MI SUK
A veces, catorce días es tiempo suficiente para cambiar un destino gris y sin esperanza de una chica eclipsada en la tristeza y la soledad. A veces, catorce días son cruciales a la hora de abandonar o entusiasmarse de nuevo con la vida. Catorce días con él... fue el tiempo perfecto para que yo pudiera regresar a mí misma.
Porque aquí estaba.
En un lugar lejano.
Un once de octubre.
Con algo distinto en el corazón.
Tal vez..., un nuevo fuego.
El oleaje azul turquesa del océano Atlántico, en este cálido y húmedo crepúsculo, parecía traducir el murmullo de mi propia alma: la incesante anticipación de un latido que se desborda. Mis pies se hundían, paso a paso, en la arena blanca de South Beach. En la playa había gente y actividad por doquier; era de esperar, pues me encontraba en una zona donde los restaurantes, bares y tiendas boutique flanqueaban la costa. Todo era el reflejo de una perfecta fiesta nocturna, donde la vida era libre, nueva y caótica. Una explosión de música y colores.
Aun así, dentro, reinaba el silencio.
Tan solo aguardaba su venida.
Él tendría que llegar.
Y mientras andaba y mi cabello se revolvía en mis mejillas con el viento húmedo, solo pude pensar en lo hermosa y dolorosa que era, a la vez, la existencia humana; tanto las heridas como los buenos instantes son cosas inevitables. Y, aunque son dos opuestos, pertenecen al mismo baúl: la felicidad no existe sin la tristeza y viceversa. ¿Y qué es lo único importante? Entonces lo tuve claro: conservar el fuego propio.
Incluso en nuestras horas más trágicas.
—Esta noche no es como cualquier otra.
Esa voz única a mis espaldas.
Me detuve y mi corazón tartamudeó.
El mar me abrazó y fue dulce.
—¿Por qué lo dices?
Hacía mucho tiempo que no hablaba en español.
—Porque todo cambia si tú estás cerca.
Una sonrisa se dibujó en mis labios.
Entonces, me di la vuelta.
Y allí lo tuve.
—Espero que, aunque sea un año tarde, aún podamos tener nuestra primera cita. —Su voz profunda, intensa, se coló por cada vena de mi cuerpo—. Lamento que una estúpida camioneta me haya arruinado los planes y no haya podido llegar a tiempo.
Casi logró hacerme reír.
Sus ojos pardos brillaban.
—Y yo lamento...
—¿Darme un número equivocado? —interrumpió.
Todo encajó.
La risa brotó de mi pecho.
Una lágrima rodó en mi mejilla.
—Por supuesto, una vez más, mi mala memoria me juega una mala pasada —mi tono se quebró al final, como un eco—. Pero... tú tuviste una idea maravillosa. Y claro está, me has dejado sin escape: ¿Es que alguien podría hacer algo como esto por otra persona y no ganarse su amor por completo?
Marlon esbozó una sonrisa.
Mi pecho se llenó de un calor abrazador.
Él dio un paso, y luego otro más.
—¿Aunque ese alguien haya mentido respecto a su propia identidad?
—Supongo que, en ese caso, yo tampoco me salvo.
Mason tomó mi mano.
El contacto fue una llama tranquila y absorbente.
Me sentí refugiada, en casa, y también en caos.
—Necesitaba... sentirme como otra persona —susurró.
Apenas podía verlo a los ojos.
Las lágrimas me inundaban.
—Yo también lo necesitaba.
Luego, él me abrazó.
Y todas las partes encajaron.
Nos convertimos en un molde perfecto.
—Park Mi Suk, tú me has hecho creer en el destino.
Entre sus brazos, tomé una bocanada de aire.
Entonces, encontré mi propia voz y añadí:
—Marlon Nieto, tú me has hecho creer en la esperanza.
En aquel breve instante, nos fundimos en una sola alma. En una canción que... nunca dejaría de escucharse. Aquella que contó nuestra historia.
Nuestro perdurable fuego.
FIN