El tiempo pasa unas veces tan rápido otras tan lento, a veces uno planea y planea y cuando nos damos cuenta ya estamos en la edad donde todos esos planes empezarían a florecer, pero aún sigues sin tener las posibilidades que tanto esperabas para poder desarrollarlo y cuando por fin tienes todo para hacer las cosas la vida cambia y te dice en la cara que ese camino que tú querías ya no está disponible y tendrás que hacer otra cosa, tendrás que cambiar todo y no es que puedas detenerte a decir: “no quiero” por qué en ese momento el tiempo acelera para que no puedas bajarte a mitad del camino y los sucesos pasan uno detrás de otro haciendo que ni siquiera puedas maldecir tu mala suerte o por lo menos así ha sido mi vida, incluso antes de mi muerte, como ya dije, nunca fui una mujer de armas tomar, desde niña hui de la instrucción de guerrera, en mi cultura las mujeres tenían su lugar en las batallas, eran guerreras sanguinarias y también eran respetadas por su valor al combatir, yo era creo que la única rara que solo quería una vida hogareña, hijos, dedicarme a las labores del hogar, cocinar, pero… cuando por fin tenía un esposo que aceptaba mis deseos la villa fue tomada, los ancianos asesinados y las mujeres que no podían defenderse, violadas antes de ser asesinadas también, claramente entre ellas, yo; ni las manos metí, simplemente me golpearon, me usaron, ni recuerdo cuántos hombres se dieron gusto con mi cuerpo antes de arrancarme la vida. Ahora lo veo después de tantos siglos y ya no causa frustración y dolor, ya lo veo como un evento cualquiera, como cuando te caes de niño y en el momento parecía tan doloroso y triste, pero ahora incluso te da risa y piensas en todo lo que pudiste hacer para evitarlo, como por ejemplo aceptar las lecciones para pelear, no me hubiera costado tanto y me hubiera servido para morir con algo de honor por lo menos, aunque debo de admitir que gracias a que regresé de entre los muertos y me vieron como una valquiria, bueno, olvidaron el pequeño detalle de que era una mojigata buena para nada, una decepción para la aldea, mi abuela que escapó con gran parte de las mujeres y niños, al regresar y querer darme un ritual digno para mi muerte fue la que me vio regresar de entre los cadáveres y llenar de ideas tontas al resto de los pobladores haciendo alusión que la gran Freyja me había escogido para guiar a los hombres a la victoria, lo cual era incongruente con mi forma de vivir tan pacífica hasta ese momento, pero algo me movió, el deseo de venganza me hizo aprender a pelear y hacerlo con fiereza, me volví una sanguinaria temeraria cuando descubrí que mis heridas sanaban, que mi cuerpo renacía con cada muerte y le perdí el miedo, puedo recordar vagamente ver un cuervo siguiendo mis pasos, viéndome en cada batalla y lo único que creía es que Odín estaba de nuestro lado, nos daba su bendición para seguir nuestro camino, pero ahora que hago memoria, era Caronte que se presentaba ante mí, observando mi comportamiento, tal vez tratando de entender mi naturaleza.
Hablando de Caronte, ¿Estará el aquí? Tal vez en forma de cuervo, viendo desde lejos la suerte que tengo, como salgo de una tragedia para caer en otra, como entro en una batalla y después me voy a la guerra, nunca he dejado de pelear, mis manos nunca han dejado de empuñar un arma, con forme el tiempo pasa solo he sido capaz de seguir un camino de destrucción, ya sea junto a mi hermano Ragnar quien tuvo la misma mala suerte que yo o simplemente yo sola. El único momento donde pude tener esa vida que tanto anhelé, donde pude tocarla y sentirla fue cuando mis niños estaban pequeños, cuando vivíamos en esa casa sencilla los cuatro, Lucifer era un padre cariñoso y atento, siempre al pendiente de los niños, siempre dispuesto a corregirlos o consentirlos, incluso llegué a olvidar que era el mismísimo diablo; fue una época dorada donde tenía hijos encantadores y un esposo ejemplar, pero de nuevo, como es costumbre en mi vida, regresó la guerra, regresó el dolor, perdí a mi Fiore y con ella mi deseo de venganza regresó como aquella vez, como en aquel momento cuando fui ultrajada y asesinada, no, regresó aumentado, regresó con rabia, con dolor, con locura.
Abro los ojos e inhalo con fuerza, mis pulmones no se han terminado de regenerar, me duelen, arden con cada inhalación, veo un techo claro, blanco, tan blanco que la luz que entra a la habitación es suficiente para iluminarla. Me intento sentar en la cama y noto dos cosas que me dan curiosidad, la primera es que mi vestimenta ha cambiado, tengo un vestido blanco de tirantes y algo vaporoso, la tela parece gasa, suave y liviana; también tengo unas esposas que mantienen mi mano derecha atrapada con los barrotes laterales que tiene la cama que pareciera de hospital, le doy un par de jalones, pero claramente el acero no cede.
—Es por seguridad— reconozco esa voz, levanto mi mirada y veo a Abel sentado en una silla bastante elegante al igual que quien está sentado en ella. Me ve fijamente con curiosidad, con atención, me siento estudiada.
—Claramente este no es el hospital— me intento recargar hacia atrás y Abel con un chasquido de dedos invoca a una mujer con traje de servidumbre, un vestido azul con un mandil blanco pulcro se acerca a mí y acomoda las almohadas para que esté más cómoda, después de eso se aleja y sale con paso velos de la habitación. —Vaya… excelente servicio, ¿Puedo pedir algún cóctel?
—¿Cóctel? Creí que los vikingos son más de cerveza— Abel entrelaza sus dedos y descansa sus manos en su regazo mientras me ve fijamente.
—Hidromiel sería lo correcto, pero te acepto la cerveza, que sea oscura de preferencia y sin nada de cosas raras como gomitas o dulces por favor— tiento al destino con mi voz aún quebrada y rasposa por haber respirado tanta agua. Me quedo a la expectativa viendo a Abel, esperando que reaccione y después de un momento que me pareció eterno de seriedad casi absoluta empieza a reír armónicamente, su voz es un trinar de algún ave exótica y fina, un sonido elegante y vibrante, supongo que son los beneficios de estar afiliado con el de arriba.
Editado: 04.10.2020