Ese beso en Paris

04|| Muelle

WENDY

Mis ojos y rostro están hinchados.
Mi cabello parece lo más cerca a un nido de pájaros.
Mi ropa está toda arrugada.
Mi cuerpo está completamente entumecido a causa de la posición en la que he dormido por la noche. No sé en que momento creí que sería buena idea dormir toda doblada en un sofá dos veces más chico que mi cama.

—Hoy es un día nuevo. Hoy, oficialmente, comienza mi nueva vida.—digo en voz alta al mismo tiempo que me incorporo y hago sonar todos mis huesos.—Nada ni nadie podrá arruinar este día.

Mi estómago ruge, hace más de doce horas que no ingiero un solo bocado. —A no ser por la barra de cereales que comí de camino al aeropuerto en el auto de mi madre—recuerdo

Luego de la pequeña charla que tuve con Sara minutos después de haber llegado al apartamento, tan solo me dediqué a llorar durante unas cuantas horas, hasta que finalmente el cansancio me ganó y quedé dormida.

Me dirijo hacia la cocina en busca de algo para desayunar pero en cuanto abro la heladera solo encuentro una jarra de agua, dos limones cortados a la mitad con moho en el centro y una manzana a medio comer.

Asqueroso.

Camino hacia las alacenas y para mi desgracia también están vacías.

Genial, mi idea de comenzar el día siendo positiva se arruinó.

Me dirijo hacia donde se encuentran mis maletas, rebusco en ellas algo de ropa para cambiarme e ir al centro de la ciudad por algo de comida para desayunar. Necesito ingerir mi dosis diaria de café.
Pero no sin antes darme una rápida ducha. No hay como un reconfortante y relajador baño de espuma.

Luego de estar casi media hora en la bañera, el agua comenzó a tornarse fría y fue lo que me obligó a salir del agua para por fin vestirme y salir de este edificio.
Miro mi reloj de pulsera y son las 11:27am, aún estoy a tiempo de beber mi dosis diaria de cafeína.
Nunca es mal momento para beber café.
Termino de ajustar mis converse, tomo un suéter de una de las tantas valijas por si más tarde hace frío –aunque lo dudo, está mañana cuando desperté unos fuertes e intensos rayos de sol fueron los causantes de mi despertar. Eso, y dos pájaros que posaban en la ventana, los cuales al parecer estaban de un muy buen humor ya que inundaban el silencio de la mañana con su peculiar canto.

Ya pronta y con el gran manojo de llaves en mano me dirijo hacia la puerta principal para luego atravesar el largo pasillo y el ascensor hasta llegar a la puerta de emergencias donde se encuentran las escaleras y comenzar a bajar rápidamente los escalones de dos en dos hasta llegar a recepción, donde dos chicos se encuentran sentados en uno de los tres sofás que hay en el lugar.

—¿Tú eres la nueva verdad?—Pregunta uno de ellos a lo lejos.

—Buenos días para ti también—giro mi cuerpo para poder quedar frente a él. Su pregunta me toma por sorpresa. Usualmente las personas suelen decir "buenos días" u "hola" antes de comenzar a entablar una relación.

—¿Tú me dices eso a mi?—ríe de forma sarcástica

—¿Disculpa?—su comentario me toma por sorpresa

—¿Acaso tu no eres la que me llevó por delante ayer por la tarde?—mierda—no podemos hablar de modales cuando tú tampoco te disculpaste por haberme atropellado con tus maletas—mierda, para que he hablado—y golpearme en la frente con la puerta de emergencias—dice al mismo tiempo que señala una curita blanca que cubre una esquina de su frente—Yo no habré dicho buenos días, pero tú tampoco dijiste lo siento—quiero decirle que él no sabe el motivo por el cual yo estaba tan apurada, pero eso implicaría decir la verdad, una verdad que ni a él ni al chico que está a su lado les incumbe.

Ahora que lo menciona, recuerdo que ayer cuando iba llegando a la puerta de mi apartamento tropecé con alguien de camino, pero iba tan apurada por refugiarme tras esa puerta al final de pasillo que parecía hacerse eterno, que no fui capaz de voltearme y mirar con qué o con quien había tropezado.

Sus ojos azules me observan muy detenidamente en la espera de que emita palabra alguna, pero tan solo soy capaz de observarlo a él y al otro chico a su lado.
Muevo mis ojos de uno a otro en un intento de hacer tiempo mientras busco una respuesta, pero nada se me ocurre. O al menos nada coherente para decir sin quedar como una idiota.

—¿Te han comido la lengua los ratones?—pregunta el chico con acento raro. Su amigo levanta la cabeza de la pantalla de su celular, ríe y vuelve a concentrarse en el aparato.

—Bueno—digo luego de una pausa acomodando mi bolso en el hombro—lo siento. ¿Estás conforme? ¿Mejor tarde que nunca no? Ahora, debo irme.—dicho eso, doy media vuelta y lo dejo con la palabra en la boca. Mi estómago comienza a rugir, sino me alimento dentro de los próximos quince minutos juro que moriré de hambre.

Según mi celular estoy a unas pocas cuadras de una cafetería, por lo tanto sigo el trayecto que este me indica. Aún no conozco del todo el lugar, o mejor dicho no lo conozco en absoluto, es por eso que debo recurrir a la tecnología, de lo contrario podría perfectamente ubicarme según los locales que me rodean. Tengo muy buena memoria fotográfica a decir verdad.

Mientras sigo la línea azul que indica mi celular, no dejo de pensar en el chico que se encontraba en recepción, quien se cree que es para recriminarme por no haberle dicho un simple "lo siento". El maleducado es él, soy yo quien se acaba de mudar, como mínimo podría haber tenido la delicadeza de darme la bienvenida.

Vuelvo a mirar mi teléfono, luego hacia mi derecha y podría jurar que ya he pasado frente a esta florería no una, sino dos veces. Creo que llevo varios minutos girando en círculos.

—Maldita tecnología.

Vuelvo a introducir la dirección de la cafetería en mi celular, pero de repente mis fosas nasales captan ese característico olor que tanto adoro y al que me considero casi adicta:




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