— ¿Estás loco? — Oscar se gira en su silla, su ceño está fruncido — es un espectacular contrato ¿Viste la cifra?
— ya dije no — cruzó una pierna y busco un cigarrillo.
— pensé ya no fumabas — lo enciendo.
— no lo hago pero tú me sacas de quicio, asi que mejor me distraigo con un cigarrillo antes de hacer una tonteria.
— desde que te has mudado a ese lugar, has cambiado Alejo. ¿Qué rayos pasó?
— si a lo que te refieres es a que no hago lo qué tu dices, creo siempre lo he hecho.
— pero tomabas en cuenta mi opinión, es un jugoso contrato Alejo.
— no tengo pensado salir del pais Oscar, no ahora — me pongo de pie y me acerco a mi mesa, todas las fotografias que acababa de revelar estaban dispuestas.
Oscar se acerca y levanta una.
— no puedo creer que tú talento este desperciado en está foto de una quinceañera — su mirada es de aburrimiento.
— no lo está Oscar, amo lo que hago y cada foto para mi es como un hijo.
— dejaré el contrato en tu escritorio, piensalo.
— creo que habló perfectamente el español, no voy a irme fuera del pais. No ahora, asi que no hay contrato.
— las empresas se aburriran de buscarte Alejo.
— lo lamento entonces pero he dedicado mi vida a mi carrera, ahora no iré por algo personal Oscar, si no estás de acuerdo con mis decisiones no podré objeción con recibir tu carta de renuncia.
Su rostro se ha puesto pálido, como imagine.
— no es eso, pero siento que es mi obligación como amigo decirte lo que no está bien.
— no te preocupes, ya tomé una decisión. Gracias por tu visita — sin decir más toma la carpeta con el contrato y se lleva su maletín.
Al quedarme sólo, caminó por toda la casa, todo aún lucía como nuevo. Era cierto había dedicado mi vida a mi carrera, no tenia tiempo para nada, ni para Giselle.
Doy una calada a mi cigarrillo, llegó a la cocina y todo está reluciente... mi casa era un museo... no un hogar.
Recordé aquella casa humilde con el bullicio de los vecinos pero ahi se sentia que era un hogar, miró mi reloj y decido que voy a salir.
Una hora después
La puerta se abre y la mujer menuda me observa de pies a cabeza.
— señor Pinto — titubeo y pienso que no deberia haber venido... me dejé llevar por un impulso — la cena está lista, pase por favor.
— lamentó presentarme sin invitac...
— dejese de bobadas y pase por favor.
Entró y escuchó la radio.Una canción vieja.
Agustina está tarareando la canción mientras coloca los platos en la mesa.
— niña, coloca un plato más en la mesa — ella levanta la mirada y se sorprende al verme.
— Alejandro — susurra, baja su mirada a su pijama vieja.
— hola, lamentó haber llegado sin avisar — murmuró.
— cambié de canción señor Pinto, ya está aqui y vamos a cenar.
Me siento y doña Maruca empieza a servir la cena, su cara era de guardia pero noté en que me sirvió la pieza de pollo más grande, cuido darme de todo lo servido.
No sentamos, tomé los cubiertos pero sentí un manotazo en mi mano.
— vamos a dar gracias a Dios por los alimentos — ella tomó mi mano y la de Agustina, dijo una oración corta pero muy sincera. Me daba cuenta que habia pasado mucho tiempo desde la última vez que me senté en una mesa y dar gracias a Dios antes de comer.
Miraba a Agustina quién jugaba con la comida, me preocupaba su actitud.
— señor Pinto ¿Me acompaña a la cocina? Olvide una jarra de café.
Me pongo de pie y la sigo, ella mira por última vez a Agustina y cierra la puerta de la cocina.
— me preocupa mi sobrina — ella se ha arrimado a la encimera y mira el suelo, esa niña está tan destruida por todos los insultos que ha escuchado — silencio — no sé como ayudarla.
— no se preocupe creo que conseguiré una buena psicológa, esperar hasta el dia de la cita con la que ha enviado el hospital puede ser muy tarde.
— señor Pinto ¿Usted realmente es amigo de mi sobrina o es un juego?
— ella no es un juego, no entiendo por que lo dice— ella avanza hacia mi.
— lo que le diré es por que necesito de su ayuda, amo a esa niña como si fuera mi hija. Ella estuvo a punto de casarse pocos dias antes de la boda, el tipejo ese le confesó que sólo era una apuesta, él y la mujer más bonita del pueblo las Flores habían hecho la apuesta. Mi niña quedó devastada, ella le temia a la ciudad y ese dia decidió aceptar la invitación que yo le habia hecho. Ese hombre se burló de ella y de su cuerpo.
Me sentia tan furioso con ese tipo.
— yo no soy como él.
— eso espero señor Blanco — enarco una ceja, después de todo si sabia mi apellido — por que si trata de jugar con ella, le juró que acabo con usted.
— no se preocupe Doña Maruca.
— vamos.
La cena transcurrió en medio de los regaños de tia Maruca hacia Agustina, por que no comia suficiente, al terminar prácticamente nos echó de la mesa.
— acompaña al señor Pinto, yo recogeré la mesa, él no puede llegar tarde mañana a su trabajo.
— gracias por la cena Señora Maruca.
— de nada, está invitado a la cena de mañana señor Pinto — me ha sonreido, me he quedado sorprendido.
Caminamos hacia la puerta, al abrir la puerta y bajar el escalón me giro para verla.
— ¿Te ha molestado mi visita?
— no — desvia la mirada — sólo que me da un poco de vergüenza que me veas asi — señala su pijama.
— el color rosa te queda bien Agustina — me acerco y levantó su barbilla — mañana vendré por ti para llevarte a tu primer dia de trabajo.
— gracias Alejandro, buenas noches — bajé mi cabeza y besé suavemente su boca, ella respondió. Pongo mis manos en su cintura y siento que ella se pone tensa, quiere moverse pero la estrechó más, mi mano recorre su espalda y ella suelta mi boca para soltarse.
— ¿Qué he hecho mal Agustina?
— yo... no me siento cómoda con que toques mis rollitos.
La atraigo más hacia mi cuerpo.