Esto no puede ser amor

Capítulo 14

—¡No Dakota! —exigió su hermano, él no era de la gente que se enojaba por cualquier cosa, cuando lo hacia era alarmante—. ¡Suelta esa maldita cosa! —Trató de quitárselo, pero la pelirroja fue más rápida.

—No te metas en mi vida. —Salió de su habitación con la jeringa en mano, su hermano no era nadie para mandarle, lo único que había echo era burlarse ¿Qué demonios espero que hiciera?

—¡Dakota dámelo! —La jalo del brazo, ella le dio un codazo en el estomago y salió de su agarre, él no tenía ningún derecho a prohibirle nada—. ¡Si nuestro padre se entera de...

—No lo hará —aseguró, había sido precavida, él único que lo sabía era su mellizo, en ese momento no sabía ni porque se lo había contado, creyó que podría ayudarla, ja, ahora se reía de lo estúpida que fue ¿Ayudar? Solo lo empeoró todo—. Nadie se lo dirá —afirmó con la voz chillona.

Ella no sabía porque su hermano estaba tan alarmado, solo aumentaría su dosis, no era algo que no había echo antes, si bien Javier le había dicho que no lo hiciera, ellos no sabían lo que estaba sintiendo, no sabían lo que era no poder dormir en las noches, no sabían lo que era sentirse vacía, lo que era tener frio en las noches por no tener a Jacob a su lado, no sabían lo que era tener que tragarse el asco y sonreír para alguien que detestaba, tener que oírlo hablar de como Jacob estaba tan bien, contento con sus interesante proyectos, que nunca había estado mejor. Lo odiaba. Odiaba cada una de sus palabras. Odiaba el revoltijo en su estomago, una parte de ella quería que Jacob llorará por no estar con ella, la otra parte de sí solo podía sentir lastima por lo que se había convertido su vida. Reprimió la lagrima que se formaba en sus ojos.

—¡La ultima vez que lo consumiste tuvimos que...

—No me importa —agarró una tasa y se la tiro, su hermano la esquivo a tiempo, la tasa se estrello contra la pared—. ¡Vete! —gimoteó—¡Vete! —Detestaba verse miserable, sabía que se veía así por la expresión de su hermano.

—¡No dejaré que pases por eso de nuevo! —Trato de acercarse, fue en vano, paltos y tasas cayeron, quería que se callara, quería que se fuera, quería estar tranquila, sola—. ¡Si es necesario se lo diré! —bramó el pelirrojo.

—¿Se lo dirás? —sus palabras llenas de amargura—. ¿Tú? —preguntó con una mirada agría, llena de rencor, odio, dolor—. No me hagas reír.

Cuanto daría por reír, una risa bonita, limpia, pura; no lo áspero y feo que salía de ella cada vez que lloraba.

—Sí —aseguró—. Si es necesario, esto te destruirá ¿No te das cuenta?

—¿Destruirme? ¿Qué tengo que perder? No tengo una vida. —Era duro aceptarlo, peor hasta cierto punto estaba siendo sincera—. Tú tampoco la tienes —aseguró con el ceño fruncido—. Mi vida es cumplir sus ordenes y por esa maldita orden estoy así. 

No quería llorar, no quería verse más patética, le costaba trabajo contener aquel dolor liquido dentro de ella.

—Dakota... —su voz salió con algo diferente esta vez, más suave, cariño, ella solo podía percibir lastima—. Cálmate —pidió acercándose lentamente—. Cálmate. —La abrazo cuando llagó hasta ella, vio aquella jeringa en sus manos—. Dame eso —susurró—, has estado casi un mes con...

—Largo —chilló saliendo de su abrazo, no necesitaba de esa cursilería—. ¡Fuera! —mordió con rabia—. Estoy perdida ¿lo recuerdas? —sus palabras salían con reproche—. ¡Fuera!

—Basta Dakota —el rastro de gentileza se borro en su voz—. Se lo diré —amenazó—, no volverás a caer con...

—No lo harás —exigió, pero el pelirrojo ya estaba saliendo del departamento.

No podía permitir que se lo dijera, su padre la regresaría a casa, no la dejaría terminar con lo empezó ¿Es que acaso ella todavía quería terminar? Debía volverlos miserables, no volverse miserable. A este paso no terminaría nada más que con su vida. No arreglaré tu desastre. Lo haría, su padre no dejaba las cosas a medias, ella sabía como él arreglaría su error. Movió su cabeza de un lado a otro. El hueco en su pecho se hacia más grande, más insoportable. No. No lo permitiría. Su padre no podía enterarse.

—Si no quieres que se entere que has ido a verla otra vez no lo harás —amenazó como su ultimo recurso.

Funcionó.

El pelirrojo se detuvo.

—Sabes que si padre no la mato fue para no levantar sospechas, pero si tu le dices algo, yo se lo diré, a padre no le...

—¡Ni se te ocurra! —vociferó sujetándola de los brazos tan fuete que podía sentir sus uñas clavadas en su piel.

—Entonces vete —ordenó—. Déjame en paz.

Él obedeció, le quito las manos de encima mientras se alejaba lentamente con algo en los ojos que la pelirroja no pudo describir bien.

—No te necesito, no necesito a nadie, déjame, vete.

Antes de que el pelirrojo cerrará la puerta mencionó.—No te atrevas a buscarme cuando estés con las cuerdas sobre el cuello —Cerró la puerta de un portazo.

—¡No lo haré! —aseguró con las lagrimas por fin cayendo—. ¡Nunca! —sus gritos eran cada vez más fuertes, más desgarradores que el anterior—. ¡Vete! ¡Vete! ¡Déjame! ¡Déjame sola...!

No supo cuando llego a su habitación. Lo ultimo que quería era pensar. Mientras menos lo hiciera mejor. Sabía que la ayudaría con eso. Estaba sentada al pie de su cama con la mirada fija en la jeringa. Unos cuantos mililitros podían acabar con el dolor que nacía en su corazón. Podían hacer añicos su mente, su cordura, fingir que nada pasaba, sentirse bien, dormir, descansar sin preocupaciones. Hace días que su mente ya se había acostumbrado a la dosis, necesitaba más para cubrir su carencia de afecto, su necesidad. Sabía que esa droga la mataba por dentro, en parte no le importaba, su vida siempre fue un asco, pintar su sonrisa día con día para cumplir las ordenes de su padre, para tener su afecto ¿Por que quería el afecto de alguien tan duro? ¿De alguien que nunca se comporto como su padre? No era justo. Cariño. ¿Era un pecado querer eso? Al parecer cada vez que lo quería su vida empeoraba. ¿Vida? No, esto no era vida, era un castigo. No, no quería pensar, su mente dolía, su cuerpo dolía, su corazón sangraba. Llanto y más llanto. Era lo único que podía hacer. Llorar.




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