Essentia

Misión imposible

Desperté de golpe y me incorporé al mismo tiempo. Mi respiración estaba un poco agitada; llevé una mano atrás para palparme el cuello: sí, también tenía unas gotas de sudor. El reloj marcaba las once de la noche.

No podía creer lo que acababa de soñar. Porque tenía que ser eso, ¿no? Un mal sueño, producto de mi imaginación por las noticias recibidas. A pesar de que las coincidencias en cuanto al vestuario y la apariencia de Dante eran grandes, solo podía atribuirlas a una manipulación de los hechos. Mi mente tenía ciertos detalles, por lo que inventó una historia que los uniera todos para darle sentido a lo que pasó.

Tras pensarlo un rato, me di cuenta de que todo parecía más un recuerdo que un sueño. No tenía los vacíos ni los aspectos irreales típicos del mundo de los sueños. Tal vez contara con partes ficticias sin explicación, pero después de las cosas que ya estaban pasando, no eran tan difíciles de creer.

Un minuto más tarde ya estaba convencida de que todo era cierto. No dejaba de inquietarme la razón de esto, teniendo en cuenta que nunca antes había recordado lo que pasaba después de leer las cartas.

Pero no, en realidad sí que recordaba todo. Recordé lo que pasó con la primera carta, la forma en que Jeffrey agredió a todos los chicos que estaban en la Casa Fantasma. También recordé a Alexandra, irrumpiendo en la habitación de Gina y bañándose en la sangre que manaba de la pobre chica. Y por último a Carrie, empujando a Víctor con la fuerza suficiente para hacerlo perder el equilibrio y resultar herido.

Y en todos los casos estaba la misma persona, esperando y llevando la ropa que me pondría una vez cambiada. Nunca hubiera pensado que él podría hacerme algo así.

Pero no sabía si estos recuerdos eran ciertos… no, era el momento menos indicado para dudar de mí misma. Me había pasado las últimas semanas exigiendo explicaciones, y por más extrañas que fueran, ahora las tenía.

Aun así, no dejaba de pensar en lo que pasaba las otras veces: leía una carta y despertaba sabiendo que el autor de la misma revivió por un momento para llevar a cabo su venganza, o simplemente para divertirse un rato. Y, por más que buscaba los recuerdos, nunca llegaban.

¿Qué había pasado en el transcurso de un par de días para que esto cambiara? ¿Por qué estaba recordando todo eso? Justo ahora, cuando me preguntaba los detalles de cada crimen, aparecían ante mí como si siempre hubieran estado allí.

La oportunidad que se me presentaba era perfecta: ya no estaría en la ignorancia con respecto a lo que pasó las otras veces. Pero si todo era cierto, significaba que mis padres estaban muertos por mi culpa. Ahogué un sollozo en la palma de mi mano, pero no funcionó para evitar que Louis saltara de su cama hasta ir corriendo a la mía. Como ya suponía, estuvo despierto la mayor parte de la noche.

Me interrogó y como pude le expliqué lo que había descubierto, sin entrar mucho en detalles.

—No debes culparte por lo que pasó con ellos. —Se pasó los dedos por la frente para retirar unos mechones azabaches que se desprendieron de la coleta que se hacía para dormir—. Todo fue obra de Dante, cómo ibas a saber…

—Sí lo sabía —interrumpí—. Si no eran mis padres, sería cualquier otra persona, y yo lo sabía mientras leía la carta. —Sollozo contenido—. Ahora digo que fue inevitable hacerlo, pero estoy segura de que, con un poco de ayuda, pude haber alejado esa necesidad de leerla.

Pero en el fondo, y esto no lo dije en voz alta, sentía más que el deseo de leer: en el fondo solo quería librarme de la responsabilidad que suponía tener esa carta en mi poder, sabiendo que algún muerto esperaba volver solo para cumplir su última voluntad, aun si era un crimen.

—Suficiente —continuó Louis—. Deja de quejarte por algo que ya no puedes cambiar, y en su lugar, ocúpate en pensar una forma de vengar la muerte de tus padres.

Cuán rápido podía cambiar este chico de un estado de ánimo a otro, pasar de una actitud casi nostálgica de consideración a una de “¡Ve, enfrenta el problema, pelea, gana!”. Era de las cosas que más me gustaban de él.

—No es posible. —Debía ser honesta con Louis—. Dante ya estará atrapado en su cuerpo de nuevo, o puede que en otro lugar, más tranquilo gracias al cumplimiento de sus propósitos.

—No hablo de Dante. —Me miró con cierta intensidad—. ¿Quién es el culpable de todo esto? De que lleguen las cartas, de tener lista la ropa que usarán cuando tengan tu cuerpo y, en especial, el culpable de que leyeras la carta del viernes.



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En el texto hay: asesinatos, obsesion, ficcion juvenil

Editado: 01.01.2020

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