Especial Ángel Ciego. La Bella y el Namek

La Torre

— Estos se ven fuertes, serán buenos esclavos — dijo uno de los hombres señalando a los pequeños.

— ¿Qué hacemos? — preguntó la niña a la mujer, angustiada.

— Ten — le pasó un cuchillo pequeño — cuando queden solos suéltalos y busquen otro lugar para esconderse.

— Pero ¿Y tú?

— Yo estaré bien, los encontraré, te lo prometo.

— No lo hagas, te llevarán como esclava — le susurro Mai.

— Eiii, idiotas, a que no me alcanzan — gritó Izbet y salió corriendo.

— Mira — dijo uno — una mujer, a por ella.

Solo se quedó uno de los soldados, Mai aprovechó, tomó una rama, y le golpeó la cabeza, cuando cayó desmayado, la niña cortó las amarras de sus amigos y huyeron. Shu miró hacia los árboles, donde se perdió la mujer.

— Aunque no contaba buenas historias para irse a dormir, la echaré de menos — siguió a los otros.

— Debo encontrar un lugar para esconderme — se decía Izbet mientras corría con los brazos por delante para no golpearse la cara, por suerte recordó que por ese camino había un agujero en un árbol — debo apurarme, se acercan — atrás sentía a sus perseguidores, pisandole los talones.

Se metió en el tronco, justo a tiempo, a su lado se detuvieron los perseguidores.

— No la veo, se mueve muy rápido. 

— Vamos a tener que conformarnos con los pequeños.

— No, ahora es por honor, debemos encontrarla.

Siguieron por el sector, hasta que llegó el que habían dejado con los niños, tocándose la cabeza.

— ¿Qué te pasó? — preguntaron los otros, al mismo tiempo.

— No lo sé, de repente alguien me golpeó, cuando desperté no había nadie.

— No nos quedaremos sin nada, sigamos buscando — y empezaron a revisar todos los lugares.

Por suerte no la vieron, al quedar todo tranquilo por mucho rato, Izbet salió despacio, pero con tan mala suerte que se tropezó y cayó por un declive del terreno, rodo por varios minutos, hasta que perdió el conocimiento.

Cuando despertó ya era de noche, no pudo ubicarse, se levantó y comienzo a caminar, con ayuda de una rama encontró un camino.

"Ojalá los niños estén por aquí, pero por ahora no puedo gritar, esos tipos pueden encontrarme, aunque la verdad no sé ni dónde estoy yo".

En la noche durmió acurrucada a un lado del camino, luego siguió avanzando, al anochecer sintió una linda voz que cantaba. 

— Hola ¿Hay alguien aquí? ¿Dónde está? — sentía que era muy alto de donde salía el sonido.

— Aquí en la torre ¿Qué te pasa?

— Soy ciega, estoy perdida.

— Camina un poco más a tu derecha, encontrarás mi pelo, es como una soga grande, sube por ella.

La mujer hizo lo que le dijeron, así encontró en la parte alta de una torre a la jovencita, de no más de 16, muy amable y alegre.

— ¿Cómo te llamas? — la voz de la dueña de la torre era muy suave.

— Izbet ¿Y tú?

— Rapunzel ¿Quieres desayunar? Vienen pocas personas a verme.

— Es que es difícil llegar — tuvo que guiarla la anfitriona, ya que un par de veces chocó con el pelo de la muchacha — gracias, todo estaba muy rico ¿Vives aquí sola?

— Sí, aunque a veces viene una bruja que me trae comida, y lo que necesito para vivir, pero todavía falta más de una semana para eso. 

— ¿Y por qué te ayuda esa bruja? No se supone que son malas.

— Ella no es así, es muy buena, me tiene en la torre para poner a prueba al hombre que me desposará, quiere que él que me tome como esposa sea el mejor de todos.

Estaba tan cansada Izbet, que pido si podía pasar la noche allí. Así además podría tratar de encontrar a los niños.

— Puedes quedarte hasta que la bruja vaya a venir, es algo complicada de carácter, sería mejor para las dos que no te encuentre aquí.

— Gracias — se acomodó en el piso con unas mantas que le pasó Rapunzel.

Ambas pasaron buenos momentos juntos ya que la muchacha normalmente estaba sola, rápidamente pasaron los días, a pesar que los buscó, Izbet no encontró a los pequeños. 

Así que decidió seguir en su búsqueda.

— Fue un placer conocerte. 

— Lo mismo digo Rapunzel ¿Quieres venir conmigo?

— No puedo irme, estoy esperando a mi amor que me rescatará.

— Pero si puedes bajar sola si quisieras ¿Por qué no lo esperas en libertad?

— Es más romántico si lo espero desde esta torre, y él me rescata.

— Si esos piensas... nos vemos y gracias por todo.

— De nada, cuídate mucho, y si vienes cuando no esté la bruja podemos volver a hacer pillamadas.

— Claro — bajo por el cabello — que rara es esta muchacha — pensó Izbet cuando empezaba caminar. 

Siguió andando un día completo, por suerte no pasó hambre, Rapunzel le dio algo de comida. Al amanecer llegó hasta una ciudad, allí todos la miraban raro, y murmuraban entre ellos.

— Alguien puede ayudarme, no puedo ver — dijo a ver si alguien se le acercaba.

— Que diferente es — era el comentario general.

Por suerte un amable anciano le dio agua, y la ayudo a sentarse en el muro de la noria.

— ¿Cómo te llamas muchacha? — preguntó interesado.

— Izbet.

— ¿De dónde vienes? ¿Y tu familia?

— Perdí la memoria, solo recuerdo mi nombre.

— Pobrecita, ven a mi casa.

Allí le paso ropa de él, ya que no tenía femenina, Izbet la recibió y cerró la puerta del cuarto que le pasó para que se cambiara. 

"Mejor me cuidó, con mi suerte capaz que sea un pervertido".

— Gracias por ayudarme — dijo algo nerviosa Izbet cuando salió, con un pantalón muy ancho y una camisa que le quedaba larga de mangas.

— ¿Quieres comer algo?

— Sí, tengo hambre.

Por unos días vivió en la casa del anciano, que la trató como a una hija.

— Voy a vender unas cosas al otro pueblo, por favor Izbet, cuida de la casa, hay muchos ladrones por los alrededores — dijo subiendo a la carreta, que era tirada por un caballo percherón.



#12774 en Otros
#1848 en Humor

En el texto hay: princesas, humor amor, izbet

Editado: 18.01.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.