Woo Hyun estaba furioso. No, estaba más que furioso. Soltó un montón de palabras que nunca antes le había escuchado usar y cuando traté de hablar me pidió que me callara. Hoya y Dong Woo no hacían sino mirarse entre si, el primero confundido y el segundo avergonzado.
—¿Es que no pueden pasar sin hacer sus cosas homo por una noche? —atacó mi hermano de nuevo—. ¡Una sola noche! ¿Qué no pensaron en que mi hermanito estaba aquí?
—Woo Hyun...— intentó Hoya.
—Cállate —le cortó mi hermano fríamente antes de seguir con su discurso.
Woo Hyun nunca había sabido cuando debía cerrar la boca, pero suponía que eso era parte de su encanto.
Solté un suspiro, rememorando en mi mente los hechos ocurridos. Habíamos llegado a la pequeña casa de los amigos de Woo Hyun alrededor de las nueve de la noche. Nos habían recibido con entusiasmo, incluso Hoya bromeó diciendo que si no tuviese a Dong Woo iría tras de mi, cosa que por supuesto molestó a Woo Hyun.
Nos habían ofrecido una cena ligera, pero deliciosa y después nos habían asignado la habitación de huéspedes. Por mí todo estaba bien, bueno, casi todo. Me preocupaba Woo Hyun. Ví como trataba de sonreír al principio, pero al final desistió. Y yo sabía lo mucho que mi hermano aún amaba a Yoon Joo. Intenté no mostrarme afectado para no preocuparlo más. No quería ser una carga para Woo Hyun.
La habitación de huéspedes era bastante espaciosa y muy bonita, mucho más cálida que el pequeño rincón que Yoon Joo me asignara casi desde el primer momento que llegué a su casa. Todo parecía ir muy bien… hasta que el problema surgió, justo después de irnos a dormir. Alrededor de la medianoche había tenido necesidad de orinar. De haber sabido lo que iba a pasar me hubiese aguantado un par de horas más.
En el momento en que salía del baño, listo para regresar junto a Woo Hyun, una serie de sonidos extraños me detuvieron. Mi primera reacción fue de miedo. ¿Serían fantasmas? O aún peor, un ladrón que había entrado en plena noche. Quizás un asesino a sangre fría, con un ramillete de lirios blancos listos para arrojar sobre sus potenciales víctimas…
—¡Ahh!
Y entonces identifiqué el ruido.
Gemidos.
Justo lo que eran.
Avancé cautelosamente unos pasos.
Los sonidos provenían de la habitación principal. Y ante esto no necesité mucho para comprender lo que estaba pasando adentro. Pude haberme ido fingiendo que no había escuchado nada, pero me fue imposible. La puerta de su habitación se encontraba abierta. ¿Lo había estado hacia un rato cuando me dirigía al baño? No lo recordaba.
Desde mi sitio podía ver perfectamente el interior de esa habitación. Y podía contemplar con atención el espectáculo que estaba llevándose a cabo ahí, justo sobre la cama, entre las sábanas de colores chillones, una mezcla casi psicodélica entre el verde limón y el morado.
Dong Woo se encontraba acostado de espaldas, con la frente perlada de sudor, las piernas muy abiertas y ambos brazos rodeando el cuello de Hoya, quién se encontraba encima y lo embestía cada pocos segundos, con movimientos pélvicos tan acertados que hacían a Dong Woo emitir esos sonidos tan… sexuales. Las nalgas de Ho Won se contraían ante cada penetración.
No era necesario aclarar que la pareja estaba teniendo relaciones sexuales. Y yo, un ingenuo chico de dieciséis años, los estaba mirando. Desde mi perspectiva aquello duró apenas unos segundos, desde la de Woo Hyun fueron horas. Había estado despierto cuando me levanté al baño y al ver que no volvía fue a buscarme. Me encontró de pie, aturdido, junto a la puerta de la habitación de sus amigos.
—¿Qué rayos...? —fue lo único que alcanzó a decir, sobresaltándonos a todos.
Woo Hyun fulminó a la pareja sobre la cama con la mirada y me tomó del brazo con fuerza, llevándome de regreso a la habitación de huéspedes, arrastrándome debido a mi aturdimiento.
El resto ya se sabía. Woo Hyun estaba furioso. Nos había dicho todo lo que se le había pasado por la cabeza y al final había decidido que no podíamos quedarnos.
—Piénsalo un poco —se apresuró a decir Dong Woo —¿a dónde irán?
—A cualquier sitio con tal de no exponer a Sung Jong.
Agaché la cabeza, pero no intervine en la conversación. Cuando Woo Hyun se ponía en ese plan tan sobreprotector casi echaba de menos al hermano alocado e irresponsable que había sido la mayor parte de nuestra vida en común.
—Ya es tarde —habló Hoya, de pie y con los brazos cruzados.
Lo miré, pero de inmediato aparte la vista, aún podía recordar como se veía... Nunca ví a Ho Won y Dong Woo como algo más que amigos de mi hermano, pero tras aquella escena… Verlos ahora era… extraño. Mi imaginación ya no podía verlos con pureza, los sexualizaba y ello me turbaba más de lo que me gustaría admitir.
—Vamos, Sung Jong. Toma tus cosas.
Asentí, volviendo a colgarme la mochila sobre los hombros. Aquel había sido un día más que interminable. Mi breve charla con Myung Soo ya me parecía cosa de otra vida.
Nos dirigimos a la puerta, pero antes de salir me volví hacia los dueños, avergonzado a límites insospechados.
—Lo siento mucho. No fue mi intención causarles problemas.
Ni pillarles in fraganti, pensé, pero no me atreví a añadirlo.
—No te preocupes, Jjong—Dong Woo me tocó el hombro de forma paternal —hemos sido descuidados.
—Trataremos de que esto no se repita la próxima vez que vengas —añadió Hoya.
Asentí de nuevo y Woo Hyun se limitó a soltar un bufido, sin duda pensando que, definitivamente, eso no ocurriría de nuevo. Veía poco probable que mi hermano me dejase volver a la casa de los Lee-Jang. Aunque ese pensamiento no fue suficiente para sacarme de la realidad y era que estábamos de nuevo en la calle.
—Tengo sueño —me quejé unos diez minutos después, mientras mi hermano manipulaba su celular con rapidez.
—Aguanta un poco. Estoy buscando otro sitio para quedarnos.