Aún siento una enorme angustia en el pecho por lo que pasó en aquel entonces, aún pienso en que su atención es sólo un truco como en aquella ocasión y que algún día hará algo en contra mía. Aunque eso no significa que no sienta nada por ella. Eso no quita el hecho de que cada día me haga sentir especial, que no soy una princesa miedosa, que me escuche cuando me siento mal y que sepa cuándo estoy mal. Eso hace que olvide lo ocurrido. Nunca me había sentido así por alguien, tal vez porque no he conocido a mucha gente, pero sé, que de mil dragones, ella sería la única; que de dos mil gentes, ella sería la única. Es ella, Lena, la joven dragona con el cabello del color de la luna, y los ojos del cielo gris con la aurora resplandeciendo cada vez que me mira.
—¿Llevas las cenizas? —Preguntó Plata en su centésimo abrazo.
—Sí ─contesté.
—¿Medicina?
—Solo las necesarias.
—¿Tu collar?
—Ceñido al pecho, Plata ─Nos separamos un poco. Me dio un beso en la frente y a pesar de que no podía ver ni su nariz ni sus ojos, sabía perfectamente que estaba llorando; las despedidas le traían malos recuerdos─ Voy a estar bien. Mira —Saqué de mi alforja el colibrí que Lena me había regalado en mi cumpleaños. Lo atesoraba mucho y Plata lo sabía—. Esto es señal de que voy a regresar y si me extrañas, sólo recuerda los colibríes ¿De acuerdo? —Ella asintió y me dio un último abrazo.
—Serán unos cuantos días, ni siquiera lo notarás —dijo Lena, que recién se había despedido de Sigurd. Y como respuesta a lo que le había dicho, Plata le abrazó.
—Tú también debes cuidarte. No ataques a lo bestia, piensa antes de enloquecer.
—Para eso tengo a Rox —dijo como broma, aunque en el fondo sabíamos que a los únicos que Lena obedecía eran su padre y yo.
—Nos veremos en Schubert en ocho días —dijo Sigurd─ Tengan mucho cuidado, y Roxana...
—¿Sí? —Gesticuló para decir algo, aunque creo que se arrepintió. Me dio unos golpecitos en el hombro.
—Haz caso a lo que diga Lena.
—Entendido.
Luego de un par de abrazos más, Lena y yo caminamos al bosque, obviamente no iríamos en reno, lo que me temía.
—Aún puedes regresar ─sugirió. Tal vez mi preocupación se me notaba en la cara.
—No, no. Esta es la primera vez que me alejo de la montaña y estoy un poco nerviosa. ─Suspiré. Lena me tomó de los hombros.
─Oye, recuérdame el credo del Gran Dragón Azul.
—“No es valiente quien no tiene miedo, sino aquel que sabe conquistarlo”
—Entonces, vamos a conquistar el miedo a salir de la seguridad del castillo ¿Te parece?
Asentí, un poco más animada. Lena se alejó de mí para dar espacio a su cuerpo de dragón blanco, a los gigantescos cuernos negros y a sus alas que fácilmente cubrían una casa. Ahora venía un poco más preparada: Até una cuerda a esas dos protuberancias que tenía detrás de la cabeza, como si de bridas se tratara, y me así fuertemente de ella. Podía ir sentada, aunque creo que tendré que ponerme de pie de vez en cuando. Lena gruñó.
─Lista.
Viajamos hacia el sureste, muy cerca de Hengelbrock, Lena prometió no acercase ni un palmo más de lo necesario, aunque mi curiosidad estaba latente. Los días que pasamos viajando transcurrieron en relativa calma, evitamos varios pueblos y descendíamos únicamente para comer y dormir, así fue como, cuatro días después, llegamos a un enorme bosque, por no decir colosal, al que vi el principio, pero no el fin. Lena descendió justo frente a una enorme valla natural hecha de los mismos árboles de diversas índoles.
─¿Estás cansada? ─Pregunté.
─Un poco. ─dijo estirando un poco el cuerpo─ Hace tiempo que no vuelo tanto.
─¿Tienes hambre?
─Mucha. Y al parecer tú también, tu estómago está gruñéndome desde hace rato.
─Bueno, hemos viajado mucho ─Me froté las manos.