Theodor
El karma nunca ha sigo de mis mayores devociones, pero con el historial que me he cargado estoy seguro que mis deudas con las fuerzas del universo deben ser cósmicas.
Tal vez ese fue el miedo a intentarlo en serio, pero vale, con alguien como Carolina, tampoco es que haya mucho de donde escoger…
-Creí que nos veríamos en el restaurante- se extrañó por encontrarme en la entrada de su nuevo trabajo.
-Tenía algo de tiempo- simplifiqué encogiéndome de hombros antes de dejarle un beso en la mejilla como saludo -Y quería ver a la competencia- indagué, en verdad ocultando mi hiriente curiosidad, con un semblante divertido.
Rio dejándome un rápido beso en los labios -Tú no tienes competencia- declaró divertida.
¿Se entiende de lo que hablo? De seguro en la otra vida le llevé agua a Jesús o ayudé a escribir alguna hoja de a biblia…
Se me hizo extraño escuchar “Antonio” y “playa” en la misma oración sin que “trabajo” estuviera en el medio, Santa Enical, patrona de lo imposible y torpezas en cantidades industriales, se merecía un altar en el jodido centro de la ciudad.
-Hola Mor- saludé animado desde de la entrada al encontrar a la castaña en la cocina de Antonio, acomodándome las gafas de sol entre el cuello y mi camiseta, aún no necesito quitarme las de medida y los de contacto nunca me gustaron, esas cosas se salen al menor pestañeo.
En verdad me emocionó esta salida desde que a Enical se le ocurrió y vi a su pobre novio con cara de “no me queda de otra, ella manda”, así que no dude en aceptar y ahí estaba con mi camiseta amarillo pálido combinada con una bermuda de color verde petróleo, listo para presenciar el milagro de Antonio “divirtiéndose”.
-Buenos días, joven Theodor- me devolvió el saludo con esa vocecita tímida típica de ella.
Con ese short jean holgado que se ajustaba un poco al llegar a la cintura, blusa morada, polera gris y el cabello en una coleta alta yo le ponía 13 años. ¿Cuántos tiene?
-No me digas así, llamame por mi nombre, me siento viejo- me quejé.
-Para una quinceañera ya eres un viejo- bromeó Enical detrás de mi con su canasta para picnic -Hola Morelia- saludó dejándole un beso en la mejilla.
Lo que hacía la mayor de las castañas era sin duda publicidad engañosa, con ese blanco y angelical vestido de playa combinado con las dos coletas bajas, hacía creer a cualquiera que no soltaba cada pavada como disparador de pelotas de tenis averiado.
-¡Hey! Eso no es justo- me volví a quejar al escuchar a Morelia tutear a Enical -¿Por qué la llamas por su nombre tan fácil?- inquirí.
-Porque no se llevan 10 años- argumentó Antonio apareciendo desde el pasillo.
Fiel a su aburrido estilo, infaltable camiseta celeste con cuello de camisa, bermuda marrón y el cabello suelto. ¿Es que no tiene otros colores?
-Soy sólo 5 años mayor que ella- me defendí señalando a Enical con la cabeza.
-Y 10 años mayor que ella- fundamentó Enical sacando la lengua antes de abrazar a Morelia como si fuera peluche. ¿Por qué hacen eso las mujeres?
-Ya no reclames- soltó Antonio dejando su mano en mi hombro -A mi aún me dice "señor", y yo la traje.
-Buenos días, señor Antonio- saludó Morelia intentando decir "señor" más bajito y los demás no pudimos suprimir la sonrisa.
-¿Estas lista?- cuestionó Enical mirándola.
-No es necesario, puedo quedarme- respondió Morelia mientras sus mejillas buscaban volver a su color normal.
-De eso nada- intervino Antonio -Fuiste la mejor de tu clase este semestre, te mereces al menos un día de premio- agregó tan amable que creí estar soñando, bueno con Morelia siempre ha sido más atento a su manera, pero nunca algo así.
-Eso- comentó Enical y señaló con la cabeza la canasta que dejó en la isla -Y traje comida para 5- argumentó.
-¿Sabe cocina?- le susurré a Antonio girando a mirar la canasta como un potencial problema.
-No lo sé. ¿Tú preguntas todo, no pudiste averiguarlo antes de que lo hiciera?- contestó frunciendo el ceño, ni de coña me arriesgo a una diarrea en la playa.
-Ambos me ofenden- la voz de Enical antes de palmearnos la espalda me asustó -Pero para que lo sepan, seguí las indicaciones de Morelia y Carolina probó los ensayos.
-¿Cómo te atreves a envenenarla? Suficiente tiene conmigo- me indigné.
-Ella se ofreció cuando le dije que si no lo hacía tu serías el conejillo de indias- contó alzando su dedo índice.
-Yo no lo haría- confesó Antonio antes de reír recibiendo el puño de Enical en su hombro -Es broma- se defendió y ojalá no hubiese escuchado lo que le susurró al oído -Además ya te he probado, no tengo quejas- agregó y le guiñó un ojo.
Me estremecí asqueado dirigiéndome a charlar con Morelia antes de seguir escuchándolos, el sonido de un teléfono llamó la atención de todos, era el mío, un mensaje.
-Es Carolina, recién despierta y me pregunta si ya salimos a recogerla- informé antes que otra idea para fastidiarla se asomara -Le diré que ya estamos a dos minutos de su casa- sonreí malicioso tecleando, se va a cabrear, pero vale la pena, siempre lo vale.
Veinte minutos después ya estábamos en el edificio de mi hermosa novia, ya nos esperaba con una blusa amarilla de flecos en el escote que dejaba a la vista su vientre y falda celeste, podía asomarse por ciertas partes el bikini blanco que llevaba debajo, joder…que linda.
Me hizo gracia que pareciéramos combinados de casualidad, entró al copiloto quitándose los lentes dorados de sol y acomodando la coleta de su cabello a un hombro, su cara me reportó en segundos que estaba molesta.
-Buenos días chicos- saludó cambiando su gesto a una sonrisa risueña dejándose los lentes como vincha, tenía unas ligeras ojeras.
-Las presento, Carolina ella es Morelia, Morelia ella es Carolina- intervino Antonio mientras arranqué el coche.
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Editado: 21.07.2022