Esa noche, Izbet bajo por un lado de la gran escalera, esperaba escuchar música y murmullo de los asistentes a la fiesta, pero todo era silencio. El príncipe bajo desde la otra escalera, venía con su gi morado, turbante y capa alba.
— Pensé que habría más gente — comentó la mujer.
— Solo estaremos los dos.
Al escuchar esto ella dio un paso en falso, si no fuera por el príncipe se hubiera caído.
— Lo siento, pise el borde del vestido — se excusó avergonzada.
— Mejor te tomaré del brazo, no quiero que te caigas, no sería apropiado. Vamos a cenar, si te parece.
— Claro.
La comida fue amenizada por un violinista.
— Ahora ¿Me acompañarías al salón de baile, por favor?
El lugar era muy grande, a un costado había una orquesta, ambos bailaron por un par de horas, sin cansarse.
— Sabes bailar muy bien, temí por los dedos de mis pies — bromeó ella.
— En realidad son los míos los que han sufrido un par de tus pisotones.
— Lo siento, no sé moverme bien.
Cuando ya era casi medianoche, salieron a uno de los balcones donde probaron unos bocadillos que estaban en una mesa acomodada en el lugar, el príncipe decidió que era el momento de declarársele.
— Izbet, yo... yo... — esto es más difícil que cuando estoy en las batallas — creo... pienso... no... estoy seguro que yo te...
En ese momento se sintió un gran estruendo en las puertas principales, los enemigos del monarca, aprovecharon que él pasaba todo su tiempo en el palacio, reunieron sus fuerzas y se lanzaron al ataque en ese momento.
— Los del reino vecino atacan el palacio — el general venía corriendo a avisarle a su gobernante.
— Izbet, ocultat... — el príncipe no alcanzo a decir nada más, ella se acercó a la mesa, por la prisa se le cayó un zapato, tomó un cuchillo y cortó el faldón del vestido, tomó su zapato de tacón y el perdido, los ató a las puntas de la tela, y los uso como un par de nunchakus.
— Ya estoy lista — le gritó y se puso contar la pared, así el flanco a defender era solo frente a ella.
— General, vamos a contraatacar — se fue corriendo a organizar la defensa.
Por suerte todo fue rápido, y con buen resultado para los habitantes del palacio, supuestamente. En la madrugada el consejero fue a buscar a Izbet.
— ¿Cómo está señorita?
— Bien, esos no me sirvieron ni para el arranque ¿Y el príncipe? — preguntó riendo la mujer.
— Mal, lo hirieron de muerte, por eso vine a buscarla, la está llamando.
— ¡¡No puede ser!! Lléveme con él, por favor.
Cuando llegó a su lado, él estaba en el piso, su pecho lleno de sangre.
— Que bueno que pude verte por última vez — susurró el moribundo.
— No puedes morir, te salvarás ¡¡Qué traigan a un médico!! — gritó con todas sus fuerzas Izbet.
— Te pido un favor — susurro el príncipe.
— El que quieras — respondió sollozando la mujer.
— No grites tan cerca de mi oído, lo tengo muy sensible.
— Lo siento, es que... no quiero que te mueras.
— Ni yo — tosió y botó sangre — con el tiempo me di cuenta que te amo.
— ¿A pesar que no soy una dama? — las lágrimas no dejaban de fluir de los ojos de Izbet.
— A pesar que no eres una dama — rió — te amo...
— ¿Por qué no me lo dijiste antes tonto? Yo también te amo.
En ese momento, una bella mujer de pelo oscuro ondulado apareció, vestía como un hada.
— Por fin tu corazón conoce el amor, y has logrado que alguien te ame desinteresadamente, con eso acaba mi maldición.
La bruja abrió los ojos y levantó su barrita, todos los demonios y su gobernante fueron envueltos en una luz, se elevaron a una altura del suelo. De a poco fueron volviéndose humanos, el consejero y otros más volvieron a sus formas femeninas, hasta que solo el príncipe faltaba por cambiar, empezó a bajar el brillo a su alrededor y...
Se escuchó su voz diciendo: Izbet, despierta... despierta de una vez.
La mujer abrió los ojos confundida, sintió el suelo frío del lago congelado en su espalda, y el ki de muchos de sus amigos cerca; Dende, Bulma con su hijo, Milk con Goten, Pilaf, Mai y Shu, todos asustados esperando ver si reaccionaba.
— ¿Qué pasó? — preguntó la ciega, tratando de incorporarse.
— No te levantes — le pidió Dende — estuviste muy cerca de morir.
— ¿Te sientes bien? — preguntó Krillin — salvaste a Marron. Te lo agradezco mucho — le tomó la mano e hizo una pequeña reverencia.
Entonces Izbet recordó como la niña rubia había caído en el agua congelada, y ella se había metido a la laguna para salvarla.
Cuando la lanzó dentro de una bola de energía, 18 vio a su hija en el aire, la androide la tomó antes que cayera, la llevó a la cabaña, la cambio de ropa, y la abrigó, cuando comprobó que la niña estaba bien volvió con los que habían llegado, justo para ver como Dende curaba a la medio demonio.
— Estoy bien, solo me duele un poco la cabeza — Izbet se dio cuenta que su ropa estaba seca, debe haber sido Piccolo pensó al sentirlo cerca de ella.
— Un bloque de hielo te aplastó, estaba mirando desde el Templo cuando vi como rescataste a la pequeña — explicó Dende.
— Sentí tu ki subir de golpe, por eso vine a ver — dijo Piccolo, aliviado al ver reaccionar a la medio demonio — demore un poco en encontrarte en el agua, cuando sentí a Dende que venía, fui a buscarlo y lo traje lo más rápido que pude.
— Fue como si hubiera subido en un jet — dijo el dios de la Tierra, ya más relajado.
— ¿De verdad te sientes bien? — Videl, a pesar que veía bien a Izbet, estaba preocupada por ella.
— Sí, solo quiero dormir un poco, y no volver a ver ninguna película de princesas en un buen tiempo
Las mujeres rieron recordando que las niñas las habían obligado a ver todas las de Disney en esos días.
— ¿Quieres ir a dormir? — preguntó Dende.