Decir que me siento ofendida sería incorrecto.
Muerdo mi mejilla con una fuerza que borda el sacarme sangre. La frustración que siento me hace sentirme controlada, nada me molesta más que sentirme como una niña que depende del permiso de alguien.
Me quedo observando la lámina de papel impermeable frente a mis ojos mientras sigo leyendo cada uno de los puntos en colores especificados con más clarificaciones de las que necesito. Vuelvo a releer apenas término la larga lista de reglas escritas en una caligrafía comparable con la de un médico.
¨¿Es necesario?¨ Gesticuló con las manos al soltar el papel.
La comisuras de sus labios estaban elevadas hacia arriba con suficiencia, como si toda la situación le resultara realmente divertida.
¨Si las cumples al pie de la letra irán desapareciendo con el tiempo¨
¿Con el tiempo? Cuanto piensa que voy a quedarme bajo su techo, bajo tu tutela.
La incomodidad de mis manos se siente con un hormigueo constante y molesto producto de la ansiedad, las froto intentando que el mismo desaparezca y suspiro con renuencia.
No soy capaz de añadir nada más, ya me ha dejado muy en claro mis opciones y a pesar de que ninguna sea de mi completo agrado obviamente me quedo con la que menos irritada me siento, o al menos eso pensaba.
Miro desde mi lugar la pequeña maleta con ropa que he traído, preguntándome donde debería dejarla. Adam parece comprender mi incertidumbre y me señala para que lo siga.
Al final del pasillo, a dos puertas de distancia de su cuarto, entramos a una habitación pulcra sin ningún tipo de decoración, lo que hace resaltar el alto cabezal esponjado de la cama.
¿Por que tiene una habitación de más?
Me limito a dejar la maleta a un lado de la puerta, justo frente a una puerta de madera corrediza blanca que supongo debe ser un armario. Me permito observar la habitación a detalle a sabiendas de que Adam esta a mis espaldas, casi como observando cada uno de mis movimientos. La cama esta cubierta por un edredon gris rayado y el cabezal, igualmente gris aunque el tonos es ligeramente más claro y de otra clase de tela, tiene unos botones grandes cosidos estratégicamente para verse más suave. Confirmo mis sospechas al deslizar la puerta y encontrar un par de cajones y una barra para colgar la ropa. No hay mucho más que merezca mucha atención aparte de eso y de una pequeña mesa de luz blanca de lo que supongo será madera.
Sin mucha ceremonia me arrojo en la cama, olvidando por un momento que tengo compañía. Es al menos diez veces más blanda que cualquiera que hubiera probado antes y no estoy realmente segura de cuanto me gusta eso, siento como si fuera a hundirse hasta que me tragara. Cierro los ojos un breve segundo y tan pronto como lo hago siento un leve toque en mi hombro.
¨Tienes diez minutos antes de irnos¨ anuncia con parsimonia y curva sus labios hacia arriba antes de dejar un pequeño reloj sobre la mesa de luz.
Son casi las 8 A.M.
No necesito ninguna explicación, con solo saber la hora y que es un Lunes es fácil saber que nos dirigiremos al curso que el dicta.
Aprovechó los minutos a sola para hacer lo que me estaba carcomiendo la conciencia. Saco de la valija las cartas que había dejado en mi habitación, esas que se suponían iban a ser encontradas después de aquella noche fatídica.
Quiero intentarlo, de verdad que quiero darle otra oportunidad a la vida, a pesar de que no creo que vuelva a encontrar algo que me apasione de la forma en la que el baile lo hacía, si puedo al menos ayudar a una persona o hacer sonreir a mi padre será suficiente, o al menos espero que lo sea.
Comienzo a romper las cartas, aún dentro de los sobre, asegurandome de que los trozos sean tan pequeños que sean prácticamente imposible de reconstruir. Adam es la única persona que llego a leer su carta y no pretendo que eso cambie.
Más allá de romperlas para que nadie logre leerlas es casi un simbolismo, romperlas significa que no necesito despedirme de nadie, pues si bien no le encuentro motivos al seguir aquí, quiero intentarlo por mi padre.
Ni siquiera me digno a cambiarme, me quedo con la ropa con la que llegue hace menos de media hora. Saco de la valija mi desodorante, cepillo de dientes y cepillo para el cabello.
La primera puerta a mi izquierda, una de las dos que separan mi habitación con la de Adam, resultó ser el baño.
¿Por que tiene cinco cepillos de dientes?
Lo primero que hago es tirar los trozos de lo que habían sido cartas en el basurero y por encima hago pequeñas bolas con el papel higiénico y los tiro encima, cubriendolas por completo.
Hago mis necesidades, me cepillo los dientes y el cabello y hago uso del aerosol en mis manos. Me debato por un segundo en dejar mis objetos de limpieza allí o volverlos a llevarlos, finalmente decido acomodarlos junto a mis otros objetos de higiene personal, pensando en lo desagradable que podría llegar a ser para el que invada su espacio más de lo que ya lo estoy haciendo. Sin contar que soy demasiado pudorosa como para dejar mis toallitas femeninas a tan simple vista.