Esta vez, será un hasta luego

Gabriel

Cuando entré, la acorralé contra la pared del balcón y le cogí las manos subiéndolas por encima de su cabeza, mientras se quejaba entre risas. Se las sujeté con una sola mano y la otra, la usé para apartarle de nuevo la ropa interior.

— Cada vez que te pones faldas cortas, me vuelves loco Pequeñita— comencé a besarla con rabia mientras ella se dejaba llevar. Me aparté un segundo sin soltarla, para comprobar que la puerta del bebé estuviera cerrada y el monitor encendido para poder escucharla si nos llamaba o lloraba y volví a acariciarla. Escucharla jadear mientras trataba de soltarse de mi boca para respirar, era el sonido de una bomba cayendo directa en mi cordura.

La levanté clavándole los dedos en los muslos y ella comenzó a frotarse contra mí, dejándome claro una vez más, que no estábamos preparados para cumplir promesas. La dejé en el sofá y me tumbé sobre ella, la necesitaba, esa era la palabra y la emoción, necesidad de estar dentro de ella cuanto antes, rompiendo del todo esa falsa amistad en la que nos obligábamos a vivir a base de embestidas y caricias que fueron de todo menos sutiles, mientras me obligaba a meterme cada vez más dentro de ella arañándome la espalda y yo le mordía la boca susurrándole que no levantara la voz para no despertar a la pequeña.

El sonido de nuestros gemidos mientras me corría dentro de su cuerpo, fue apagado por el llanto de mi sobrina que al despertarse sola reclamaba nuestra compañía.

Álex llegó con Luna cargada con la maleta que usaba para pasar varios días en Madrid y nos encontraron en una partida a tres de Texas Holden... dos amigos que se pelean por supuestas trampas del otro en una partida de póquer, en la que su hija de casi 1 año era el tercer jugador y los otros dos intentan que no se coma las cartas. Luna se fue con Alma y su bebé a la cocina, mientras Álex encendía la televisión y rodeaba mis hombros para susurrarme:

— Tienes la misma sonrisa de idiota que Alma...—

— No tengo ni idea de a que te refieres— le dije sin poder quitármela de la cara.

— Esa niña que ves ahí— me señaló la cocina y siguió susurrando porque las chicas ya salían— no se hizo sola ni por obra divina, así que a mí no me vengas a contar lo que es tener cara de recién follado. Habla con Alma y haznos el favor de mandar a la niña con sus padres de una vez. 

Álex fue siempre el más centrado de los dos aunque pudiera parecer lo contrario por su empeño en llamar a una de sus hijas como su Tortuga Ninja favorita o su extensa colección de mangas que no les dejó tocar ni a sus hijas ni a las mías hasta que cumplieron la mayoría de edad.

Una vez más puso voz a mis pensamientos, debía hablar con Carla y terminar con esta absurda pseudo relación que habíamos llevado demasiado lejos. Esa misma noche intenté hablar con ella sin conseguirlo y le mandé un mensaje con la típica y manida frase "Tenemos que hablar" que recibió como respuesta "Perfecto. Mañana en el pub de Maika a las 22.00h"... La hora en la que Alma empezaba su turno los sábados.

Alma y yo no hablamos aquella noche y no contestó a ninguno de mis mensajes tampoco al día siguiente, en su lugar optó por no leerlos y los fue acumulando.

A las 22.00h Carla ya estaba sentada en nuestra mesa, la de la ventana, desde la que podía vigilar la barra de Alma, no dejando cabo suelto.

 




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