Prefacio.
La señorita Beghan.
La señorita Beghan era una mujer muy entusiasta, joven y con ganas de que todos puedan disfrutar, seguramente la más positiva de su grupo de amigas y de entre todos los demás educadores. Por aquello, muchas veces sus alumnos no la tomaban en serio o le hacían caso, era demasiado buena y flexible.
Era jueves y, aunque los jueves nunca eran tan emocionantes, hoy conocería a su nuevo alumno por fin (mucho se había aguantado durante los anteriores días de la semana a saber quién era el dichoso alumno del que los profesores han estado hablando). No solían llegar muchos a los años superiores y por ende siempre eran los mismos rostros, estaba eufórica por tener a alguien nuevo.
En cuanto tuvo la oportunidad de presentarse ante él ya en la clase, se alegró de tenerlo también sentado delante así podría platicar y conocerlo un poco más.
—Bien, Adam, entonces déjame continuar con la clase y seguimos hablando, me intriga mucho poder conocerte y saber más sobre los libros que estás leyendo actualmente. Tengo unos muy buenos para recomendar si te gusta el suspenso, pero te los diré luego.— Pronunció Beghan antes de levantarse de su asiento y volviendo a tomar la tiza blanca para escribir en la pizarra —Completen eso con la información de la página 83 y entréguenmelo al finalizar ¿Si?— Algunos asintieron con la cabeza y de parte de otros se escuchó muy fuerte y claro el Sí en respuesta a su pregunta.
Adam había demostrado ser alguien de pocas palabras, tímido e introvertido aún ante la gran personalidad de Beghan, la cual hacía sentir confiado a cualquiera que tenga enfrente. Así que no se atrevió decir que no tenía el libro y se quedó mirando a los lados en cuanto ésta se distraía y comenzaba a hablar sola.
Fue entonces que su mirada conectó por un segundo con la de otro chico, el cual parecía haberlo estado mirado ya desde un tiempo, o al menos así lo sintió Adam. Incómodo continúo mirando hacía los lados y, solo para comprobar, regresó la mirada al que podría ser un potencial acosador viendo como éste la levantaba al sentirse también observado. Apresurado, Adam apartó la vista y rezó para que éste no crea que lo estaba mirando a propósito, él solo quería comprobar algo.
—Adam, ¿Cómo que no has hecho nada? Cariño, todos aquí están trabajando aún ¿Por qué tú no haces lo mismo?— preguntó Beghan al tomar la hoja del nuevo pasados unos veinte minutos confundida y decepcionada al ver todos los puntos a realizar vacíos. Desde el otro punto de la situación, se encontraba un asustado Adam cabizbajo que no sabía qué responder o siquiera si iba a tener voz para hablar, sentía que poner excusas aunque fueran reales no valdrían de nada, tenía que haber pedido el libro antes y no ahora en todo caso.
—Perdóneme, yo... bueno, yo no lo he dado en mi clase anterior a esto y aún no tengo el presupuesto para pagar los libros, discúlpeme.— tartamudeó un poco al principio, sintiendo las miradas del resto de los presentes sobre él. Beghan también se percató de ello y rio cortando la tensión del lugar, dejando la hoja sobre la mesa una vez más.
—Cariño, soy tu profesora, mi deber es guiarte y ayudarte en todo lo posible con ésta materia. Si no tienes los conocimientos o los materiales, yo puedo proporcionártelos. Dime Adam, ¿Crees tener algún otro inconveniente si te presto mi libro?— Adam negó y ella entonces sonrió. —Genial, déjame primero ir a por una silla, te explicaré lo que estamos dando de paso.
Quizás esa fue la primera vez que Pierce oyó hablar a Adam en lo que iba de la semana, apenas pudo entender lo que dijo pero lo entendió y entonces se preguntó si estaba buscando un libro rato antes y que por eso lo miró. Después de todo, Pierce ya estaba haciendo esa página cuando Beghan pidió que la realizarán y terminó al poco tiempo. Si Adam hubiese visto que Pierce no lo estaba usando, tendría lógica que lo haya visto con la intención de pedírselo. Aún así, no se lo pidió. Lo cual le pareció completamente estúpido y sin sentido ¿Qué le costaba pedir algo? Ni siquiera debía ser a él, con que se lo pida a su compañera de atrás bastaba.
El timbre repentino del establecimiento lo sacó de sus pensamientos y solo miró a los alrededores escuchando como sus compañeros comenzaban a gritar "fuego" en señal de broma por el ruido.