— ¡¿Qué esperas?! ¡Defiéndete gusano! —vociferaba en sus oídos mientras le empujaba haciéndole retroceder.
Bajó la cabeza cohibido centrando su atención en las texturas del suelo que se formaban debajo de sus pies, y no pudo evitar sentirse perdido, la sensación no era causa de la riña. No. Era más cómo estar desorientado y, olvidar incluso quién eres... qué eres.
Le empujó está vez con más violencia, pero él continuaba sin responder a la provocación, de todos modos, era en vano tratar de aparentar rudeza porqué, después de todo su agresor no gozaba de ser piadoso y él, ni siquiera sabía pelear. Lo que comenzó cómo un pequeño inconveniente terminó por convertirse en una situación que sobrepasaba incluso, su estabilidad.
Un segundo golpe siguió del primero, y luego otro, y luego otro, y así sucesivamente.
La víctima no fue capaz de mantenerse más tiempo de pie, ni los golpes de llover.
*
—Después de tanto tiempo, al fin tengo la dicha de volver a mirarle la cara al traidor que culminó con la vida de los nuestros —la expresión sombría de Abadie se aferraba a continuar presente.
—Lo hice por el bien de Varm —argumentó con despego.
— ¿Y qué beneficios has obtenido después de tal acto deshonroso?
—Más de los que crees —bramó.
—No eres más que un subyugado, ¡una pieza en el tablero! y ese libre albedrío que dices tener... es ficticio.
—Tu opinión es redundante y, si no piensas colaborar —sus miradas volvieron a encontrarse, sólo que está vez Brontë fue capaz de ocultar su aflicción—, lo mejor que puedes hacer es cerrar la boca y dejar de quitarme el tiempo.
Le dio la espalda erguido, su actitud de pronto no plasmaba la intranquilidad ni el tormento que, se había contemplado al inicio de su encuentro, después de todo, su entrenamiento le imponía convertirse en un ser ególatra y, encima también despiadado.
Está ocasión quebrantó el decreto, no era capaz de volver a herirla, se limitó a dar la vuelta y evitar el contacto visual.
Continuó, está vez más decidido a localizar al sujeto que faltaba pero, por alguna extraña razón poco a poco perdía esa disposición. El constante movimiento en las calles le frustraba, aunque se disipará cuando esté mismo se aproximaba.
Transcurrieron los minutos como ráfagas de luz, cada vereda por muy espaciosa que fuera lucía estrecha y su mente transfiguraba cada rostro en un intento por culminar rápidamente.
Entretanto Blake recorría quizás, el camino más pedregoso de todo Herdet, las plantas de sus pies desconocían el suelo e incluso las ráfagas de viento que rozaban sus pómulos le desorientaron lo suficiente, poniéndolo a caminar en círculos y alejándole todavía más de Khaled. Lo único que permanecía con él, era el aroma de aquel objeto que aún portaba en su morral.
— ¡CUIDADO! —advirtió una voz sobresaltada.
Una avalancha de piezas metálicas de diferentes tamaños descendían a gran velocidad por aquella vereda, el objetivo de tales piezas fue incapaz de reaccionar a tiempo, y estás impactaron contra el cuerpo. Aterrizó de costado cubriéndose con ambos brazos la cara; la criatura que reproducía tal sonoridad se aproximó con cautela.
— ¿Sigues vivo? —agregó con desasosiego y una pizca de sarcasmo.
Blake se dio la vuelta noqueado emitiendo un ligero pero constante quejido de dolencia.
—Qué alivio —exhaló serena.
— ¿Qué fue eso? —chilló cubriendo su vista con el antebrazo.
—Olvide soldar partes importantes de una máquina que... —puso expresión seria y evitó continuar dando excusas, se apresuró a levantarle—, ¿no te has roto ningún hueso?
Blake negó con la cabeza.
— ¿Ni se te ha perforado algún órgano vital? ¿Cierto? —frunció el ceño con los ojos abiertos como platos.
—Supongo que si ese fuera el caso, me daré cuenta más tarde —esbozó una sonrisa.
—Mi nombre es Daryl —estrecharon las manos por cortesía— ¿cuál es tu nombre?
Ese conjunto de palabras sólo provocaron que se abrumara aún más, tuvo el afán de obligarse a sí mismo a recordar, pero no importaba cuánto lo intentará, sus memorias yacían ocultas en cualquier lugar recóndito de su subconsciente.
Editado: 18.06.2019