Eternal Soul

Capítulo 1

Norte de Texas     
Día presente

Lluvia. Una mujer de cabello blanco yacía en el suelo. Yo yacía en el suelo, empapada por el agua y unas grandes manos acariciaban mi rostro, con un especial olor a tierra mojada. 
Era difícil ver nada. Era difícil sentir nada además del roce de su piel. Era difícil dejarlo.
―Eva― la voz de mamá me despertó a medias. 
Parecía venir de abajo, detrás de la puerta, los pies de mi cama, lo que fuera. Algo  me sacudió los pies tapados con la sábana.
―¡Eva!
Eran los pies de mi cama. Abrí los ojos para ver a mamá parada intentando despertarme, sacudiéndome los pies. Volví  a cerrar los ojos, sólo un momento.
―Nena, despierta ―hablaba suave y cuando vi estaba sentada junto a mí― escuela ¿Recuerdas?― sonrió.
―Cómo olvidar esa parte de mi vida ―le devolví la sonrisa, desperezándome.
―Tienes quince minutos para bajar y desayunar, sin objeciones.
Mamá se fue y no viendo ninguna otra opción, me levanté. El baño solo me tomó cinco de los quince minutos, pero aún tenía sueño. Hoy teníamos examen de Historia General, y a pesar de haber dormido algo mal, con ese sueño tan raro que tuve, quería ir; la historia es en serio apasionante. Habiendo leído muchos libros, que por lo general están ambientados en las épocas del siglo dieciocho, comenzó a interesarme. Como Inglaterra, Francia, también estaba la mitología griega y nórdica, y la Grecia antigua. Siempre me he de preguntar cómo diablos era vivir por aquellas épocas. Ha de haber sido muy hermoso, y muy difícil también, yo no me veía casada a los dieciséis.
―¡Evangeline!― la voz proviene de abajo, y al parecer no tan contenta. 
Me vestí con un jean azul, mis Converse y un cárdigan lila. Parecía adecuado para el tiempo soleado de afuera, que casi siempre era caluroso. Mi cabello es ondulado y muy negro, asique  solo tengo que peinarlo y dejarlo secar. 
Mamá, mi linda mamá Anna, de cortos cabellos caramelo nos estaba esperando al pie de la escalera. Al parecer yo no era la única que se había quedado desvelada.
―Eva ―dijo mi nombre cuando la besé en la mejilla.
―Aquí ―le dije y me pare en los pies de la escalera, con mochila en hombro.
―¡Johnny! ―gritó el nombre de mi hermanito pequeño de siete años.
―Aquí ―el adorable y molesto niño de pelo rubio y ojos cafés bajaba rápidamente para ponerse a mi derecha, y pegarme en el muslo. Yo le devolví el golpe en la cabeza; él me dio otro el vientre, y yo otro en el hombro…
―¡Basta! ―nos regañó mamá mirándonos con expresión desaprobatoria―¡Nathan! ―gritó de nuevo hacia la cima de la escalera en tanto yo le daba una sonrisa y un guiño de ojo a mi Johnny. Es el pequeño. Mi adoración.
―Aquí ―mi hermano mayor apareció algo dormido, con el intento de ponerse una chaqueta roja y sus deportivas, totalmente desaliñado bajando la escalera. Él tiene casi dieciocho, y yo dieciséis cumplidos recientemente. Nos la vivimos peleando, pero creo en el fondo lo quiero. Quiero pensar lo mismo de él.
―Si no tienes novia para hablar hasta altas horas de la noche ¿Qué hiciste? ―le provoqué con una sonrisa, una sonrisa real.
―¡Eva! ―me retó mamá mirándome.
―Cierra la boca ―me dijo sin ánimo al llegar a mi izquierda.
―Yo escuché sonidos de mujeres gritando ―dijo el pequeño.
―¡Johnny! ―mamá miró a Johnny, que se encogió un poco.
―Yo lo apoyo ―señalé a Johnny.
―Eva ―me reprochó― ¡Basta los dos! ―miró de nuevo a la cima de la escalera ―¡Frank!―
Faltaba uno. Frank, el de once años, bajó de la escalera. Él era el serio de la familia, siempre responsable y bueno en sus tareas, el favorito de papá, así como Nathan es el de mamá, y Johnny es el mío. También era el niño bonito, después de Johnny claro. Su cabello del color del de mamá y corto hasta las orejas, a diferencia de Nathan que era negro como el mío; con sus ojos grises como los de Nathan y papá. Johnny tiene ojos castaños como mamá. Eso me puso a pensar.
¿De dónde saqué mis ojos completamente negros?
―Aquí, mamá ―y la besó en la mejilla mientras ella se agachaba. Se hizo espacio entre Johnny y yo. Como cada mañana, todos parados de mayor a menor como soldados.
Johnny arrugó toda su cara ―Frankenstein― dijo a Frank, con voz distorsionada.
―Adoptado ―Frank le sacó la lengua.
―¿Todos con su mochila? ―Soldado Anna se paró frente a nosotros.
―Si ―respondimos.
―Nathan ¿Tus píldoras? ―Nathan necesita píldoras de hierro, aunque para molestarlo le digo que son anticonceptivos.
―Si ―contestó.
―Frank y Johnny ¿Dinero para el desayuno?
―Si― respondieron los menores.
―¿Por qué siempre tanto orden? ―me quejé.
―Cuando tengas cuatro hijos quiero ver cómo los controlas ―remató mamá―, ahora todos andando.
 El auto de papá era un Mini Couper, ideal para una pareja y cuatro hijos, y blanco; además nadie lo conducía aparte de él o mamá, ni siquiera nos lo deja a mí o a Nathan. Bueno, tomando en cuenta que yo no sé conducir, no cuento, pero Nathan si sabe, y aun así tiene que pasar por su cadáver antes de tocar el auto familiar. Y ni aún así creo que se lo dejarían. 
Yo ocupé mi asiento junto a la ventana, y a mi lado Johnny, detrás Nathan y Frank. Mi mamá se dio la vuelta y se dirigió a todos nosotros.
―Recuerden que hoy en la tarde Sarah y Carter vienen hoy, entonces Nathan y Eva ―nos miró―, nada de irse con amigos, tenemos que estar todos en casa para cuando lleguen.
Tíos Sarah y Carter siempre traen regalos para todos, de los diferentes países que visitaban ya que viajaban por todo el mundo. Claro que nosotros también viajaríamos por todo el mundo si papá fuera uno de los abogados penales más famosos en España, yendo de bufet en bufet por todos lados dando conferencias, y mamá fuera una chef profesional-internacional, como era el caso de Sarah y Carter, pero teníamos salud.
Mamá trabajaba como secretaria en una empresa de diseños automotores, y papá es un arquitecto. Vivíamos bien.
Al parar Nathan y yo nos bajamos primero para entrar en North High, donde cursábamos la preparatoria. Saludamos a mamá y papá, y nos dirigimos a las escaleras de cemento pobladas de estudiantes. En cuanto se perdieron a la vuelta de esquina, Nathan separó de mí, como todos los días, y se fue con su grupo de amigos sin dirigirme una palabra, como todos los días. No sabía si entraría al establecimiento o se saltearía las clases, como casi todos los días, de todas maneras a quien iban a castigar era a él, no a mí; a lo sumo papá me regañará por no haberle dicho nada, pero lo tendría que convencer de que me tenía amenazada con que me haría algo malo o algo, y tendría que creerme ya que Nathan era más alto que yo. Siempre me creen, es lo bonito de ser la única hija mujer. Pero no es que mienta, no lo hago muy seguido. No lo hago, no. No… nunca.
Natalie Wallace me estaba esperando apoyada en el barandal de la escalera, junto a un arbusto deteriorado.
―¿Ansiosa por el día de examen?― dijo cuando llegué a su lado, sin expresión.
―Apuesto 5 dólares a que obtengo más de ocho.
―¿Tan segura?
―Si.
―Hecho ―y con su cara de pocos amigos, nos encaminamos al salón de Historia.
Nat es obviamente más alta que yo, que apenas rozo el metro cincuenta y cinco. Se puede decir que entre las mías soy de las más bajas. Con su cabello sedoso y color miel, es muy hermosa. También es más delgada y tal vez un poco más divertida que yo, que prefiero leer algún buen libro que besar a un chico.
Eso no es lo mío, aunque obviamente para saber que no era lo mío tuve que haberlo probado. Tuve un novio, Kyle, pero lo dejé después de una semana de haber sido novios. No estaba enamorada, y no creía estarlo a futuro. Entonces pensé ¿Por qué lastimar al chico? Él no lo vio así, y se cabreó conmigo… Ahora me lo cruzo por los pasillos de la escuela y no se digna a mirarme o hablarme. Y lo entiendo, yo tampoco me hablaría. 
Después de que Higgins pasara lista, nos entregó a cada uno los exámenes con cuarenta y cinco minutos para resolver veinte preguntas. Las resolví en aproximadamente cuarenta minutos, y la profesora rechoncha y de cabello rubio albino las pasó a recoger.
―Muy bien― dijo parada en frente del pizarrón ―, ¿Alguien sabe a lo que me refiero cuando digo Sajón?
Levanté la mano y Higgins me dio el asentimiento para responder ―Era un antiguo pueblo germano― había seguridad en mi voz. Me sentí un poco orgullosa.
―Correcto, Winters― me sonrió y continuó hacia la clase 
Sentí a Nat murmurar algo en la mesa de junto, que sonó como: ―Nerd―
―Hacia el siglo II d.C., los Sajones habitaban en el sur de la península de Jutlandia, al norte de la actual Alemania, y cuya primera mención de la que se tiene constancia corrió a cargo del geógrafo y matemático egipcio Claudio Tolomeo. Finalmente, se formaron siete reinos: Anglia Oriental, Mercia y Northumbria, gobernada por los anglos, Essex, Sussex y Wessex, gobernados por los sajones, y Kent, gobernada por los jutos. 
-Los sajones realizaron incursiones de piratería en la zona del mar del Norte, y en los siglos III y IV se dirigieron hacia el sur, a la región del río Weser (río alemán), donde se encontraron con los caucos y los angrivarios, tribus germanas a las que sometieron y asimilaron. En la segunda mitad del siglo IV, invadieron territorios romanos, y, a finales del siglo VI, todo el noroeste de Germania (Alemania) hasta el Elba era ya territorio sajón. En los siglos V y VI, algunos grupos de sajones invadieron Britania (la actual isla de Gran Bretaña) y allí se unieron a otros pueblos germánicos: los anglos y los jutos. A inicios del siglo VII, la conquista anglosajona de este territorio había concluido prácticamente.
Vaya con estos tipos. Eran bárbaros. Esa era la palabra. Debieron haber sido tiempos difíciles para los conquistados. Guerras violentas, sangre… aunque los sajones no pudieron haber sido peores que los vikingos. Ellos eran de temer según había leído. La profesora siguió hablando, pero no la estaba escuchando.
Algo no andaba bien. No es que algo anduviera mal, solo que, lo sentía. Era como estar esperando que algo pasara, sabiendo que va a pasar, pero sin saber qué demonios es lo que va a pasar. Fue como aquella vez en que Nat y yo queríamos ir a una fiesta de fraternidad en casa de su hermano, entonces yo sentí que algo estaba mal, y terminamos viendo Romeo y Julieta en el sofá de mi casa. Al día siguiente su mamá la llamó diciendo que su hermano estaba levemente herido a causa de un derrumbe en la fraternidad.
O como la vez que Nathan estaba por saltearse el día de clases para irse con sus amigos en el auto de unos de ellos, fue la única vez que me opuse. Le dije que si no entraba a clases mamá se enteraría de todo, y ahí cedió. Sorpresa. Sus amigos iban ebrios y chocaron. 
―¿La maldita dijo examen? ―sentí a mi amiga inclinarse hacia mí― Dime que son voces que sólo escucho yo― pidió lastimosamente. No llegué a prestarle atención. 
Nat les dice “corazonadas” y, cuando quiere fastidiarme “brujerías”. Yo no creo en esas cosas de brujas, pero si en la intuición, como un sexto sentido. Son solo esas cosas que pasan. Las siento. Y aquí sentada, fue una corazonada muy fuerte. Se me vino  a la cabeza el sueño. Tratando de recordar; cabello blanco, manos masculinas. Tal vez otra cosa. Un color verde esmeralda. Una respiración. Eso no había estado en mi sueño ¿o sí? Difícilmente podría recordar algún detalle. Era difícil recordar. Era difícil dejarlo.
La visita de mis tíos no mejoraron las cosas.



#23856 en Fantasía
#5144 en Magia
#49677 en Novela romántica

En el texto hay: historia

Editado: 08.03.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.