Otro día más en la Ciudad, corriendo como de costumbre para llegar a mi trabajo y a todos los lugares evitando llegar tarde. Aun que claramente debería encontrar la forma de poner un equilibrio a mi tiempo, creo que me será imposible.
-Disculpe. - Repetía una y otra vez como un loro tratando de abrirme paso por las calles colmadas de gente, que andaban en las mismas.
Simplemente era "rutinario", no había otra forma de describirlo, ni de que llagaras a tiempo en una ciudad tan colmada de gente.
"Dios, dame fuerzas." parecía dar más oraciones para ser rescatada de un tormento cuando debía subir al autobús, cruzar las calles como a un grupo de animales y pocas veces, pero aun con mala suerte de encontrarme en espacios, generalmente ascensores, en compañía de algún pervertido.
Solo apenas ayer, tuve un altercado de acoso sexual por un mocoso de no más de 9 o 10 años que me pedía por un par de pesos que le pudiera dar. Cuando de indique que no andaba ni con un centavo encima; lo que era cierto, puesto que solo andaba en un encargo de mi jefe, me dijo que era una mierda y me dio una palmeada en mi trasero para luego salir corriendo mientras reía con el resto del grupito de chicos y chicas con el que anda.
Si, en cierta medida las grandes sociedades vienen con un porcentaje de falta de educación civilizada. Volví a la empresa con un inútil impulso de perseguir a esos niños, solo deseaba no volvérmelos a cruzar.
-Buenos días. –
-Buenos, ¿mi café? –
-Muy buenos, para ti también cariño, si desperté muy buen gracias por preguntar. – Ironice, a mi compañera de cubículo Maggie.
-Te puse sobre aviso por mensaje, el café es lo primero que debe haber en mis mañanas o no hay “buenos días” con una fatiga de por medio. – Tomo un sorbo saboreando la cafeína, al segundo de salir de su trance. – Por cierto, tomé dos llamas, parecía del mismo sujeto preguntando por ti, no le di información. –
- ¿Te dio un nombre, o algún recado? -
-Se lo pregunte, pero no quiso darme nada, esperaba que llamara una tercera, pero no volvió a llamar. – Otro sorbo más. – No me digas, ¿que decidiste jugar a dos puntas con Nicolás? – Tapándose la boca con su mano y poniendo una cara dramáticamente exagerada de sorpresa.
-Ahórrate el drama de novela, es muy problemático. – Dije riendo, y ella se unió a mí un poco más divertida.
-Que lastima, por un momento pensé que habías contactado al tipo del bar…- Dijo, ya tomando asiento en su escritorio y encendiendo la computadora.
-Cual tipo? -
-Aquel que te dio su número en la servilleta con el rastro de labial. –
Me haba olvidado de eso, hace dos noches habíamos ido a un bar con Maggie y otras chicas del trabajo por unos tragos. En eso, un sujeto me había estado viendo según una de las chicas, desde el otro lado del bar cuando se levanta y me saluda e intenta darme conversación. Era muy claro lo que intentaba insinuar, pero cuando le dije que no estaba interesada y que tenía a Nic, me sonrió y me paso una servilleta con su número. Lo más estúpido de todo era que cuando se alejó como ganador, yo solo vi lo patético de su intento de ligue, porque cuando arrugue la servilleta de papel note mi mano ligeramente manchada de un rojo chillón en mi mano de labial.
Si solo la había usado para limpiarse el resto de labial que alguna chica le allá dejado por un saludo, o porque tuviera algo con alguna mujer, era muy claro que sus intenciones se limitaban a una noche.
-No me interesan ese tipo de relaciones, gracias. -
Seguimos conversando un poco más y riéndonos por nuestro fin de semana largo, a comparación a mi finde semana con mi novio y una visita al orfanato, no había hecho nada muy movido. Aun que si más que nada descansar del trabajo.
Todavía nos quedaban como unos quince minutos hasta que todos en nuestros compañeros de cubículo llegaran. A comparación a Maggie y yo, nosotras éramos secretarias de nuestros jefes de sección, Maggie al sector de compraventas y yo al de marketing, prácticamente estábamos en el mismo piso, pero en extremos totalmente separados. Acostumbradas a llegar una hora antes para organizarnos mejor al trabajo, tomar un café mientras nos ponernos al día sin que nos llamaran la atención por andar cuchicheando.