Capítulo 2
... y el seco aire del desierto arrastraba consigo la arena y la tierra por toda la amplia calle que atravesaba el pueblo de lado a lado. “Al menos de esa forma lo narraría un novelista” pensó mientras avanzaba. Solo el ruido proveniente de la cantina y el lento galope de su caballo rompían con toda la ilusión de ser un pueblo fantasma. Y aquel era el panorama normal todos los días al medio día. Con el sol brillando y calentando en todo lo alto de su viaje la mayoría de las personas preferían refugiarse en la sombra donde al menos estaba un poco fresco y ya fuera echándose aire con un abanico o un periódico doblado.
La mañana había transcurrido con normalidad y todo auguraba a ser solo otro aburrido día de rutina:
-¿Te mataría vaciar la maldita escupidera de vez en cuando?-Al menos la mayor parte del tiempo. Despotrico rabioso y harto luego de golpear, sin querer, la vasija y regar su contenido por todo el suelo. Pero al no recibir respuesta solo se llevo las manos al seño frustrado.
Odiaba la frecuencia con la que aquello tendía a ocurrir. Y como el bastardo de su cuñado lo único que sabía hacer era dormir seguramente ni siquiera había ido a trabajar en todo el día. Suspiro, presiono los dedos contra el puente de la nariz antes de pasear la mirada por su oficina: apenas una estancia construida con madera, una capa de tierra y tabaco cubrían el suelo, un escritorio con un par de papeles los cuales no tenía ninguna intención de atender por el momento. Un gancho junto a la puerta del cual colgaba un sombrero café y finalmente, una celda dentro de la cual un ebrio roncaba flemático.
-Al diablo-El sheriff giro sobre sus talones, estiro el brazo para tomar su sombrero nuevamente y salir rápidamente de la comisaria. No tenía ninguna intención de desatender su oficio, pero era un pueblo pequeño y tranquilo, lo cual se traducía en largas horas de ocio las cuales a diferencia de su compañero no invertía en dormir, sino más bien en pasar el tiempo cabalgando o mayormente explorando el terreno...
Como era su costumbre Brian despertó abriendo sus ojos de par en par, tal cual como si un petardo hubiera estallado a solo centímetros de la cabeza. Giro levemente su cabeza para ver que aún le quedaban dos horas antes que sonara el despertador. Se llevo una mano al rostro y cerró los ojos brevemente mientras rememoraba su sueño. No era la primera vez que se soñaba a sí mismo como el sheriff de un pequeño pueblo ferroviario. De hecho sus sueños tendían a ser bastante recurrentes.
-Malva... visco...-A diferencia de Frank que, sorpresa, soñaba con comida.
Se estiro a todo lo largo que era antes de erguirse y sentarse en el colchón y tomarse unos minutos. Lo mejor que podía hacer era levantarse, tomar su medicamento e ir a preparar un gran desayuno. Después de todo les esperaba un laaarrrgo día. Solo pensar en ese estúpido anuncio clasificado que habían enviado al periódico, el cual había tenido que corregir puesto que lo había escrito Frank, le hacía querer atragantarse con su cepillo de dientes.
Encontrar a un tercer compañero de apartamento era algo que realmente Brian había querido evitar por todos los medios desde que se mudaron a la ciudad. Su nivel de tolerancia para las personas con las cuales convivir solo alcanzaba para una, y ese puesto ya estaba ocupado por Frank. Quien ya de por si era ruidoso, molesto, algo desordenado y, bueno, un fastidio en general. Con todo y eso era un fastidio que podía tolerar, por no decir que no tenía opción. Pero, ¿tener que dejar entrar a alguien más a su casa? ¿A un completo extraño? ¡Era algo que le estaban obligando a hacer! Y todo por culpa de un estúpido aumento de la renta. Estúpida economía en regresión.
-Cuando tenga mi título...-Dijo de repente. Era poco más tarde de medio día, sus clases habían terminado temprano y ya iban de regreso a casa-Voy a cobrar ¡y mucho! Jamás pienso hacer un solo trabajo gratis, ni por caridad.
-Lo sé-Y Frank, como siempre, no se inmutaba ante las tendencias misántropas que solía exteriorizar su hermano cada vez que estaba molesto-Las personas no son tan malas.-Agrego mientras miraba de reojo a una pelirroja que iba sentada a unos metros de donde estaban.
-Lo son-Gruño Brian cual canino.
-Vale. En cuanto podamos volver a pagar la renta solo los dos, dejare que le hagas las maletas y le eches a patadas-Agrego el moreno palmeando el hombro de su mejor amigo.
-No seas condescendiente-Rebatió el castaño. Y aunque su tono fuera seco la sonrisa en su rostro ante la idea le hacía perder cualquier efecto agresivo que intentara lograr. Frank estaba riéndose silenciosamente mientras se levantaba para bajar en su estación.