Nicolás siempre se considero una persona con suerte. Él era el tipo de persona al que todos querían el tipo que siempre caía bien. Al tipo al que siempre invitaban a lugares, a fiestas sin llegar a ser el chico popular rompe corazones. Era una persona ingenua, simpática, carismática, bondadoso y confiado. El tipo de persona con una sonrisa magnética que siempre te iluminaba el día. El hijo favorito, aunque le costará admitirlo delante de su hermana, de su madre. Era todo lo que su madre quería en un hijo. Era todo lo que un profesor esperaba en un alumno. El que siempre respondía a las preguntas sin tener esa actitud prepotente o desdeñosa, capaz de ayudar sin mirar a quien.
—Nicolás ¿Vienes a mi casa? —pidió Richard, uno de sus amigos—. Nos reuniremos con unas amigas para estudiar, eres el mejor de la clase no puedes faltar.
—No me lo perderé —mencionó contento, el profesor aviso que el día siguiente habría una practica de economía, le daba alegría que después de tantos consejos Richard por fin le tomará la palabra—. Te veo en tu casa —aseguró con la mochila en el hombro.
Al final resulto ser que era una fiesta, alta música, alcohol y muchas chicas. Le habían tomado el pelo, otro en su lugar se habría marchado con cualquier escusa, Nicolás prefirió quedarse. Alguien debería ayudar a limpiar a Richard una vez que la fiesta terminará. La fiesta duro hasta las 2 de la mañana, Richard estaba tan cansado que Nicolás terminó haciendo todo el trabajo, solo.
—Perdón Nicol —se disculpó Richard aún con la cabeza dándole vuelta—. Ni yo mismo creería que hubo una fiesta. —Abrió los ojos de par en par, su casa estaba más limpia de lo que antes—. Eres un amigo como pocos. —Le dio unas palmadas en la espalda, mientras miraba los cojines limpios y sin vomito en los pisos—. Prometo que te lo compensaré. —Le quito las bolsas de basura que Nicolás tenía en las manos y las saco de la casa—. Pide lo que quieras, no te contengas.
—Llegar temprano a clase —pidió agarrando su mochila, si Richard no lo conociera pensaría que estaría bromeando.
—Esta hecho —agarro una manzana de la cocina y salieron a toda prisa.
Si Nicolás veía el lado positivo como era costumbre, al menos le habría enseñado una lección a Richard, talvez fuera a sacar el primer cero en su vida académica, pero había cosas que no tenían precio.
—Alumnos. —Entro la directora al aula, la mayoría de los alumnos se tensaron—. El profesor tuvo un accidente mientras conducía, lastimosamente no podrá dar esta clase. —Tan pronto como la directora se fue el salón quedo desierto.
¿Qué probabilidad había qué justo el día que él no estudiaba el profesor se accidentará? Para una persona promedio pocas. Para una persona como Nicolás era lo más probable.
Varios al ver su ingenuidad le auguraban un mal futuro, que alguien pisaría sus sueños y lo haría estrellarse con la realidad. Nicolás solo sonreía y les agradecía por preocuparse por él. No era de los que le gustará discutir, ellos tenía su punto de vista y él el suyo.
Nicolás era un ecologista. En el tiempo que formo parte de la comitiva de su escuela propuso varias iniciativas para mejorar el medio ambiente, curiosamente todas fueron aceptadas. Debido a esto era normal que no estuviera interesado en conducir esas maquinas generadoras de humo que las personas llamaban carros. Así que el hecho que un policía lo detuviera por pasarse una luz verde no lo sorprendió. En su defensa su madre le había pedido un favor, él no se negaba a nada que le pidiera su madre.
—¿Su brevete? —pidió el policía con gafas negras y apuntando un par de cosas en una agenda que tenía en las manos.
No tenía caso mentir.—Señor la...
—¡No lo dejen escapar! —ordenó el policía a través de un comunicador que—. ¡Rodéenlo! ¡Rodéenlo! —Corrió el policía subiéndose a una motocicleta para perseguir a un ladrón que iba a toda velocidad en un auto negro.
Nicolás lo presenció, cualquier otra persona habría conducido lo más rápido posible lejos de ahí. Nicolás se quedo esperando por su papeleta. Había cometido una infracción, era lógico un castigo. Creyó que una hora era un tiempo prudente. Él esperó dos, solo por si las dudas. Al regresar su madre lo regaño por asustarla. Él le conto todo, no tenía porque mentir. Si había algo que su madre no toleraba era esas ideas platónicas. Ella un día las tuvo, no le fue bien. No importará cuanto su madre le hablará de ello, Nicolás jamás sedería en eso. Él había actuado de la manera correcta y no le sucedió nada malo. Nunca le sucedía nada malo por seguir sus ideales.
Su beca en ciencias políticas era prueba de ello. Nicolás se había inscrito para ingresar a una universidad, talvez no tendría la facultad que quería, pero abogacía no era mala opción. La pensión era razonable, la podría costear. Sabía que de decírselo a su madre ella gustosa le pagaría la carrera sin importar el monto, es más mientras más costará la carrera más grande sería la sonrisa en su rostro, su madre era abogada, si bien se había retirado hace años no era secreto que su profesión era uno de los amores más grandes de su vida. Daría cualquier cosa por vestir nuevamente sus ternos negros y volver a los tribunales. Él no quería que por su causa su madre volviera a "tener que jugar con las palabras" para defender a corruptos empresarios. Así que si podía evitarlo lo haría.
El día que postularía su madre se accidentó, ella era su madre, no podía dejarla sola, su examen tuvo que esperar.
Dos semanas después un folleto llegó a sus manos, una universidad proponía una nueva vía de ingreso. Beca del 50 % al primer puesto en un examen previa entrevista. Nicolás no lo pensó dos veces. Al final termino con beca completa, en la facultad que sí quería y en una universidad que promovía el cuidado el medio ambiente.
Se consideraba una persona afortunada, una de esas personas con estrella, una persona con suerte. Estaba contento ¿Cómo no estarlo? Tan solo 5 meses después conoció a la dueña de su corazón, quien curiosamente estaba recostada en sus brazos mientras miraban una película. ¿La vida podía ser mejor?
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Editado: 11.06.2022