I S S A C
— ¿Qué te parece ésta? — pregunta Adam volteándose hacia mi. Lleva viéndose en el espejo, por lo menos, media hora. Tiene puesta una camisa negra brillante. Parece de seda pero no lo es. Puede que sea de lino, pero de telas no tengo idea.
Lo miro, le hago un ademán para que se gire, orden que él acata. Doy un paso al frente, sujeto su manga, acomodo la camisa en la zona del hombro. Lo rodeo para enfocarme está vez en la espalda. Impaciente, Adam suspira.
— Me gusta aunque... pontela hacia adentro. — Adam me mira desconcertado, por lo que agrego: — ¿Qué? Es la nueva moda — afirmo haciendo un ademán burlón de rock and roll.
En ese instante entra Matt, saltando sobre una pierna, con los jeans por las rodillas, gritando ¡esta mierda no entra! provocando las risas de nosotros dos. Definitivamente el estilo de Adam queda en el pasado.
Casi convulsionando de la risa, nos acercamos con dificultad hasta nuestro amigo para asistirlo. Lo sujeto por los brazos, mientras el morocho retira con dificultad el jean.
— ¿Quién te dijo que saltando aumentas la talla del pantalón? — inquiere Adam, riéndose de su propio chiste.
— ¿Por qué te pones algo que no te entra? — pregunto desde el suelo jadeando. Mantener a una persona suspendida en el aire no es cosa fácil.
Matt pone los ojos en blanco y hace un gesto obsceno con la mano derecha. — ¡No pensé que se quedaría trancado!
Las risas resuenan nuevamente.
— ¿Cuándo fue la última vez que lo usaste? — intervino Adam al cabo de su ataque de risas.
El rubio medita unos instantes antes de echarse a reír. Sin saber exactamente de qué, nos unimos a sus carcajadas. Este es un claro ejemplo de cuando la risa de otro es mejor que el chiste.
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Apoyados en la barra del club nos tomamos una cerveza. La gente va y viene moviéndose al compás de la música. Nosotros no hemos entrado en calor aún, pero ya nos imagino haciendo el ridículo en medio de la pista. Si bien no sería algo nuevo, nunca deja de ser humillante. Pero, como todo, el alcohol nos da pase verde para hacer cualquier cosa, y a veces está bueno ser alguien que nunca serías sin ese motivador.
Después de habernos enterado de que hacía mas de seis meses que Matt no usaba el jean, todo encajó. Y antes de qué le diera un ataque pensando que había engordado, le encontramos uno que le quedó perfecto. No era tan lindo como el primero pero a personas como Matt les va bien cualquier cosa. Es más, pudo haberse colocado una bolsa de basura y luciría bien. Y eso es frustrante.
Todo había salido bien: nueva ropa, nuevo outfit... hasta que deciden abrir la boca. Hay veces que creo que la tienen de adorno. Imagínense a ambos sentados en el sillón, codo a codo hablando de "que tan frustrante hubiera sido haber engordado." Y aproveché que estaban distraídos para retirarme a mi habitación un momento. ¿Qué tiene de malo engordar? Todos nos referimos a la gordura como algo malo, y si, puede que lo es hablando de salud, pero ¿estéticamente? Competimos cada día para no vernos así, hacemos de todo para no vernos así ¿para qué? ¿Para nosotros o para los demás?
Querer un cuerpo esbelto con cero porciento de grasas está perfecto, así como también lo es estar cómodo con un cuerpo "gordo". ¿Alguna vez nos preguntamos como se sienten las personas cuando etiquetamos su cuerpo como algo que está horriblemente mal ante los ojos del mundo?
Matt me saca de mis pensamientos sacudiéndome violentamente, lo que llama la atención de algunos a nuestro alrededor. Es en este momento que me doy cuenta que él no sabe lo que es pensar, y que, evidentemente no quiere que nadie más lo haga. Siempre es él quien interrumpe mi filosófico debate interior.
— Mirá hacia... — vacila un momento, moviendo el dedo índice por todo el panorama — allá.
Enfoco la vista arrugando un poco el ceño, moviendo la cabeza hacia adelante. Un leve golpe en la cabeza me sobresalta. Inmediatamente llevo una mano a la zona.
— ¿Por qué no te pusiste los lentes? — comenta poniendo los ojos en blanco. — ¿Ves ese cartel que está justo en frente? — Trato de enfocar la vista nuevamente sin que se haga muy evidente. — El cartel que dice let's drink bla bla bla. — Sin dejar de apuntar Matt me habla, pero yo me concentro en enfocar. Cuando vuelve a preguntar asiento, aunque sinceramente no estoy tan seguro. — Bueno, mira un poco hacia la derecha. — Efectivamente miro a la derecha sin encontrar nada que llame mi atención. — ¡A la derecha! — grita apuntando nuevamente, con un deje de frustración en la voz. Miro su dedo indice, y noto que apunta hacia la izquierda. Lo miro con el ceño fruncido.
— ¡Estás apuntando a la izquierda, idiota! — le hago saber empujándo su mano, frustrado. Me volteo hacia la barra, a mi posición inicial, ignorándolo. Aunque es una buena persona, Matt puede ser un poco inestable, egocentrico y demandante. Muchas veces se pasa de la raya.
— Ahora ya se fue...
Adam aparece justo antes de que mate al rubio con la mirada. Nos observa un momento a cada uno. Matt mantenía los ojos en el panorama por si volvía a ver lo que había perdido momentos antes. El morocho se coloca entre nosotros, sujeta mi vaso y da un trago bastante grande. Se seca los labios con el dorso de la mano antes de intervenir.
— ¿Y esas caras? — pregunta un poco desconcertado.
Matt y yo, hablamos los dos al mismo tiempo, jugando una competencia de quien decía más palabras por segundo. Adam coloca su mano en nuestras caras en un intento de hacernos callar, le resta importancia al asunto mientras murmura ya no me interesa.
Pedimos una ronda más de cervezas. Y luego otra. Entonces veo a Denna. ¿Se acuerdan de Denna? Esto último les pregunto a mis amigos.
— Es lo que trataba de mostrarte — informa el rubio, resoplando. Pone los ojos en blanco y toma un sorbo de su cerveza.