Espada de Hierro

Puerto

VIOLET 

 

Durante tres días, planeo y observo el puerto, esperando, encima de los techos de las casas, aprovecho cada oportunidad que tuvo para escuchar a hombres marineros hablar sobre la gran carga que llegaría dentro de unos días, proveniente del continente occidental. 

Pero la desesperación por ayudar a su hermano, la llevo a entrar en los lugares más oscuros, donde hombres bebían y se jactaban en codicia con mujeres, violet hizo lo posible por ocultarse y parecer lo más silenciosa posible, era tan pequeña que no le fue tan difícil esconderse en lugares reducidos. 

La información que pudo recolectar, era que la mercancía llegaría cuando el sol estuviera a punto de ocultarse, un hombre llamado Peter Weskely, quien supuso era el capitán del barco, guiaría a sus hombre a bajar el cargamento en el muelle para reorganizarlo y enviarlo a la corte, pero  tomarían un descanso después de bajar mil quinientas cajas, dejando a unos guardias vigilando. Ese sería el momento justo donde ella debía acercarse sin que nadie lo notara, y robar la bolsa de medicinas, mientras Lambert provocaba un incendio intencional en las cajas más alejadas, utilizando bombas caseras que habían fabricado  durante tres días, él sería el señuelo y luego tendría que huir. 

Su único pensamiento era Aslak, su enfermedad cada vez más empeoraba, lo único que lo esperaba era la muerte, y ella no estaba dispuesta a permitirlo, se negaba a dejarlo ir, era la única familia que le quedaba, así que se aferró a cada pedacito de esperanza que le quedaba y lo guardo en su corazón. Los riesgos eran enormes, si la capturaban podrían cortarle las manos o enviarla a prisión, con el rey o incluso la muerte, y de nada serviría si moría y no podría salvar a su hermano, habían muchas posibilidades de que todo saliera mal, no tuvo que pensarlo mucho para hacerlo, haría cualquier cosa que estuviera en sus manos. 

Envolvió en las sabana a Aslak, su tono era cada vez más enfermizo, y le dio un beso en la frente disfrutando de su tacto antes de marcharse, no sabía si volvería a verlo, pero esperaba que sí. Antes de ponerse de pie, una mano la detiene, es Aslak, ha abierto sus preciosos ojos turquesa.   

—¿te iras?—su voz era débil como si le costara mucho trabajo. 

—sí, pero volveré pronto— le dijo mientras acariciaba su frente y corriéndole los mechones castaños. 

—¿me prometes que no me dejaras?— sus ojos estaban brillosos, su pecho sube y baja con dificultad. 

—lo prometo, eres valiente, resistirás hasta que regrese—él hace un imperceptible movimiento como un asentimiento. Violet le hace un gesto con la cabeza a Lyra para que se siente donde ella había estado antes y cuide de Aslak. 

  —cuidare de él con mi vida— lo dice con tanta convicción que le resulta difícil no creerle, una parte de ella se siente aliviada. Asiente y se une a Lambert que ya lleva la bolsa de costal en el hombro en donde están las bombas.  

—¿estas lista?— pregunto con cautela. 

—creo que nunca voy a estar lista para dejarlo ir, pero hay que intentarlo— dijo ella tratando de apretar los ojos, para que no se le salieran las lágrimas. 

—está bien, volverás a estar a su lado en poco tiempo— abrió y cerró la boca como si quisiera decir algo más, pero no lo hizo.  

Se separaron en la siguiente calle, Violet escaló por la pared de una de las casas, trepando por los ladrillo uniformes, su cuerpo protestaba por el frío, pero se obligó a continuar. Se impulsó con toda la fuerza que pudo, hasta que sus pies tocaron el techo. 

Camino y salto, ocultándose de cada persona que alzara la vista, solo le hacían falta unas cuantas calles para llegar. La briza le golpeaba el rostro, apretó la mandíbula para mantener los ojos abiertos, sus huesos se congelaron. 

Hasta que salto en el último techo de la caverna, la música hacia vibrar las paredes, el parloteo y las risas salían por las ventanas llamando la atención. Era fácil saber porque escogían la noche para bajar las cargas, les otorgaba la oportunidad de infligir la ley, sacando embalaje ilegal o robando los paquetes de sobra, en beneficio propio. 

A la distancia podía ver los tres últimos hombres bajando y organizando las cajas. Uno de ellos saco un pañuelo y se limpió el sudor de la frente, luego de que otro  dijera algo, los demás empezaron a reír, cuando terminaron, dejaron al más alto y corpulento a cargo de vigilar, para tomar rondas. 

Violet bajo por de la pared, hasta descender encima de la caja de basura, luego dio un brinco, aterrizo sobre el suelo. Salió del callejón como una sombra, cruzo la calle, bajo por  las escaleras de piedra que conducían al mar, las olas golpeaban las rocas, con ese inconfundible olor marino, se metió en la orilla, el agua le llegaba hasta las rodillas, el líquido se veía más oscuro por el anochecer, el cielo se pintaba de colores naranja, rojo y amarillo, tras el sol ocultándose.  

Debajo del puente de madera sobre el agua, la ocultaba de toda vista, algunas fuertes pisadas, pasaban por encima de ella, haciéndolas sacudir las tablas, y que la tierra se le metiera a los ojos, los hombres hablaban en otro idioma que no lograba entender completamente. Camino con sigilo rodeando el estribor del barco marrón, con las velas sondeando con la brisa, la proa oxidada que en el algún momento fue plateada con la forma de un León , el enorme mástil se alzaba imponente, con una bandera de color rojo  con la forma de un  León el símbolo de la corte luna llena.  

Llego hasta los contenedores, cajas de todos los colores, amontonadas, en hileras, para enviarlas al castillo. El mismo hombre alto de antes, alumbraba todo el lugar, con una linterna de aceite en la mano, cuidando de la mercancía. Violet se dio dé cuenta de que las cajas tenían grabado números con tinta negra, y los nombres de lo que contenían, no entendía lo que decían, ya que no sabía leer. Se sintió impotente, si escogía una a la asar, podría equivocarse, dejo que su instinto la guiara, se acercó a la más próxima, iba a abrirla, pero se dio dé cuenta de que estaba cerrada con una cerradura de acero con válvulas de compuerta, tenía un candado. Soltó una palabrota, inapropiada de una niña, y alzo la vista, confundida por no escuchar nada, se suponía que ya deberían de haber explotado las bombas y provocar el incendio como una distracción. Si Lambert no se apresuraba, perderían la oportunidad de hacerlo antes de que los demás marineros salieran del bar, y se reunieran para llevarse la carga. Empezaron a sudarle las manos, un miedo se instaló en su pecho, si algo le había pasado a Lambert, estarían perdidos. 




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