningún fuego en mi interior. Ninguna luz ni esperanza.
Reprimí las lágrimas que se anegaban en mis ojos.
Sin saberlo, Mason me había salvado.
Y tenía que decírselo otra vez.
Era importante para mí.
Por eso, tenía que encontrarlo. Ya ni siquiera importaba que para él no hubiera sido real, o que se hubiera arrepentido y que, por cualquier sencillo o complicado motivo, hubiera tomado la decisión de abandonarme en aquella cafetería. No importaba en absoluto.
—Mi Suk, aquí estás.
Dae Hyun me hizo levantar la atención.
Tragué saliva y me limpié una lágrima.
—¿Estás llorando?
—No, yo solo...
Me levanté de la banca de madera.
Estábamos en uno de los jardines de la universidad y, si no me equivocaba, nuestra siguiente clase empezaría pronto. Sin embargo, había necesitado un poco de aire fresco y había salido a despejarme. De vez en cuando, aún lo necesitaba.
Intenté esquivarlo.
Él me retuvo.
—Tranquila. Puedes confiar en mí.
Yo negué y respiré hondo.
—No quiero hablar sobre esto, Dae Hyun.
Él asintió, y una sonrisa triste se pintó sus labios.
Sus ojos cafés reflejaron su resignación.
—Bueno, al menos deja que pueda reconfortarte un poco. —Se acercó a mí y conectó mis propios audífonos (que llevaba alrededor del cuello) con su celular; antes, me pidió que yo los desconectara con el mío—. La canción que aquella vez ya nunca te mostré ni volví a mencionar. Tú entiendes español, así que bien podría gustarte. Solo trata de olvidar todo lo demás y vuelve aquí, a este presente.
Sonreí.
Luego avanzamos.
Te encontré en un mirador de Lisboa,
extraña y fascinante te contemplé.
Me acerqué a ti... pero fue tarde,
te esfumaste antes de mirarme.
Mi respiración casi se detuvo.
Esa letra, esos acordes...
Con el corazón precipitado y con cientos de preguntas en mi mente, no me atreví a interrumpir y dejé que la pista siguiera reproduciéndose en mis audífonos. Y, al mismo tiempo, mientras la escuchaba en silencio, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos; porque, de una salvaje manera, empecé a entrelazarlo todo. A entenderlo todo.
Cuando te sientas triste no llores:
escucha esta canción.
Cuando pierdas la esperanza,
recuerda nuestros días.
Al final de cada noche,
imaginaré que eres feliz.
No había duda.
Esta canción... era la que Mason me había mostrado en una noche a bordo del crucero transatlántico. La misma que me confesó que yo había sido su inspiración para empezar a componerla. Esta canción era sobre nosotros.
Y si no vuelvo a verte, Leah,
en mi sueño te esperaré...
—Esta canción...
Mi voz se ahogó en mi garganta.
—Es muy bonita, ¿no? —Dae Hyun aún no se daba cuenta de mi caótica y febril reacción—. Ya la traduje, y la letra es bastante romántica.
Mi pecho se encogió.
—¿Cómo se llama el cantante?
—Marlon Nieto.
Surgió un huracán de interrogantes.
Pero todas las respuestas estaban allí.
Mason... era Marlon Nieto.
Y, por algún motivo, había hecho lo mismo que yo:
Fue otra persona durante aquellos catorce días.
Parpadeé, tan solo para espantar las lágrimas. Aunque estas ya no dejaban de brotar y no podía controlarlas. El aire no era suficiente para que pudiera respirar bien.