Evolet

Capítulo 14. Niña del azabache.

 

Eithne era muchísimo más alta que nosotras, su complexión delgada se debía al arduo entrenamiento, lo noté luego de sentir sus piernas patearme el estómago. En su mejilla izquierda se marcaba una larga cicatriz y muy cerca de su ojo derecho había otra, lo cerca que estuvo de perderlo y eso era lo que más resaltaba: sus ojos y cabello corto, ambos tan negros como, bueno, el azabache.

─Vamos al refugio, las tres estamos heridas, no sería bueno seguir aquí.

─¿Estás hablando en serio? Aquí no hay nada ─dije.

─Arriba no. ─Guiñó un ojo. Fue por su espada y nos hizo seguirla─ Este pueblo fue atacado hace años por “La bestia”, ya saben, aquel ser que atacó Hengelbrock y todo ese cuento. Mi familia mantenía relaciones muy estrechas con los dragones, así que mis hermanos y yo los ayudamos a esconderse y tratamos de protegerlos.

─¿Por qué querrían los dragones protegerse? ─Preguntó Roxana bastante contrariada.

─Ya lo verás, chica.

Llegamos a un pozo por el que habíamos pasado varias veces, no le prestamos atención antes pues estaba tapado por una densa capa de heno. Eithne alargó el brazo y nos dimos cuenta de que se trataba de una puerta que llevaba a una escalinata.

─Bienvenidos al refugio del clan Scaird.

Estoy segura de que si llego a decirle a alguien que hay una cuidad subterránea debajo de un pequeño pueblo el cual está cerca de la principal amenaza dragónica, me tomarían por loca. El refugio estaba lleno de carpas y manteles, construido a modo de que los dragones podían esconderse en un hueco en las paredes, los más pequeños podían tomarse la libertad de volar a sus anchas y los que supuse eran más grandes, descansaban en la forma que más les acomodaba. Por lo que en el suelo había carpas habitadas por animales con características dragonicas y algunos que, como yo, optaban por una sencillita forma humana.

─Hace un poco de calor, lo admito, pero peor es nada ─dijo Eithne.

─Oye, Ei-Ei, ¿Quién viene contigo? ─Dos chicos, con una apariencia muy similar a la de Eithne, se acercaron con radiantes sonrisas coquetas, muy molestas, la verdad.

─Las encontré merodeando allá afuera y nos atacamos, lo de siempre.

─Mira que par de bellezas tenemos aquí ─dijo el que tenía el cabello atado.

─Me llamo “El chico de tus sueños” ─dijo el otro, el que tenía un mechón de cabello azul─ ¿Y ustedes son…?

─Déjame adivinar ─dijo el primero, coqueto─ Hermosa uno y hermosa dos ─Miró a una y luego a la otra. Yo les sonreí a los chicos, eran unos tontos. Roxana se aferró a mi brazo y entendí el porqué. Sin mucho esfuerzo la tomé del mentón y la giré para besarle los labios. Ella se puso colorada. Los tres muchachos de melenas negras nos miraron un tanto asombrados, aunque estoy segura de que los dos hermanos tenían más pinta de estar decepcionados.

─Oh, bueno ─dijo uno─ ¿Qué se le va a hacer?

─Señoritas, ─Intervino Eithne─, ellos son mis hermanos: Efrah.

─Hola ─dijo el de cabello negro con mechón azul.

─Y Erick.

─¿Qué tal? ─Saludó el de cabello atado.

─Ellas son… eh… ¿Cómo es que se llamaban?

─Roxana.

─Lena.

─Vienen un poco mallugadas, vayan con Erul para que las trate un poco ─dijo Erick.

─Enseguida, vigilen allá afuera.

─No nos des órdenes, jovencita ─regañó Efrah.

─Sí, sí, como sea. Síganme por acá.

Roxana y yo seguimos a Eithne por los túneles y Rox, que estaba peculiarmente callada, preguntó:

─¿Cuántos hermanos tienes?

─Somos nueve y, para mi desgracia, soy la menor.

─No lo parece ─siguió.

─Es porque mis hermanos son unos infantiles.

─Pero igual te cuidamos como mayores ─Otro muchacho de ojos y cabello negro apareció frente a nosotras; sólo que este se veía muchísimo más maduro que los otros dos.

─Erul, necesitamos un poco de ayuda ─dijo la hermana menor.

─¿Cuántas veces debo decirte que no ataques a lo bestia? ─Regañó.

─Estoy herida, no me hagas sentir peor.

Entramos a la pequeña casita de campaña. Dentro había todo tipo de medicinas, vendas, y cosas para tratar quemaduras. Durante la curación le explicamos a Eithne y su hermano el por qué estábamos por acá.




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