WENDY
Hace unos años atrás
—¿Aún sigues aquí? —Asiento con la cabeza mientras me coloco un top a rayas —¿Qué crees que estás haciendo? —lo observo confundida, hasta hace unos segundos él se encontraba con todo su cuerpo fuera del probador y con tan solo su cabeza dentro observándome (o controlándome mejor dicho). ¿Por qué hasta hace uno segundos atrás? Porque ahora mismo se encuentra a mi lado tirando de mi top hacia arriba y lanzándolo bruscamente al suelo
—Pero... ¿Qué haces? —protesto
—¿Acaso crees que te dejaré ir así vestida?
—¿Qué tenía de malo ese top? A mi me gusta, es más, me encanta como me queda —su cara de asco y odio me dice que no me va a gustar en absoluto su respuesta
—Primero, pareces una zorra así vestida, y segundo debería darte vergüenza ponerte eso tan corto y mostrar tu abdomen para nada plano —sus ojos me escudriñaron de arriba a abajo sintiéndome insegura. Intento controlar las lágrimas que desean a gritos deslizarse por mis mejillas pero es imposible, con su vista aún puesta sobre mí, mis ojos son lo más parecido a dos cataratas.
Recojo el top del suelo, vuelvo a vestirme ya que aún estoy en ropa interior, y me dirijo hacia afuera del probador empujándolo a él en el camino y lanzando el top hacia un canasto lleno de ropa.
—¡Wendy, ven aquí! —siento que grita a mis espaldas pero no le presto atención. Limpio las lágrimas de mi rostro con el borde de la sudadera y sigo caminando en dirección a mi casa, estamos a uno o dos kilómetros de distancia, pero ahora lo que menos quiero es esperar a Nate e irme en el auto junto a él.
>>¡Wendy, he dicho que te detengas! —sus piernas son mucho más largas que las mías, por lo que no tardó mucho en alcanzarme y colocarse a mi lado. Su mano sujeta fuertemente mi brazo derecho y me obliga a detenerme —¿A donde te crees que vas? —intento zafarme de su agarre ignorando por completo su pregunta pero esta vez me sujeta con más fuerza provocando que ahogue un grito de dolor
—Nate, m-me estás ha-haciendo daño
—¿Y ahora por qué lloras? —pregunta al ver mi rostro empapado en lágrimas —Eres tú la que me abandona en esa tienda y sale corriendo ¿y encima tienes el descaro de largarte a llorar? Me estás haciendo perder el tiempo, vámonos a casa —tira de mi brazo en dirección a su auto pero mis pies parecen estar clavados al suelo como dos estacas de madera
—Me iré caminando sola —una vez más intento soltar su agarre pero es imposible
—¿Que has dicho?
—Que me iré...
—Si si, ya te he oído la primera vez —me interrumpe—tú no irás a ninguna parte. Tú vendrás conmigo —su voz comienza a elevarse llamando la atención de las personas que caminan a nuestro lado — te subirás al maldito auto y no quiero volver a oírte decir ni una sola palabra ¿me has oído? —vuelve a tirar de mi brazo
—Te he dicho que quiero ir a mi casa caminando
—Y yo te he dicho que te vendrás conmigo —resalta esta última palabra
—¿Por que siempre haces eso? ¿Por que siempre soy yo la que termina llorando? ¿Por que me denigras de esa manera?
—¿De que mierda estás hablando? Yo no he hecho nada, eres tú la que se encapricha como si fuese una niña. Ni mi prima de seis años se comporta así como tú
—Me estoy hartando de tus golpes, de tus gritos, de tus palabras hirientes —hago una pausa y veo cómo sus brazos se tensan, como sus ojos se inyectan en sangre y como aprieta la mandíbula—me estoy hartando de ti —digo finalmente, pero enseguida me arrepiento, porque milésimas de segundos después un fuerte dolor en mi estomago provoca que me retuerza de dolor, mi vista se nubla, comienzo a ver todo borroso, siento una voz masculina gritar mi nombre y otra vez, siento otro golpe pero esta vez en mi mejilla, una bofetada, quizás un puñetazo, no lo sé.
No se cuánto tiempo he estado inconsciente, pero cuando logro abrir los ojos noto que ya no estoy en el estacionamiento de la tienda de ropa, estoy en mi dormitorio, acostada en mi cama vistiendo mi pijama de Mickey Mouse y cubierta de bolsas de hielo y parches de algodón sobre mi piel.
Ahora
Me despierto sobresaltada con la boca seca y el corazón latiéndome a mil por hora. Llevo mi vista hacia la mesita de luz y noto como la pantalla de mi celular parpadea con un insistente sonido: el despertador. Lo apago, me quito las sábanas de encima ya que estoy sudando y en cuanto comprendo lo que acaba de suceder las náuseas se apoderan de mi y salgo corriendo al baño a vomitar.
Lo que acabo de tener no fue un sueño o una pesadilla, fue un recuerdo.
¿Por qué mi cerebro no puede proyectar imágenes más alegres, más hermosas? ¿Por que siempre tiene que recordarme mi pasado? ¿Por qué siempre es Nate quien invade mis pensamientos y no Chase?
—"Porque aún no superas esa etapa de tu vida" —me recuerda mi conciencia
Intento alejar tanto ese recuerdo como todo lo que esté relacionado con Nate, hoy es un día especial y nada lo arruinará. Ni Nate, ni mis miedos, ni nada que esté relacionado con mi pasado y con todo aquello de lo que tanto estoy intentando deshacerme.
Luego de darme una ducha, cepillarme los dientes y estar frente al armario alrededor de veinte minutos decidiendo que ropa ponerme me dirijo a la cocina a desayunar, en dos horas y media vendrá Chase y yo sigo de pijama porque aún no me decido como debo estar vestida, mis nervios están a flor de piel, tanto que ningún peinado y ninguna vestimenta me parece adecuada. Termino de desayunar mis dos tostadas con jugo de naranja y vuelvo a mi dormitorio, abro el armario y me pruebo frente al espejo tres jeans diferente, dos pantalones cortos, dos faldas, un top y tres blusas. Finalmente me decido por un vestido corto y floreado, mientras que mi cabello opto por dejarlo suelto y que caiga por sobre mis hombros.