Sebastian empezó abrir los ojos poco a poco, viendo como la enfermera lo cogía en brazos. Él, extrañado, se preguntaba quien era esa persona, luego lo cogió una mujer muy joven de cabello negro y largo con unos ojos azules bien grandes, le empezó a hablar pero no entendía esa lengua, lo único que entendió era la palabra “Jules”. Fue cuando se dio cuenta que sus brazos eran los de un bebé, de repente se sorprendió al ver su reflejo en el espejo de la habitación. ¡Había renacido en el cuerpo de un bebé! En ese instante pensó, en que debía de vivir todo de nuevo, todas las etapas de la vida con la conciencia de un adulto. Otro hombre lo abrazó, volvió a hablar en el idioma que no entendía y una vez más escuchó el nombre de “Jules”, así que pensó que era el nombre que le pusieron en ese cuerpo. Pasaron los días, Sebastian empezó a olvidar su nombre anterior y entendía cada vez mejor el idioma en el que hablaban, se dio cuenta de que su cerebro era una esponja, aprendía mucho más rápido. Se veía incapaz de hacer cosas, ya que el tener el cuerpo de un bebé le limitaba bastante. Eso si, Jules odiaba estar en un cuerpo de recién nacido, pero cada vez que le agarraban en brazos para darle de comer, era el mejor momento para él. Al pasar seis meses, Jules ya se salía de la cuna y corría a cuatro patas por toda la casa. Su madre, Samantha, siempre le iba llamando, persiguiéndolo por toda las habitaciones, era muy travieso. Siempre se escondía debajo de la mesa de la cocina, para espiar a la mujer que ayudaba a sus padres en las tareas de la casa. Un día, antes de que pudiera acercarse a ella, su padre, Ryse, lo agarró y le dijo: - ¿Como se puede ser tan escurridizo. No te puse la valla de la cuna más alta. Cómo has salido de ahí?.- dijo orgulloso de su hijo. De repente su madre entró en la cocina y dijo: - ¡Así que estás aquí! Ven aquí Jules. ¿Sabes como se ha salido de la cuna? Cogió la cortina, arrastró la cuna hacia ella y se deslizó por ésta.- dijo algo molesta. El padre le contestó riéndose: - Se parece mucho a mi de pequeño.
Al menos sabemos que será un chico fuerte.- Jules en ese momento intentó hablar pero solo le salían letras sin sentido. Su padre salió de la cocina y volvió a su trabajo. Su madre lo cogió en brazos y lo llevó a dar una vuelta por el jardín. Al salir de la casa, Jules empezó a mirar por primera vez que había fuera de ella. Había un terreno bastante grande, una herrería donde vio a su padre trabajar con el martillo, el yunque y también un pequeño huerto. Cuando alzó la vista un poco mas al fondo, vio que vivían en un pueblo alejado de la capital, todo era verde, campos de trigo y casas pequeñas como la suya alrededor. Vivía en una aldea de cultivo. Así que en ese momento supo en que época estaba… ¡Estaba en la Edad Media!. Ryse dejó de trabajar en el yunque, cogió la espada que estaba haciendo, se acercó a Samantha y Jules. Y le dijo: - ¿Te gusta la espada que le he hecho a Jules? ¿A ti también te gusta, mi niño?- Samantha sonrió y le dijo: - Cariño es demasiado pequeño para poder utilizarla, pero es hermosa. A que a ti también te gusta, Jules?.- Jules en ese momento miró la espada, pensó que era impresionante, la hoja brillaba mucho, la empuñadura era de cuero marrón oscuro con una piedra de color azul, se fijó que en la hoja había un nombre forjado en carbón que ponía “Nyles”, en ese momento pensó que en cuanto fuera mas mayor se lo preguntaría a su padre, por qué puso ese nombre en su espada. Ryse, al ver a Jules tan contento y emocionado le dijo: - Me emociona que te guste tanto la espada que te hice, cuando tengas uso de razón te enseñaré a utilizarla y serás tan bueno como tu padre.
Samantha abrazó a Ryse y le dijo: - Tranquilo querido, vamos a dar una vuelta por el pueblo, es hora de que Jules conozca a la gente y como es el pueblo. - Los dos salieron de la parcela camino al pueblo. Jules miró el entorno familiarizándose con él. Al llegar al pueblo le gustó mucho ver el ambiente, los negocios, el carisma y la alegría de la gente... Era muy diferente a la época de donde venia él.
La verdad que empezaba a gustarle vivir ahí, ese ambiente, la hospitalidad, justamente lo que no tenia en su vida pasada.
Al regresar del pueblo, entrando en casa, la mujer que ayudaba a sus padres estaba preparando la cena, así que Samantha aprovechó para darle de comer a Jules y acostarlo. Cuando le dejaron en la cuna, antes de dormirse pensó que sería fácil acostumbrarse a una vida sin tantos privilegios.
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Editado: 08.07.2022