Tener sentimientos unilaterales es una cosa, pero sentirse incómoda unilateralmente es otro nivel de pateticidad.
Lo que resto de la noche fue más o menos divertido. Luego de una plática que entre bromas dejaba ver que ninguno de los dos quería tocar el tema del beso, volvimos a la pista donde Adam fue pidiéndome que le diga algunas canciones que yo recuerde bien para luego el pasarselas al DJ y así yo poder tener unos minutos en el paraíso. Bailamos, comimos y nos reímos hasta que el último de los invitados se había ido, al salir la luz del amanecer nos recibieron.
Tarde nos acostamos y tarde nos levantamos. Ignorando el hecho de que el peli negro se las había arreglado para dormir sobre mi estómago en algún momento de la noche, nos levantamos para un bastante tarde almuerzo o una muy temprana merienda, difícil de decir.
Aún quedan dos días de nuestra estadía y los dueños de casa habían insistido en que no podía volver sin haber pasado por el parque Japonés que se encontraba a unas cuantas calles de la casa. Así que esa misma tarde fuimos con Julia y Lana, las otras dos hermanas que aún no había conocido, las cuales curiosamente ni siquiera recordaba haber visto en la fiesta.
El lugar era simplemente maravilloso, la flora y fauna era totalmente diferente a la que había visto en ningun otro lado y me prometí a mi misma que si ese país era así de hermoso algún día iría allí. Los árboles aún mantenían sus hermosas flores rosas, incluso cuando eran las últimas semanas de la primavera.Saqué algunas fotografías y prometí intentar capturar en un lienzo la forma hipnotizantes con la que el viento se llevaba los pétalos hasta los estanques artificiales, donde los peces salían a relucir cada que alguien tiraba un poco de la comida que podías de peces adquirir en la tienda interna del parque.
Ni siquiera podía recordar la última vez que había prestado atención a la naturaleza. ¿En que momento estas cosas tan hermosas habían pasado a segundo plano?
No me paso desapercibido el hecho de que las hermanas de vez en cuando se adelantaban unos metros para darnos privacidad, me pregunté también si ellas sabían lenguaje de señas, lo más seguro sería que si.
Por un breve momento sentí que todos mis problemas era insignificantes. No importaban los sonidos en ese momento pues podía sentir la brisa en mi rostro y el olor cosquilleando mi nariz. Tampoco importó si Adam no me correspondía, en ese segundo me importaron más los peces, con sus vibrantes colores y su nadar tan tranquilo. En ese segundo me sentí yo. Esa que era antes de que el baile fuera mi vida, esa que era antes de que mamá muriera, esa que era antes de que papá se deprimiera, esa que era solo yo y nada más, esa que era suficiente para si misma.
Quizá pueda volver a ser esa niña. Esa que pensaba que no había nada mejor que sembrar flores en su jardín y cuidarlas pensando en que si crecían bonitas podría pintarlas. ¿Cuando había perdido el amor por las flores?
Leticia tenía razón. Por donde sea que iba veía algo que extrañaba de la antigua yo, algo que no me gustaba de mi, una razón por la cual odiarme. ¿Como podría amar a Adam si no me amo a mi misma? Tendría que empezar un cambio desde adentro, tengo que hacer esto por mi misma para luego poder ser capaz de decir si lo amo o si solo veo en él eso de lo que carezco. ¿Como podría saberlo sino?
Quizás fueron los árboles de cerezos, quizá fue el beso de la noche anterior, las palabras de Leticia o mi dulce despertar con Adam abrazado a mi, pero supe entonces que no podía seguir así ni un minuto más. Y comencé mentalmente una lista de cosas que debía hacer antes de de decir te amo.
¨Sabes Adam, creo que tu madre tenía razón.¨ Vi por un momento el terror en su rostro al no saber de que hablaba pues él aún desconocía la conversación que habíamos mantenido. ¨No puedo amarte si no me amo a mi primero.¨ Confesé por primera vez sin miedo alguno. No era una confesión de amor, sino una de odio, aunque lo más probablemente era que él ya supiera mis sentimientos hacía mi misma mejor que nadie.
Vi sus ojos volverse oscuros y un montón de sentimientos pasar por su rostro, la tormenta en sus iris me dejo ver que había algo en mi confesión que en vez de tomarlo por desprevenido la misma causó un efecto dominó que no sabía decir a donde iba o de donde venía, pero tampoco quise pensarlo demasiado.
¨Me gusta como suena eso.¨ La sonrisa que me dio no fue compasiva ni amable, fue una sonrisa que destellaba orgullo y vi en ella los primeros pasos verdaderos hacía mi nueva yo, esa que se quería más que hoy y menos que mañana. No me había dado cuenta hasta ese entonces que mi recuperacion anterior era solo una curita que impedía a la herida cicatrizar. Debía dejar la herida al descubierto, el aire y la lluvia serían el mejor remedio.
Pronto esa lista mental pasó al papel y más tarde que temprano comencé a tachar objetivos.