Esta vez será diferente

10. Un hombre diferente

Estaba anocheciendo y Cecilia salió del rascacielos donde residía, porque una actriz como ella merecía lo mejor del mundo y teniendo a Daniel como patrocinador, nada le faltaba.

Cecilia sonrió al encontrarse con Daniel vestido de esmoquin.

— Pero qué hombre más guapo ha venido a recogerme. — Dijo Cecilia, caminando hacia Daniel que se fumaba un cigarro. — Tengo que inmortalizar este momento con una fotografía.

Cecilia sacó de su bolso de mano su teléfono móvil y cuando se acercó a Daniel dándole un beso en la cara, levantó su móvil para fotografiar el momento.

— No hagas eso. — Habló Daniel, que agarró el teléfono y se lo arrebató.

Cecilia se apartó molesta, ella quería tenerlo en su teléfono para presumir de que el hijo de la familia Rossi se moría por ella.

— Nunca te ha molestado.

— Mi familia me quiere casar con la hija de un amigo de mi padre, así que no habrá más fotos entre nosotros.

— Pero tú no quieres eso, ¿verdad?

— Uno cambia de parecer. — Daniel le devolvió su teléfono móvil. — Aprovecha el evento de hoy para conocer a otros inversores que quieran apostar por ti.

Cecilia sonrió guardando su teléfono, claro que aprovecharía la oportunidad, para ser la mejor actriz pasaría por encima de cualquier que quisiera estar sobre ella.

— Vale, tienes razón. — Cecilia colocó una de sus manos en la chaqueta de Daniel. — Pero estoy molesta contigo por pensar en casarte. Yo soy quien te gusta y me parece ridículo que pretendas tener una familia a la que le serás infiel conmigo.

El chofer de Daniel, Jaime, miraba en silencio.

— ¿Eso crees? — Le preguntó Daniel a Cecilia, dándole después una calada a su cigarro.

— Pues claro, sin mí te morirías de depresión. — Cecilia le dio un beso en la comisura de los labios. — Aunque tus padres revienten, tú nunca me dejarías.

— No sabía eso, gracias por hacérmelo saber. — Daniel dirigió la mirada a su chofer. — ¿Opinas igual, Jaime?

— ¡Joven señor! — Jaime se sobresaltó, asustado por tener que pronunciarse frente a la señorita Cecilia, a ella no le gustaba que los empleados le hablaran. — Y-yo… — Jaime agachó la cabeza, agarrándose las manos. — P-pienso que… u-usted, señor Daniel… haría bien si se casara con la señorita…

— Lo ves, se refiere a mí. — Dijo Cecilia, aguantándose las ganas de golpear al chofer por abrir la boca ante su presencia.

— Señorita Anastasia. — Terminó Jaime de hablar.

Cecilia se quedó paralizada, ¿cómo una rata muerta de hambre como él se atrevía a mencionar a otra mujer delante de ella?

Daniel se empezó a reír, sintiéndose Cecilia ridiculizada y llena de irritación que la comía por dentro.

— Jaime, incluso te has aprendido el nombre de mi futura esposa. — Daniel siguió riéndose y arrojó el cigarro al suelo. — ¿Has oído, Cecilia? Me casaré con una mujer que es demasiado buena, incluso para mí.

Daniel colocó su mano en la cara de Cecilia y sonrió burlonamente, pisando con la punta de su zapato el cigarro en el suelo.

Cecilia abrió más sus ojos, era la primera vez que Daniel le hablaba así y le sonría de aquella forma burlona. Daniel era lo mejor que había encontrado hasta entonces, siempre le había concedido lo que ella quería y nunca se había quejado, ni siquiera le había echado nada en cara.

— Hemos llegado, señor Daniel. — Habló Jaime, cuando aparcó el coche en el aparcamiento de una mansión.

— Salgamos. — Dijo Daniel a Cecilia, quien seguía pensando en la forma en la que Daniel le había hablado.

Daniel salió primero del vehículo y actuando como un buen acompañante le abrió la puerta a Cecilia.

— Si te casas, ¿será la última vez que vendrás conmigo a un evento o fiesta? — Le preguntó Cecilia, que tomó su mano y salió del coche.

— Sería lo normal, ¿no? — Contestó Daniel.

El Daniel de ese futuro, el Daniel que no quería volver a ser, dejaba en demasiadas ocasiones a su esposa Anastasia en casa y acudía a fiestas y eventos con su amante Cecilia, la mujer a la que amaba y a la cual, incluso perdonó que hiciera pública la fotografía que esa noche Cecilia trató de tomarles. Así fue como Anastasia empezó a descubrir la clase de hombre que era, teniendo que soportar los constantes chismes, chismes que siempre eran reales.

— Para mí no es normal, nosotros nos conocemos de toda la vida, solo que tus padres me odian y te quieren controlar. — Cecilia le apretó la mano. — Yo soy quien debe acompañarte, no esa niña de papás.

— ¿Niña de papás? Ni siquiera la conoces para que hables así de ella. — Daniel soltó su mano y comenzó a caminar hacia la puerta principal de la mansión. — No estaré mucho rato aquí, mandaré un coche de la empresa para que te lleve más tarde a casa.

Cecilia apretó furiosa su bolso de mano, no estaba dispuesta a que esa mujer le quitara todos los lujos y comodidades que tenía al lado de Daniel, él era suyo desde el día que lo conoció.

— Sí, él es mío desde ese día. — Susurró Cecilia, sonriendo y contemplando la espalda ancha de Daniel.

Anastasia preparaba junto a su hermano unas croquetas para la cena, sus padres ya habían regresado a casa y se duchaban antes de la cena.

— Las mías son más grandes que las tuyas, hermana. — Habló Haru, que sonreía mientras rebosaba en pan rallado una enorme croqueta.

— Hazlas más pequeñas o tendremos muy pocas concretas. — Le respondió Anastasia, dándole a su hermano un toque en la nariz con el nudillo de su dedo índice.

Haru se rió y se concentró después en hacer las croquetas más pequeñas como su hermana quería.

— Anastasia. — Su madre Alejandra la llamó y Anastasia la miró en el umbral. — ¿Podemos hablar un momento?

— Sí, mamá. — Anastasia dejó lo que estaba haciendo y fue a lavarse las manos.

Su madre podía decirle dos cosas, una, insistir para que tuviera la cita a ciegas de mañana con Daniel, o dos, hablarle sobre la casa que su tía le dejó en herencia cuando falleció unos meses atrás. Ella había rechazado la casa de su difunta tía y se la cedió a su hermano Haru, ya que por entonces solo pensaba en casarse con Daniel Rossi y sabía que no la iba a necesitar.



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En el texto hay: familia, drama, padres

Editado: 19.11.2024

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