Sin embargo, esa misma noche Abbie no dejaba de ver la imagen de Adam en su cabeza. ¿Qué le pasaba con aquel hombre?. Que no lo conocía aun solo por medios de revista y periódicos y una vez en la televisor en una entrevista que le habían hecho, y al siguiente día lo vería en persona. Eso le producía a Abigaíl un escalofrío por toda su espalda, nunca antes eso le había pasado a ella. Ella jamás había sentido tal atracción por cualquier hombre, y aquel tal Adam le producía esa sensación, y solo había escuchado su voz por teléfono. Su amiga estaba llegando cuando la mira con extrañes y le dice.
— ¿Que es todo este desorden?.
— Estoy buscando algo de papá, y aun no lo encuentro.
— Que sera eso para poner el apartamento patas arribas, y ya fuiste a buscarlo en su casa, porque ahora tienes una casa.
— Papá la vendió mucho antes que murieran, nunca pensé que iban a morir los dos.
— Bueno y todas las cosas de el, donde están.
— Las guardo en una bodega, pero allí solo hay vasijas y cosas de la excavación de la ultima que hizo antes que los dos muriera.
— Osea que tu padre, vendió la casa sin que lo supieras.
— Me entere después del entierro por medio del abogado, sencillamente no dejo herencia, solo me ha dejado todas esa cosas de la excavación.
— Que lastima eso tan famoso que era tu padre y no te dejo nada.
Esa misma noche es su habitación una nueva pesadillas la sacudió en lo más profundo de su ser. Algo había cambiado esta vez en ella, en aquel sueño se veía entrar en un aposento donde todo había sido arreglado para ella.
En ese sueño gritaba de sorpresa al ver que todo a su alrededor estaba completamente arreglado, Amina estaba nerviosa no sabia como complacer a un hombre, si apenas tenía 22 años y era su primera vez. y menos como aquel hombre tan hermoso. Amina agarro su pecho y alzó su rostro al de él, sus ojos brillaban de deseo, cuando el deslizó una de sus manos por toda su espalda acariciándola con ternura. Ella tenía miedo, y la estaba empujando a su encuentro. Se fueron desnudando poco a poco, ella gemí contra él.
Se sentía absolutamente deseada, por un ser como aquel que la estaba llevando a los placeres más dulce de la vida. Las manos de aquella mujer seguían allí. Quemándolo. Acariciando todo su pecho como el viento que sopla sobre el agua de Nilo. Tembló. Sudó. Intentó recuperar el aliento, pero el olor, de aquella mujer, inundó sus pulmones. Estaba enloqueciendo. El pene de Amon-Ra estaba contra ella, quedó helada cuando sus ojos buscaron rápidamente los de el, con una expresión de miedo en su rostro.
— ¡Oh, por Dios, cariño! No tengas miedo.
— Nunca había hecho esto.
Amon-Ra le acaricio una de sus mejillas y le dijo.
— Yo te enseñare, solo déjame amarte, déjame enseñarte el placer del amor.
Tenía los dedos hundidos en su lustrosa cabellera. Abrió los ojos y se encontró con los de ella. Enormes, oscuros e inocentes. Sensuales y cálidos ojos que lo miraban. Él estaba temblando de deseo sobre la cama y sabía que estaba perdido. Esos ojos se encendieron cuando sintió su corazón palpitar y se entregó a las delicias de un amante...
Sus ojos se cerraron solo quería sentir como la tocaba y luego, con un gruñido primitivo en su garganta mientras besaba a Amina, su pene estaba atravesando, empujando profundamente y quitando ese velo de inocencia que le quedaba a la joven esclava. Entonces Amon-Ra levantó los brazos y los deslizó alrededor de aquel pequeño cuerpo femenino para atraerlo hacia su pecho. Acercó los labios, dispuesto a saborear su suculenta boca…
Entonces Amina grito, un grito de dolor y algo más; algo nuevo. La sensación plena, dura como la roca, y aún así aterciopelada de el la llenó por completo. Y luego, con un gruñido Amon-Ra la abrazo aún más. Había algo nuevo entonces, reemplazando la sensación inicial de una plenitud incómoda; algo maravilloso. Entonces comenzó a hacerle el amor más fuerte, casi como si los gritos y gemidos de Amina lo impulsabán, ella le sostuvo la mirada y el la miro con ternura sus ojos ardiendo al ver los llenos de fuego. Y en ese momento, supo que era total y completamente suya. Amina sabía que era una esclava y ahora la amante del faraón Amon-Ra. Él faraón le hizo prometer aquella noche, a ella que sería libre y también se casarían, pero algo cambiaría más adelante.
— Prométeme amor mío, que nunca me dejaras sola y prométeme que me llevaras con mi familia.
— No digas eso, te prometo Amina eso y mucho más, mi bello amor, que cuando seas mi esposa podrás ir a cualquier lugar que desees.
—Te amo tanto, Amon-Ra.
Abbie despertó desconcertada, sintiendo un fuerte dolor de cabeza. Estaba en su cama y sus músculos dieron buena cuenta de ello, pues tenía todo el cuerpo entumecido. Al mirar por la ventana vi que comenzaba a amanecer. Diana no estaba en casa, Abbie sintió el silencio pero se sentía tan nerviosa y extrañada con esa nueva pesadilla debía ser una broma. Trató de recordar, pero su mente parecía haber borrado de un plumazo lo que sucedió en el sueño. Se quedó sentada y pensativa en la cama, pasando sus manos por la cara y secándose las lágrimas que había derramado por el recuerdo de aquel sueño. Abbie le volvió a contar a su amiga sobre aquella nueva pesadilla.