Entre todos mis compañeros del kinder, entre todos esos niños y esas niñas, había una que no era distinta a los otros, por el contrario, era idéntica; si es que hablamos en el comportamiento. Todos eran igual de escandalosos, revoltosos y traviesos. Cuando no habían profesores en el aula, no podían mantenerse un sólo segundo en silencio; y por ese mismo motivo me excluían del grupo, pues no les acusaba, pero tampoco los acompañaba en el desmadre.
Sin embargo, esta compañera llamada Kristel, era la que menos me parecía importante, aunque me preocupaba, pues cada loca forma en la que se comportaba evidenciaba la poca estabilidad familiar que tenía. Estaba claro que tenía problemas, y no sólo familiares. Era muy gritona, corría demasiado por todos lados y a veces hasta se agarraba a golpes con otros del salón... y se mostraba muy orgullosa de ella en cuanto decía: "Sí, yo estoy loca, soy una loca, super loca".
Muchos dirían que era un juego o una broma, pero vaya que yo no podía tomarlo como eso, al contrario, lo tomaba muy enserio, porque mi madre siempre me había dicho: "No hay palabra suelta sin más, todo tiene su razón de ser".
No diría que esa "loquera" de Kristel haya sido un problema, pues en realidad no me atrevía a verla con malos ojos o a discriminarla como ella lo hacía conmigo, simplemente aceptaba que no nos podríamos llevar bien y ya. Pero ella no parecía estar de acuerdo ni con eso.
En una ocasión, me dirigí al baño de niñas para lavarme las manos después del recreo, y allí mismo fue donde encontré a Kristel mientras su rostro se inundaba en su mar de lágrimas. Me pregunté a mí misma en mis pensamiento qué pudo haberle pasado, pero preferí no preocuparme, ya que no era mi asunto, y mucho menos tenía que meter mis narices ni mi interés en ello, puesto que no eramos amigas ni nada.
"¡Sal de aquí!" , gritó Kristel, y añadió con voz temblorosa: "¡No quiero que me veas llorar, no voy a darte el gusto!".
"Entonces mejor enciérrate a llorar en otro lado, este es de uso público" , respondí sin voltear a verle llorar, tal y como pidió.
"¡No voy a irme, voy a quedarme hasta que yo quiera!"
"Entonces quédate y no me molestes chillando con que me vaya."
"¡Quien debe irse eres tú, maldita tonta, estúpida inepta, descerebrada!"
Aquellos insultos ya los veía venir, ya que eran bastante usuales en el vocabulario de Kristel, y más si se refería a mi persona, además de que la mezcla de sentimientos que tenía, evidentemente no le ayudaban mucho a guardar el respectivo respeto. Sin embargo, no me pareció excusa, y pensé: «Si ella quiere insultos, así será».
"¿Yo soy la tonta aquí?" , pregunté al girar, y proseguí: "¿Quién fue la erudita que entró al baño público esperando no ser encontrada por nadie?... o peor aún, ¿quién es la cerebrito que no puede solucionar o aguantarse sus putos problemas?"
En ese momento, noté cómo Kristel pasó su brazo por su nariz para aminorar su congestión de mucosa, y después intentó tomarme del pelo. Pero obviamente no lo permití, y la detuve a tiempo para gritarle en la cara: "¡Tú buscaste que te hable de esta manera, no sólo al insultarme, sino al marginarme como si mis sentimientos dieran igual!, ¡Ahora estoy haciendo lo mismo, porque si yo puedo lidiar con mis problemas, tú también debes aprender a hacerlo!"
"Tú sólo eres una niñata cualquiera, que no merece ni el más mínimo aprecio de los profesores!, ¡yo sé que detrás de toda esa niña que se quiere portar diferente hay una igualada!, ¡una más que se reprime el mal comportamiento y sólo por eso se quiere creer especial!"
"¿No me hace distinta el no hacer lo mismo que tú?" , cuestioné mientras la tomaba con fuerza del mentón.
"¡No haces lo mismo que nosotros por ser una idiota!, ¡una hija de puta!"
"¡¿Ahora quieres incluir en esto a mi madre?! , expresé antes de darle una rotunda cachetada con todas las fuerzas que tenía; claramente me había cansado de la discusión.
Kristel siguió llorando en el suelo, y yo preferí salir sin más. Actué como si nada hubiese pasado para no llamar la atención de nada, y así dejar a Kristel en la privacidad que tanto quería. «No puedo tener culpa de nada, ¿cierto? Se lo buscó de todas las maneras posibles» , pensé mientras llegaba al salón por mis cosas, y finalmente salir en espera de mi madre.
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Editado: 15.12.2019