Dicen que la decisión más difícil de la vida es el definir quién eres.
Y ese momento es el mío.
-Mamá, papá… soy lesbiana.
Confieso a mis padres quienes están sentados frente a mí. Veo a mi madre soltar lo que trae en las manos y a mi padre quitarse los lentes.
Me hubiera gustado que simplemente mi madre comenzará a llorar y luego me abrazara diciéndome que todo va a estar bien y que me ama como yo sea.
Pero la vida no puede ser tan fácil.
Mi padre se levanta enojado mientras grita algunas cosas. Luego me mira y me dice que dios me castigará, que debo regresar a sus caminos…
La vida no es nada fácil.
Unos días después estoy en el auto, mirando por la ventana los árboles que se alzan a nuestro alrededor. Mi madre está sentada delante, mientras conduce el auto. Estamos yendo a una especie de campamento religioso sobre el noviazgo y la sexualidad.
-Tranquila cariño, esto pasará. Es sólo una etapa -Me dice mi madre.
Lo que no sabe mi madre es que pase desde mis 13 años hasta mis casi 20 intentando descifrar si realmente era una etapa y había descubierto que no lo era.
-Sí mamá -Eso es lo único que puedo responder en esos momentos. No tengo de otra.
-Recuerda lavarte los dientes…
-Sí mamá.
-No olvides ser amistosa.
-Sí mamá.
-Pon atención a las predicas.
-Sí mamá.
-Y por favor, Caro… intenta conocer chicos.
No respondo a eso último y suspiro cuando llegamos a la entrada del campamento.
Yo permanezco en mi lugar, mirando por la ventana los árboles del lugar y a los chicos y chicas entrar con grandes sonrisas al campamento.
Mi madre comienza a bajar mi equipaje del auto y me mira preocupada. Me pide que baje pero yo no contesto.
No quiero estar ahí.
Entonces escucho como alguien toca suavemente el cristal de la puerta del auto y cuando alzó la mirada me encuentro con ella.
Es una chica de piel morena y cabello tan rizado y negro. Tiene una sonrisa tan hermosa y tan brillante; las pecas de su rostro parecen ser estrellas en la noche.
Me bajo de inmediato del auto.
-Bienvenida al campamento de este año -Me saluda amigablemente-. Me llamo Natasha y seré tu guia en este lugar.
¡Santo cielo! No sé cómo responderle, olvido totalmente mi nombre…
-¿Cómo te llamas?
-¡E-Eh! ¡S-Soy Ca-Caroline! -Le respondo entre balbuceos nerviosos y ella ríe levemente.
-Un gusto, Caro. Ahora ven conmigo, te llevaré a tu casa y te mostraré el lugar.
Tomó mi maleta torpemente y me despido de mi madre con la mano.
Ella me sonríe con cierta preocupación y me deja ir.
Natasha me muestra todo el lugar; me dice dónde vamos a comer, dónde se llevarán a cabo las actividades, dónde serán las predicas y que horario manejaremos.
Estoy muy feliz a su lado… Maldita sea, vengo al campamento a “curarme de mi homosexualidad” y lo primero que hago es dejar que una hermosa chica me seduzca con su belleza.
-Bueno, esta es tu cabaña. Aquí dormiras.
-¿Dónde duermes tú, Nata? -Preguntó con rapidez. Quiero saber si la tendré cerca.
-Oh, yo duermo en una cabaña que esta junto a la cabaña de los predicadores -Ella me sonríe-. Si necesitas algo no dudes en ir a buscarme.
Asiento rápidamente y le sonrió.
-Gracias.
-Entonces te dejo instalarte -Natasha toma su portapapeles que descansa debajo de su brazo y me vuelve a sonreir-. Te veo después.
-Sí…
Y dicho eso, se separa de mí. La veo caminar hasta que desaparece con otro grupo de personas y no puedo evitarlo. Simplemente lanzó un suspiro enamorado.
Maldita sea.
El día se pasa aburrido, hacemos algunas actividades que me parecen divertidas como jugar con balones o buscar en el campamento una llave escondida.
El problema es cuando llega el momento de las predicas donde debo fingir que me interesa lo que dicen y debo tragarme todo lo que quisiera decirle al hombre que está hablando al frente.
“¡Esta mal ser homosexual!” Es lo que dice el hombre y entonces un chico que tiene una muñequera de color arcoiris se levanta.
-¿Por qué esta mal, si sólo es amor?
Comienza una discusión entre ellos y yo decido sólo suspirar y buscar con la mirada a Natasha.
Ella está parada en otro extremo del lugar, mirando el debate al frente.