Essentia

Caminata nocturna

El martes en la mañana me desperté más rápido que de costumbre, y con un sonido completamente diferente a mi alarma. La entrada al instituto siempre era a las 8:15, pero yo solía levantarme una hora antes para así tener tiempo de preparar el desayuno. Mis padres se iban mucho antes de que yo despertara, así que solo nos veíamos hasta la noche, cuando ambos llegaban del trabajo.

Ese día, en cambio, me desperté a las seis y treinta de la mañana; una hora diferente a la habitual… y un lugar diferente a mi habitación. En ese momento me encontraba en una de las calles de Prusher, aquella donde se erguía la iglesia de la ciudad y a cinco kilómetros de distancia de mi casa.

Que extraño…” Pensé entonces. Parecía que había caminado dormida hasta llegar a ese lugar, porque en mi memoria no estaba el haberme dirigido hacia allí la noche anterior. Nunca había sido sonámbula, al menos no lo recordaba, y era un tanto extraño que me hubiese levantado de la cama, cambiado la ropa y salido de casa sin hacer ningún tipo de ruido, ya que mis padres no se habían enterado. De ser así, habrían estado allí conmigo, esperando a que me despertara por mi propia cuenta para llevarme de vuelta a casa.

La hora la supe cuando fijé la vista en el reloj que ocupaba el frente de la iglesia, el cual también había sido la causa de que me despertara, después de dar sus últimas campanadas. La calle que se extendía tras de mí era la que me llevaría a mi casa de una forma segura, pero tardaría más tiempo del que disponía. También había un callejón que discurría por detrás de la iglesia, el cual me llevaría rápidamente a casa, pero estaba desierto a esa hora, y un poco oscuro debido a la sombra de la estructura.

Sin pensarlo dos veces fui por el callejón. Nada me pasaría al caminar por allí, aunque estoy segura de que a mi madre le iba a dar algo si se enteraba. Solía advertirme que no fuera por lugares poco transitados cuando estuviera sola, ya que nunca sabríamos qué peligros ocultaba la ciudad en cada esquina. Mi argumento era que ya llevábamos mucho tiempo allí sin que nos pasara nada, pero ella insistía en lo mismo hasta que la tranquilizaba accediendo a su petición.

Pero la situación lo requería aquel martes, así que me encaminé tan rápido como pude antes de que fuera muy tarde para prepararme antes del instituto.

Mientras caminaba por la parte más oscura, cerca de unos basureros que olían a vómito de muerto, me fijé en la ropa que llevaba. Antes no había tenido tiempo de hacerlo, por el shock del momento y todo eso, pero ahora veía que no eran prendas mías. Tenía una sudadera negra sobre una camisa blanca (según pude deducir por la pequeña abertura que había en la primera), unos pantalones de chándal a juego, que me iban por lo menos dos tallas más grandes, y un par de tenis que se salían a cada paso; sin lugar a dudas era el atuendo de un chico, pero no estaba segura de a quién pertenecían o por qué los llevaba entonces.

Me detuve un momento en medio del callejón para considerar las posibilidades. El primer pensamiento que tuve fue que, tal vez, al levantarme la noche anterior había tomado alguno de los conjuntos de Louis. Desde que éramos amigos solíamos quedarnos a dormir en la casa del otro, y en vista de que podíamos llegar sin previo aviso, acordamos dejar un poco de ropa en los armarios.

Tras un análisis más profundo vi que estaba equivocada. Esa ropa no le quedaría tampoco a él porque, a pesar de que era un poco más alto que yo, el pantalón se arrastraba literalmente por el suelo y las mangas de la sudadera llegaban unos diez centímetros más abajo después de mis dedos. Además era un atuendo muy simple, considerando el empeño que Louis le ponía a la hora de escoger su ropa; y que siempre me pedía consejo para comprar algo, y yo nunca permitiría que llevara algo así, tan malgastado como estaba.

Entonces no, esa ropa no podía ser suya.

La única opción que me quedaba (Ay por favor, que no fuera cierto) era que, en medio de mi sonambulismo, hubiese robado la ropa de alguien más. Pero cómo había entrado en otro cuarto sin levantar sospechas…

De repente escuché un ruido que venía del camino que había dejado atrás, cerca de los basureros; pensé que sería un gato cazando ratas, pero entonces distinguí una sombra que se escondía a toda velocidad detrás de uno de ellos.

Una sombra humana.

Probablemente de un chico.

Más alto que yo.

De seguro más fuerte.

Mi instinto me dijo que le hiciera frente al problema, que encarara lo que estuviera allí y no me dejara ver débil ante una posible amenaza.



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En el texto hay: asesinatos, obsesion, ficcion juvenil

Editado: 01.01.2020

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