Estrellas de papel

Capítulo 3

Aitana

 

La entrada del instituto esta abarrotada de gente, yendo de aquí para allá. Se puede divisar parte de la cancha de fútbol.

 

En los pasillos hay muchos alumnos, algunos perdidos como yo, otros ya con ganas de acabar bachillerato e irse y otros con cara de querer matarse.

 

Busco en la lista mi nombre para saber a qué aula tengo que ir. Al buscarla me pierdo, así que decido preguntar a una chica que pasa. Ésta me acompaña, ya que justo iba hacia allí. Menos mal, porque sino no se si habría llegado, mi sentido de la orientación sigue tan mala como hace unas semanas, cuando vine a buscar el instituto.

 

Las tres primeras horas pasan rápido, ya que son las presentaciones y donde cada profesor explica cómo va a ser este último año y cómo nos van a evaluar.

 

Salgo junto a Laura, la chica que me acompañó antes, y vamos juntas a la cafetería. La cafetería no es ni muy grande ni muy pequeño, hay una barra llena de alumnos donde atiende tres personas y unas cuantas mesas repartidas por la estancia.

 

Laura y yo nos ponemos en la desastrosa cola que hay y esperamos mientras ella me cuenta sobre una anécdota del profesor de Biología que tenemos.

 

Laura es una chica bastante simpática y un poco alocada, en apariencia callada pero cuando ya pasas un rato con ella no para de hablar. Me ha contado que conoce a casi todos de los que van a nuestro curso, por lo que mientras dura la cola algunas personas la saludan, aunque ninguno es un amigo cercano. Dice que en el instituto no tiene amigos, puede conocer a esa persona y llevarse bien con ella, pero no lo consideraría amiga.

 

Las dos pedimos un bocadillo, ella una coca-cola y yo una botella de agua. Como la cafetería está llena, salimos a empujones de ella y vamos afuera, donde nos sentamos en un banco.

 

-Bueno, te toca contarme tú cosas, que he estado hablando todo el rato yo -dice Laura girándose hacia mí-. Por tu acento he deducido que no eres de aquí, ¿de dónde eres?

 

-Sí soy de aquí, solo que a muy temprana edad mis padres se mudaron a Londres por trabajo -le cuento con añoranza al mencionar a mis padres.

 

-¿Y por qué volvisteis?

 

¿Por qué volví? Pues para empezar una nueva vida, para olvidarme de estos tres años de mierda, para alejarme de ese lugar lleno de recuerdos tanto buenos como dolorosos. Pero eso no se lo voy a decir, no de momento. Aunque me haya caído bien no le puedo contar todavía todo lo que tuve que soportar.

 

-Volví sola -contesto simplemente, aunque sé que preguntará por qué.

 

-¿Escapaste de tus padres? O ¿echabas de menos España y te viniste sola?

 

-Cuando me fui de aquí era muy pequeña, así que no tengo muchos recuerdos aquí -me quedo callada unos segundos, pensando qué decirle-. Mis padres murieron hace tres años y estar allí, aún cuando había pasado tantos años seguía doliendo a veces -le cuento la verdad a medias. Cuando la miro, ella me está mirando con lástima, como todas las personas que se enteran. A mí no me molesta, ya me he acostumbrado a esas miradas, además ¿con qué mirada nos van a mirar la gente al saber que se nos ha muerto un familiar? La única con la que nos pueden mirar es con la de lástima, aunque creo que es algo que una persona hace sin querer, una reacción sola que realiza el cuerpo humano.

 

La miro de vuelta con una sonrisa triste, porque, aunque haya pasado tres años y ya no duela tanto, hablar de ellos siempre traerá una sensación de dolor.

 

-No te disculpes -la corto, al ver que va a abrir la boca, porque eso no lo soportaría, nunca he entendido por qué la gente se disculpa de algo así. Ella posa su mano en mi hombro y le da un apretón-. Ellos nunca dejaron que se me olvidara el español, iba a clases particulares y en casa siempre hablaban en español, aunque todas mis amistades eran ingleses, por eso se me habrá pegado un poco el acento.

 

-Hicieron bien, supongo que eran muy buenas personas -asiento sonriendo, ella enseguida me la devuelve y añade con alegría-. Así me puedes ayudar en inglés, a mí se me da mal, bueno, ¡qué digo mal, sino fatal! -exclama al final, soltando una pequeña carcajada. Yo río junto a ella.

 

Hablamos de unas pocas cosas más y la acompaño al baño. Luego nos dirigimos a la clase, aunque falta 5 minutos.

 

-Ahora nos toca con nuestro tutor, lo tuve hace un año y ya te aviso que siempre llega pronto, no sé cómo lo hace, ¿es que no tienes más clases? Te juro que no lo entiendo, se teletransportará o algo -suelta un bufido y yo suelto una risa-. Con él hay que tener cuidado, aunque sea majo, si llegas un minuto tarde no te deja entrar, ni aunque sea porque había mucha gente en los pasillos o si es a primera hora, por el tráfico.

 

-Yo nunca he llegado tarde -digo encogiéndome de hombros, cuando mis padres vivían, ellos me llevaban y cuando vivía con mi tía quería estar en casa el menos tiempo posible, así que me despertaba pronto.

 

Laura me mira perpleja y yo me vuelvo a encoger de hombros.

 

-¿Nunca, pero nunca?

 

-Jamás de los jamases.

 

-Pues no tendrás problemas con él -dice, señala nuestra clase y con un tono de voz de sabionda, dice-. ¿Ves? Ya está en clase, siempre llega pronto, ¿acaso no tiene otras cosas que hacer? -pregunta con un tono de queja.

 

-Es el primer día -contesto con obviedad y sonriendo.

 

Laura suelta un bufido y se adentra antes al aula, saluda al profesor y se encamina hacia la mesa que ha designado como suya hasta que nos cambien.

 

Copiándola, entro, saludo al profesor y cuando voy a ir hacia mi mesa, me doy cuenta de que hay alguien más. Está al final de la clase, en una esquina, está ensimismado en un cuaderno que tiene sobre la mesa, con la cabeza gacha. De repente levanta la cabeza y lo primero que veo son unas increíbles pupilas azules. Tiene el pelo desordenado, negro como la noche, una nariz puntiaguda y unos labios rojos natural.



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En el texto hay: romance, amor, dolor

Editado: 27.05.2020

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