—Vaya, vaya... si la Leona ha sido capaz de salir de su madriguera—Levanto la mirada, chocando con sus ojos. No voy a negar que cuando la he visto una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo—. Hola de nuevo gallega—Esto último lo hizo más lento, como si quisiera haber dicho mucho más en sólo cuatro palabras.
—Hemos hecho esta cena para estar bien y tranquilos—La voz de la malagueña se deja paso entre las dos, más seria de lo que me imaginaba—, pasar buen rato y dejar la mierda atrás
—Mireya, yo estoy bien—Veo que me mira con rencor y rabia... pero me lo merezco—. Solo que después de estar un año huyendo...
—Yo...—No tengo fuerzas para decir nada. Solo quiero salir corriendo, llegar a casa y llorar hasta quedarme vacía—Lo siento—Me levanto de la mesa, posándose todas las miradas en mí—, no puedo... Lo he intentado pero no.
Cojo todas mis cosas y salgo corriendo del restaurante, dejando atrás las voces de los chicos. Me choco al salir con el resto, pero los ignoré. No quiero ver a nadie ahora mismo. Como puedo, salgo corriendo hasta que se que estoy lejos del lugar. Paro para coger aire y saco el móvil para poner el gps para llegar a mi casa.
Mierda, me grite a mi misma. Estoy justo en la otra punta de la ciudad y por mi mala suerte no consigo identificar la calle en la que estoy para poder llamar a un taxi.
—Enhorabuena chica, vas a tardar años en llegar a casa por tu dramatismo—digo susurrando. No hay nadie, pero tampoco quiero parecer una loca.
Comienzo a andar siguiendo las indicaciones del móvil. Me pongo el aleatorio de spotify, cuando comienza a sonar Luna. ¿En qué momento se me ocurrió tener en favoritos todas sus canciones? Quiero cambiarla, pero en el fondo, acabo dejándola, sumergiéndome en su voz, en su letra.
Luna, una como yo no hay. Atrapo con facilidad—Y si que atrapa... hasta no ser capaz de soltarme.
Llevo casi una hora, hasta que me doy cuenta que estoy cerca de mi casa. Me duelen demasiado los pies como para seguir con los tacones, por lo cual decido seguir descalza.
—¡Miriam Rodríguez! ¡JODER GALLEGA!—Levanto la mirada y me quedo impactada al verla a ella—¿Dónde te habías metido? Salí detrás tuya y te perdí la vista.
—¿Qué haces aquí?—Dije seca, pero sin evitar mis enormes ganas de llorar—Por favor, vete—Intento ponerme seria, pero con ella allí, me resulta imposible.
Intentando ignorarla, voy directa a entrar al portal—Sigues siendo la misma de siempre...—Duele sus palabras, más de lo que quisiera—. Desapareces así por la nada. ¿Sabes cómo has dejado a los demás? No puedes salir corriendo de esa manera. Mireya esta histerica y los demás… bueno te lo puedes imaginar
—Que fácil es decir las cosas, pero si tu no hubieras abierto la boca al verme... esto no hubiera pasado—Digo entre dientes, intentando controlar toda la rabia que tengo—Y por los demás… ahora les llamaré, así que no hagas esto más difícil
Su expresión dura cambia por completo—Lo siento—No voy a negar al escuchar sus palabras—, soy una bocazas... Ya sabes—Encoge los hombros y la Lola Índigo, se convirtió en la Mimi de siempre—. ¿Estás bien? Tienes mala cara—Se acerca, no si antes de mirarme de arriba a abajo—¿Estás descalza? Estás mal, hace frío.
Sin dejarme actuar me coge las llaves y me acompaña a casa. Al entrar siento la calidez del piso, cosa que mi cuerpo agradece, relajándose un poco.
—Deberías darte una ducha—Me acaricia la cara y ojala esa caricia durase una eternidad—. Estás helada. Te voy a preparar un buen baño calentito.
—¿Por qué haces todo esto?—Me quedo parada al sentir como me lleva—¿Por qué ahora?
Se queda para a espaldas de mí. Veo como agacha la cabeza y escucho un ligero suspiro—Yo lo hubiera hecho desde que te conocí. Te hubiera buscado, te hubiera hecho feliz, te hubiera cuidado... Pero...—Provoca un silencio que no sabría identificar—Será mejor que me vaya.
Se gira en dirección a salir por la puerta, pero lo impido. No quiero que se vaya... no ahora—Quedate, por favor.
—¿Para qué? Es tontería.
Quedamos a escasos milímetros, que hasta puedo sentir su respiración. Quiero... deseo volver a sentir sus labios como antes.
—¿Por qué no te quedas y hablamos?—Dije intentando controlarme. Tampoco sé si quiero hablar, pero no quiero que se vaya.
—¿Después de un año haciendo lo imposible por no coincidir y ahora...?—No hay rencor, cosa que agradezco—Pero... ¿hablar de qué?
—De lo estúpida que fui...
—No fuiste estúpida—Me quedo sorprendida ante su respuesta—, solo vivías engañada...
—¿Cómo...?
—Ya sabes que en un grupo de dieciséis personas, al final se acaban enterando alguno, de lo que pasa a otros—Dice cogiéndome la mano—. Ricky se entero y... juro que quise ir a darle una paliza a ese...
—No vale la pena... Nunca valió la pena—Suspiro molesta conmigo misma—, pero fuí una idiota que fue tras el una vez más
—Lo que no entiendo es como no me lo dijiste...
Me da un abrazo. No supe reaccionar, solo quería fundirme en ella y llorar. Llorar por haber sido tan estúpida, por no haber sabido hacer caso a lo que sentía.