La sensación de picor invadió su olfato obligándolo a reaccionar, era incapaz de visualizar con claridad su entorno pero si percibía un color: el blanco. Todo era de ese color y ni siquiera había flora o fauna, el lugar permanecía vacío adoptando la apariencia de ser infinito, poder deducir que tan extensa o tan estrecha podía llegar a ser la superficie, era lo que menos le importaba en ese momento. Se levantó del suelo con lentitud, miró en todas las direcciones —si es que las había—, y lo único que fue capaz de divisar fue la ceniza cayendo sobre él, levantó la mirada en un intento por averiguar de dónde provenía, la cuestión era que, no venía de ninguna parte, simplemente se materializaba.
Decidió caminar sin un destino en específico y, de manera paulatina la ceniza continuaba cayendo imposibilitando su vista, después esta misma comenzó a formar cúmulos entorpeciendo su andar. Acto seguido el percance se tornó molesto pues, no sólo le bloqueaba la vista también empezaba a cubrirlo de cintura para abajo, aunque él aún conservaba la calma.
Se abría camino con ayuda de las manos, sin embargo, esta se volvía más densa y continuaba aumentando de tamaño. Llego un punto en el que tuvo la sensación de que algo o alguien le sujetaba por los tobillos debajo de todo ese residuo, por ende, intentó soltarse del agarre pero lo único que obtuvo fue perder el equilibrio, sumergiéndose y apareciendo en otro sitio distinto, esta vez, en completa oscuridad.
Apretó los párpados, a la par que su respiración amenazaba con provocarle un paro respiratorio, poco tiempo después, se escuchó en la lejanía el sonido de algún metal golpear contra el suelo, primero golpes sutiles y después golpes violentos. Por unos momentos el sonido había desistido. El silencio nuevamente se apoderaba del lugar, se apresuró a abrir los ojos, adoptando la visión de un felino, entonces, en ese momento presenció cómo sus arterias resaltaban sobre su piel abriéndose paso hacia el exterior, mutando su apariencia. El líquido que fluía en su organismo no era sangre. No. Al tacto estas quemaban.
—Tibi mali universi homines.
La voz de un hombre bastante mayor habló a sus espaldas.
—Ut laver in ventrem sanguis et cum jugare.
Continuaba murmurando para sí y, a pesar de que su nivel de voz hacía creer que en realidad sólo movía los labios, un temor paralizante tomó control de la estructura ósea de Khaled.
—Morietur. Morietur. Morietur.
Esto último lo repitió con fluidez hasta llegar el punto en que, las palabras eran indescifrables. La tensión le impedía respirar y se abría paso entre sus poros, no siendo suficiente, ambos rostros se hallaron uno enfrente del otro en cuestión de microsegundos. El de aquella criatura de procedencia desconocida, estaba cubierta por lo que parecían ser vendajes, abrió paso a retirarlas, con la intensión de hacer visible lo que se ocultaba detrás, entonces, antes de revelar su identidad, Khaled despertó.
Abadie permanecía sentada sobre una pila de rocas contemplándolo estática, parecía ser la obra de algún artista que además de talentoso, gozaba de ser minucioso. Cuando su paciente despertó, se enderezó con lentitud y permaneció de pie.
—Comenzaba a preocuparme que no reaccionaras —su rostro plasmaba un semblante serio.
A Khaled le tomó tiempo recobrar la postura, pero a pesar de ello, fue capaz de pronunciar sus pensamientos.
— ¿Dónde está Blake? —inquirió preocupado buscándole con la mirada.
— ¿Te refieres al chico de cabello vino? —suspiró.
—Si —asintió con la cabeza—, ¿se ha ido?
—Desconozco su paradero —palpó su mejilla con las yemas de sus dedos—, aunque debo admitir que, es una criatura muy razonable.
Khaled permanecía confundido, era incapaz de diferenciar entre lo que era palpable y lo que era imaginario, se levantó, sin decir nada más dio media vuelta y avanzó en sentido contrario a Blake, las afueras de Herdet. Era inusual que tomará esa postura pero también, estaba consciente de que su amigo solía tener la tendencia de perder la paciencia y, volverse un ser desagradable, sin embargo, aquello no le perjudicaba tanto como aquel acercamiento, sólo de pensar en ello una angustia insoportable le debilitaba las piernas.
Finalmente, en cuestión de horas llegó hasta el sitio indicado dónde, los hombres de Waël yacían esperando su llegada. Khaled detuvo su andar en seco, permaneció en ese estado varios minutos... al entrar en cuenta de que, Blake no hacía presencia.
—Llegas tarde —añadió molesto un hombre de altura prominente y piel morena—. ¿Traes el objeto?
Editado: 18.06.2019