Estambrisueños

TORMENTA DE ARENA

9 de diciembre de 2012

 

Estaba yo de visita en esa ciudad cuyo nombre era difícil de pronunciar; era la primera vez que viajaba sola al extranjero y lo que en un principio había parecido una buena idea se estaba convirtiendo en un temor creciente en saber que estaba perdida. No sabía cómo me había dejado convencer por aquel agente de viajes de pasear en esa ciudad donde lo único que había era arena y esos enormes edificios anillados hechos del mismo material pero mucho más resistentes y fríos por dentro; eran bellos a la vista pero me aterraba no diferenciar aquellos que eran casas de locales; apenas comprendía un poco el idioma.

 

De pronto, una fuerte ráfaga me cubrió de arena y me tapé más con la capa negra que había comprado en el bazar; solo podían verse mis ojos. Todo iba bien hasta que oí a la gente gritar y resguardarse en sus casas, no entendí el por qué hasta que a lo lejos vi un enorme tornado de arena. Tenía que resguardarme, llegar a mi hotel, corrí para regresar sobre mis pasos pero era tarde, el tornado ya estaba cerca, busqué al frente algún lugar cuando de pronto una persona tomó mi mano y me jaló prácticamente hacia el interior de uno de los edificios.

 

Traté de gritarle que me soltara pero tenía miedo al igual que la gente que corría para resguardarse.

 

Por fin entramos y subimos por unas escaleras hasta llegar a un departamento humildemente amueblado por varios cojines de colores y una improvisada estufa. Él me lanzó sobre los cojines e iba a gritarle cuando vi su rostro.

 

— ¿Arthur?—pronuncié débilmente al reconocer el rostro de mi novio; el cuál habían declarado desaparecido hace 5 años.

 

No podía creer que se tratará de él, que estuviera ahí, pero no podía estar equivocada. Sin importar el tiempo que pasase, podría reconocer las facciones de su rostro perfectamente, su  ceño fruncido, su cabello negro y esos ojos plateados de halcón. No podía hablar, solo caían las lágrimas que había contenido cuando su propia familia me había dicho que perdiera la esperanzas sobre su regreso.

 

Las piernas me tambalearon al igual que mis manos, estaba a punto de perder el conocimiento cuando débilmente me recargue en la pared y él corrió a socorrerme.

 

—Alice— dijo con esa voz que extrañaba tanto y me envolvió en un abrazo.

 

Yo continuaba llorando y él secó con cuidado mis lágrimas, no podían parar. Nos deslizamos para sentarnos en uno de los cojines regados en el piso y él me mantuvo entre sus brazos. Traté de moverme o decir algo, cuando la tormenta de arena golpeó violentamente la ventana de aquel extraño departamento. Me estremecí, creí que se rompería por el fuerte aire que azotaba afuera pero las ventanas no estaban hechas de cristal sino de un material mucho más resistente y aptó para aquellas situaciones.

 

—Aquí estamos a salvo— dijo Arthur para tranquilizarme.

 

—Sé que no debería decirlo… pero— pronuncié débilmente. — Siento que me estoy quedando sin fuerzas…

—Tranquila, te lo explicaré todo, no hables— puso sus dedos sobre mis labios.

 

Yo negué con la cabeza y aparté suavemente su mano.


—No sabes cuánto te extrañe, tanto, que dolía y me sentía morir. No vuelvas a dejarme sola, no vuelvas hacerlo— hundí mi cara en su pecho y él acarició mi cabello.

 

—Por fin te encontré y no volveré a perderte— susurró él besando mi frente.

 

La cabeza me daba vueltas y sentí como en cualquier momento se me cerrarían los ojos; él sacó unos papeles de sus bolsillos y me los mostró.

 

—Todas estas cartas, son para ti. No hubo día o noche que no pensará en volver a tu lado y entregártelas, pero no podía enviártelas… Lo lamento mucho—pronunció con tristeza.

 

Antes de perder el conocimiento pensé que todos los días al igual que yo, él también pensaba en mí…

 

Solo rezaba que al despertar, la primera persona que viera fuera a él…




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